miércoles, 30 de diciembre de 2015

Reyes y tontos

Yo de verdad que me hago cruces. Ahora parece ser que se ha puesto de moda ir armando polémicas a costa de la cabalgata de los Reyes Magos. En los últimos días he ido leyendo aquí y allá, como focos desperdigados pero respondiendo a un mismo patrón, varios casos en los que autoridades y ciudadanos se están dando de palos por mor de sus Majestades de Oriente. Que si reyes que son reinas y fíjese usted, que, en teniendo a la Carmena, ahora nos parece una moderada la Bibi Aído; que si en Pamplona el alcalde quiere que Baltasar sea un negro de verdad y si no, ya la tenemos liada con un conflicto racial en todo lo alto; que si a un colegio de Carabanchel le han prohibido que participe en el desfile porque segrega a los alumnos por sexo...
Todo de un fútil y pejiguero que te mueres. No voy a entrar en disquisiciones sobre quién tiene razón en cada discrepancia, si es que alguien la tiene. Simplemente me da una pereza de aquí a la China el constatar las ganas locas que tiene la gente de mojarse la oreja mutuamente, de enmendarse la plana hasta la náusea y meterse el dedo en el ojo hasta tocar fondo. Yo entiendo que el debate sea sano en democracia y demás, pero ¿en serio hay que practicarlo tan incontinentemente? Utilizar incluso lo que, se supone, constituye un emblema de concordia y monumento a la inocencia para enzarzarse en dimes y diretes es ya puro vicio. Una especie de desorden dialéctico: bulimia de broncas.
La única explicación que se me ocurre para que alguien esté dispuesto a perder tanto tiempo y energía en sacarle punta a la Navidad (la que, se supone, se trata de un paréntesis del resto del año, cuando todos tenemos derecho a la tregua de estar más relajados, comprensivos, indulgentes y petados de buenos sentimientos) es que lo haga para no oxidarse. Como quien, entre torneo y torneo de la disciplina que sea, se sigue entrenando para no perder comba y que el 2016, en lo de la confrontación, no le pille con el pie cambiado. Si no es así, de verdad que no logro comprender esta facilidad pasmosa para entrar al trapo.
Tal vez lo que deberíamos hacer para acabar con tanta controversia es preguntar al respecto a los que (una vez más supuestamente) son los culpables últimos de que la noche del 5 de enero se salga a las calles en masa y, con la aquiescencia de todos, unos cuantos tipos se encaramen en carrozas a hacer su regia pantomima. Éstos, claro está (¿o no?), no son otros que los niños. Imagino, tal vez audazmente, que si se sometiese al criterio de los infantes estas disputas para que las dirimieran, primero sobrevendría un momento de desconcierto. Básicamente porque no acabarían de entenderlas. Y no por falta de capacidad intelectual, sino simplemente porque, creo recordar, en los esquemas brutalmente prácticos de un enano no cabe una comedura de tarro tan enrevesada como las que toman por asalto las cholas de sus mayores, donde con demasiada frecuencia se puede encontrar más corcho que en muchos alcornoques.
Después (continúo imaginando) tragarían saliva y pedirían una prórroga al cielo antes de crecer, al darse cuenta repentinamente de que una de sus desventajas es que corres el riesgo de volverte un poquito gilipollas. Y, por último, me barrunto que, si se les insistiera mucho, y sólo para que les dejáramos de dar la brasa y poder irse a hacer algo productivo como jugar, dictaminarían una sentencia de aplastante sentido común con la que todos estaríamos medianamente de acuerdo a poco que tuviésemos la decencia y el valor de acordarnos de que en un pasado remoto (año arriba, año abajo) pensábamos igual que ellos.
Por desgracia, no creo que eso de consultar a los chavales sea una posibilidad. Más que nada para no quitarles la ilusión y que permanezcan el mayor tiempo posible en la bendita ignorancia de que los Reyes Magos no existen mientras que los tontos de capirote son epidemia.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Desde que tú vienes

-Qué difícil es escribir una historia de amor, ¿no?... ¿Me pasas la mozzarella, por favor?
-¿A qué te refieres? -le replicó él pasándosela.
-Pues a que el papel soporta fatal, fatal la felicidad. Al menos, sin caer en lo ñoño, en la cursilería... En cambio, los corazones rotos, ¡ay! los corazones rotos... ¿Le has puesto las tiras de cebolla? "Qué corto fue el amor y qué largo el olvido", ya sabes. Lo sueltas y quedas sublime. Frases tan redondas, tan rotundas...
-El desamor es lapidario.
-Uy, sí. Súper lapidario.
-Pero, oye, también hay cosas sobre el amor muy logradas. Cosas literarias, me refiero. ¿El horno está ya?
-Creo que sí... No, aún le falta un poco... Sí, claro, también hay cosas muy bien escritas sobre gente que se quiere bien. Pero me he dado cuenta de que resultan mucho más difíciles; hay que esforzarse más. Para que queden verosímiles por lo menos. "Te querré para siempre"... ¿Quién se cree eso?... Creo que ya está suficientemente caliente. Pásame la masa.
-Cuida que no se escurra el tomate por ese lado. Ya, supongo... además es lo que dicen, ¿no? Eso de que, mientras aún te crees el para siempre, te dedicas a aprovecharlo, a disfrutarlo...
-Sí, ¿no? A hacer acopio, acumular reservas...
-Exacto, como los osos cuando hibernan, para cuando llegue la mala racha... ¿Está al máximo?
-Sí, lo he puesto a tope. Pues... sí, supongo que sí. Cuando eres feliz, lo vives; y luego ya, cuando todo el invento se jode, pues entonces viene el tiempo del análisis, de la introspección, de hacerse la autopsia hasta el infinito para ver qué falló... Y entonces ¡voilá! ¡Empezamos a crear, señores! ¡Llegó el momento de las musas!
-Ja ja ja ja. Anda, missis melodrama, vigila que no se queme, que aún nos quedamos hoy sin cenar...
-Que sí... Que todavía no huele, pesao. Pero míralo así: cuando estamos destrozados somos capaces de escribir manuales de autoayuda para ahorrarnos la terapia, poemas, elegías, la gran novela americana y la madre que la parió... qué sé yo... Pero en cambio, escribir sobre estar enamorado... Buff, ahí va mi consejo de esta noche: si eres artista, que nadie te haga la putada de quererte, o vas apañado... Mira, ya se está empezando a poner doradita.
-Ja ja ja, bendito problema... Por eso será que todos los cuentos se acaban justo después de las perdices.
-Obvio. Porque ya no se les ocurre qué más contar. Si es que ya lo dijo Tolstoi...
-Oye, yo la sacaría ya, que el queso está empezando a hervir. Pero no te quemes, coge la manopla... espera, ya lo hago yo. Eso es, así... ¿Qué dijo ese ruso, a ver?
-Pues dijo... Anda, échale un poquito de... de eso, de lo verde... ya sabes.
-Albahaca.
-Eso. Al-ba-ha-ca. Que te miro el culo y se me van los sustantivos.
-Ya te voy a dar sustantivos yo a ti...
-Pues dijo aquello de que las familias desgraciadas lo son cada una a su manera, mientras que las afortunadas se parecen todas entre sí, y por supuesto no tiene ningún interés hablar de ellas. Pues con las parejas pasa ídem de ídem. Por eso es tan difícil contar una buena historia de amor. Yo, al menos, me declaro desde ahora y para siempre totalmente incapaz.
-Ya... Bueno, pues qué le vamos a hacer... aún te queda tener un hijo y plantar un árbol. ¿Oye, la albahaca la guardabas en esta estanterí...? Un momento, un momento, miren qué nos trajo la marea... ¿Y estas galletas de coco que tienes aquí tan escondidas? Mis preferidas... Pero si tú no soportas el coco. ¿Desde cuándo las compras?
Y se encogió de hombros.

-Desde que vienes tú.



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Enfermedad autoinmune

El terrorismo causa estragos en el organismo social cuando golpea (130 muertos en París en una noche). Pero tal vez lo peor es que logra que se generen anticuerpos que atacan el propio sistema inmunitario de la democracia. Y ahí tenemos a la ultraderecha francesa arrasando en los comicios. Está pasando.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cuidadín con la tilde

"Crimen y castigo" sólo lo pudo escribir un hombre en cuya lengua existe una palabra de cuatro letras, repartidas en dos misérrimas sílabas, con la cual, dependiendo de que acentúes una u otra, quieres decir o "harina" o... "sufrimiento". 
El ruso, ese idioma de intensos.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Luz, sangre, cielo

Se la encontraron en los bulevares una noche de viernes. Se la toparon de frente sin haber quedado con ella. La cita tuvo lugar antes de tiempo. Siempre se muere a deshora cuando se muere injustamente.
La vieron y le preguntaron: "¿Quién eres tú?"
Ella respondió: "C'est la mort".
Y como la entendieron, supieron que, en esta ocasión, había venido a por ellos. Y entonces sólo pudieron cantar.
"Te entregamos lo único que los seres humanos tenemos: el blanco de la luz, el rojo de la sangre, el azul del cielo".
"¿La luz de las verdades supremas?"
"No, la que solamente puede encenderse en tus ojos cuando sonríes y cuando lloras"
"¿La sangre derramada?"
"No, la que te mantiene el alma viva y caliente el cuerpo"
"¿El cielo al que te prometen ir a cambio de tu miedo?"
"No, el que ya tienes aquí en la tierra cada vez que alguien te dice 'te quiero'".
Después de cantar, se callaron. Después del canto, vino el rezo. El que se reza para pedir por un credo universal. El que predica que todos los hombres se dejen vivir en paz. Ése es mi credo.
El de la luz. La sangre. El cielo.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Atardeceres agraciados

Cielos a los que les dices: eh, tú, sí, tú, pero qué guapo eres, ¿no?



Periodismo de investigación

Contaminación industrial en la Comunidad de Madrid. El caso de la cementera de Morata de Tajuña. Un pequeño fruto de varios meses de trabajo con el señor Daniel González Cappa. Periodismo de investigación. En la web de El Mundo.

http://www.elmundo.es/madrid/2015/11/01/56362ff2ca4741ee3e8b456e.html


¿Sabes qué industrias contaminan más en la Comunidad de Madrid? Descúbrelo en esta pieza de investigación que firmamos el señor Daniel González Cappa y la menda lerenda en El Mundo.


http://www.elmundo.es/grafico/madrid/2015/11/01/5633b551e2704eb8708b4581.html



viernes, 30 de octubre de 2015

Expansiones varias

11.08.2015

La menda lerenda firma en Expansión este artículo sobre la evolución de la dieta mediterránea. Pasen y lean

http://www.expansion.com/directivos/estilo-vida/rincones-gastronomicos/2015/08/11/55ca3ec7e2704e285f8b458e.html


21.08.2015

El sábado sale un repor mío sobre el coche eléctrico y ya lo anuncian. Madre mía, ¡qué expectación! ¡Y qué honor! Usan mis artículos como cebo para vender periódicos. Ya están al nivel de los deuvedés descatalogados, las baterías de cocina y los cuchillos jamoneros!






22.08.2015

Ahí va el cacareado reportaje del coche eléctrico. En papel tiene un titular bastante más majico y que es lo que más merece la pena de todo el artículo: "Coches eléctricos vendo y para mí no tengo". Algún plus de calidad había que darles a los que apoquinan por el periódico

http://www.expansion.com/empresas/motor/2015/08/21/55d77af0ca4741c9088b459c.html


02.09.2015


http://www.expansion.com/empresas/transporte/2015/09/02/55e5fdc422601d363c8b458d.html


12.09.2015


Qué gustito coger un avión, que pase la azafata con la prensa, pedir Expansión y tener las tentaciones tan ególatras como catetas, pero humanamente comprensibles, de darle un codazo al pasajero de al lado y decirle: ¡este artículo lo he escrito yo!



25.09.2015


Lectura ligera para ir al baño. Ahí va mi "ladrillo" sobre el sector inmobiliario (juego de palabras fino donde los haya) en Expansión.

http://www.expansion.com/directivos/2015/09/24/56045568268e3ec1738b45c9.html


14.10.2015

Hoy el culo del periódico corre de mi cuenta.




14.10.2015

Hablemos de bebercio.

http://www.expansion.com/directivos/2015/10/14/561eb3d5e2704ea6538b457d.html



viernes, 9 de octubre de 2015

Un verso porque sí

Qué obra de ingeniería más precisa es el amor, que con la infinita inmensidad de pensamientos que a lo largo de un día se pueden tener, logra que dos personas coincidan pensándose a la vez.

sábado, 19 de septiembre de 2015

El beso

Él era del sur. Ella, del norte. Ella tenía los ojos como la montaña y él, como el mar. Por eso se juntaron en una playa, donde se unían la tierra y el océano, y se pusieron a hablar del cielo. Ese cielo que atardecía. Mientras lo hacían, él apoyaba su barbilla en la espalda de ella. Una barbilla áspera de barba. Una barba muy quieta, muy sólida, muy barbada. Una barba que sólo hubiese tenido que volcarse para convertirse en beso. Pero no ocurría. Cuanto más sentía el roce, el peso, el tacto de la barba sobre su piel, ella más deseaba el beso. Pero sólo era una promesa que se abismaba en un suspenso sin firmar. Ese deseo era acuciante, físico: acercarse en una sofocante tarde de verano hasta el borde de una alberca, y querer zambullirse de lleno, y no hacerlo, porque en el último momento te ata de pies y manos la serpiente de la duda, con sus anillos de miedo. Y no hacerlo, sabiendo que, tal vez si se besaran, se les encendería en la boca la mecha de mil granadas. Pero no pasaba. El beso aún era barba. Las que se encendieron fueron las estrellas, en ese cielo del que hablaban. Y, acerca de ellas, ellos se decían que eran lo único de este mundo que se puede ver en el presente una vez que ya ha pasado. Lo único que aún es cuando ya no existe. Pero no. Lo único, no, ¿no te das cuenta? Así es también con los recuerdos. Las estrellas eran... son recuerdos a años luz. Esa noche el cielo estaba cuajado de estrellas. Esa noche el cielo se acordaba de muchas cosas. Y él le preguntó a ella después de dormir:
-¿Se acordará de nosotros besándonos?
Y la barba se convirtió en labios.

jueves, 17 de septiembre de 2015

El mundo, ese viejo amigo

El mundo es grande. El mundo es ancho. Forzosamente en él tendríamos que perdernos. Y, sin embargo, hay lugares suyos con los que continuamente nos encontramos. Lugares a los que, de un modo u otro, por misteriosas razones, siempre acabamos llegando. Al final, más bien volviendo.
Es tan grande, tan ancho el mundo, tan lleno de sitios, que la lógica dicta que tendríamos que no repetir ninguno, a no ser que los buscásemos. Y, sin embargo, sin habérnoslo propuesto, en algunos, ya sean ajenos o lejanos, seguimos desembocando una y otra vez, tarde o temprano. Supongo que será porque en ciertas partes de la tierra hay imanes ocultos que, sin que lo sepas, te eligieron a ti, sin que tú los eligieras a ellos, como escenarios que se prestan a que tu historia se represente en sus tablas. Y así se va creando tu propio mapa de coordenadas. La primera vez que los pisas, ni lo intuyes. Después, siempre los reconoces. Y te alegras cuando vuelves a verlos. No en vano, gracias a ellos, el mundo deja de ser inabarcable y pasa a convertirse en un viejo amigo con el que te tropiezas de cuando en cuando.
Playas de Maro.

Latinos en la City

De esto que llegas a Londres entrada la noche, un poco con demasiada poca ropa para el frío que hace y un poco pensando que la ciudad resulta un poco (sólo un poco) inhóspita con sus grandes avenidas vacías, donde sólo deambula la rasca nacida del Támesis. Y entonces preguntas al primer viandante con el que te topas que cómo se llega exactamente a tu hotel, porque tú eres muy guay y, sabiendo que se puede preguntar aunque sean las dos de la mañana, aprenderse calles pa qué. Esfuerzo innecesario.
Un año hablando inglés con la boca floja como los gringos hace que no las tengas todas contigo sobre lo de hacerte entender, pero cuando crees haber puesto un acento más british que el God save the Queen, el viandante trasnochador te desengaña: ¿Española?
Compatriota, a mis brazos. Es entonces cuando te acuerdas de que Londres es una sucursal de Madrid con peor tiempo y una hora menos. El viandante trasnochador y compatriota te da unas indicaciones más o menos aproximadas y, más o menos, logras encontrarte, aunque no tanto como al día siguiente, ya en horario infantil, cuando a la tía que se apretuja contra tus costillas en el metro le preguntas que dónde vais a ir a parar, porque ese subterráneo coge unas bifurcaciones un poco aleatorias, y la aludida emite un farfullo que hace crecer, esta vez en ti, las sospechas: ¿Española?
No, italiana, pero parlo españolo. Y como el rato de apretujón contra tus costillas ha hecho florecer la intimidad entre vosotras, ella decide por su cuenta y riesgo regalarte un plano del metro, por mucho que le perjures que no hace falta, que no estás tan perdida. Da igual. La italiana es dadivosa. Y todo ello te hace pensar, en un ramalazo de chovinismo alentado por las frías corrientes londinenses, que los latinos somos un pueblo migrante y conquistador que va a dominar el mundo (no los chinos, como piensan algunos cegatos) y que encima nos apañaremos para hacer de él una casa, algo que queda resumido en la frase de aquel otro tipo de piel tostada al que, con mi inglés más voluntarioso, interpelé a la busca y captura de otra dirección; y que mientras consultaba Google maps en su iPhone masculló "número ciento cuarenta y tres" con acento caribeño. Se despidió de mí exclamando paternalmente: "¡Adiós, corazón!".



lunes, 7 de septiembre de 2015

Eco eco eco eco eco eco eco

Él sin ella era una caja de resonancia sin sonido. Y ella sin él era un sonido que no escuchaba nadie. Un sonido que, por no escucharse, no se escuchaba ni a sí mismo. Y ambos rodaban por el mundo sin conocerse. Hasta que un día, él tropezó con ella, o ella con él, eso quién lo va a saber. Lo único cierto es que ella dio un grito al lastimarse un pie, y el grito rebotó en él, que lo recogió con cuidado, le dio forma y le devolvió su sonido, con un movimiento certero y limpio de muñeca que se lo estampó a ella de vuelta en la boca, como un beso. Y ella se escuchó por primera vez a través de él, y gracias a ella, él cobró todo el sentido que hasta ese mismo día había desconocido.
Desde entonces se hicieron socios y empezaron a hacer cosas juntos. Y así, juntos, fue como crearon las palabras, y la música, y los silencios. Los que duelen y también los que no. En cualquier caso, todos los que existen, porque el mundo suena siempre y sólo se calla a veces, para respirar. Pero ellos, ella y él, el uno para el otro nunca volvieron a callarse, diciéndose y respondiéndose sonidos. Y el eco se acostumbró a su correspondencia y se quedó a vivir en ellos. Y fue así como siguieron sonando para siempre.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Quincuagésimo cuarta fáctula en Mayhem Revista: "La clarividencia perdida"

"Después de unas cortas y merecidas vacaciones, en Mayhem volvemos a la carga con energías renovadas.
En un momento en el que las fronteras nacionales vuelven a estar tristemente en lo más destacado de la actualidad, Marta Quintín viaja a miles de kilómetros para explicarnos que en estos asuntos no existen las historias pequeñas".

 http://www.mayhemrevista.com/2015/09/04/unos-lentes-y-la-clarividencia-perdida/

El corazón de las tinieblas europeas

Y va una foto y se hace viral. El virus que contiene pertenece a la cepa más pura del horror. Y todos en la mesa se revuelven en sus sillas, y carraspean nerviosos y luego rompen a hablar. Porque ante el virus del horror hay que decir algo. Escanciar un diagnóstico, recetar un cataplasma aunque no haya penicilina que valga, aventurar una compasión, chirriar los dientes o mentarle la madre a la humanidad. Pero algo hay que decir. Y la fuerza de todos hablando a la vez acerca del horror en torno a la mesa te impele a que digas algo tú también. Para algo te invitaron a sentarte con todos los demás. Debe parecer que te enteras del tema de conversación, que no eres ajeno al mundo que gira alrededor de ti. Es de buen ciudadano reaccionar, hacer patente una postura. Comprometerse. Mojarse por los que se ahogaron. Toma ya con el agravio comparativo.

Y, sin embargo, por una vez, para mí lo único pertinente es el silencio. ¿Para qué llenarme la boca? ¿Con qué? Tengo la absoluta certeza de que cuanto diga será mierda. Pura y simple mierda. Manida, superflua, inconveniente, un sentimentalismo, mero perogrullo. Una soberana cagada. Qué menos que dejar a los muertos tranquilos, sobre todo sabiendo que nada de cuanto diga o haga va a ayudarles a ellos, ni a los que vendrán después. No me engaño: no voy a mover un dedo que sirva para mejorar las cosas, para evitar otras muertes. De intentarlo, lo único que podría hacer es chapotear en un barrizal de palabras inanes. Qué autoridad tengo siquiera para atreverme a pontificar en este caso, qué legitimidad para importunar a los muertos: a ése que vino al mundo veinte años después que yo para luego marcharse antes, que nació unos cuantos kilómetros más al este, unos cuantos más al sur, cuestión de mala o buena suerte, y que podría haber sido con el tiempo lo mismo un santo que un hijo de puta que habría ahogado a otros niños, o, lo más probable, un simple hombre con sus claroscuros, pero eso ya nunca lo sabremos porque no le ha quedado en una playa más que el beneficio de la duda y el más que dudoso beneficio de convertirse en símbolo, aunque debería estar prohibido convertirse en símbolo de nada antes de los 18 años, porque ¿quién está preparado para eso con tan poco vivido? y... ¿ves? He acabado rompiendo el pacto de silencio que me parecía más justo.

Heme aquí, perdiendo la boca, rebozándome torpe e impotentemente en la ciénaga de mis palabras de mierda. Importunando el sueño de los muertos por los que nada puedo hacer. La mayor injusticia es que ¡encima! ellos lo hicieron por mí. Supongo que por eso acabé hablando. Porque, al menos, por un breve momento, ellos vinieron y aventaron mi conciencia.

jueves, 27 de agosto de 2015

Los jóvenes de siempre

Dos chavales sentados en un banco, vislumbrados apenas de refilón al pasar. A ojo de buen cubero tendrán diez años menos que yo, pienso con sobresalto. Tal vez no tantos. Tal vez ocho. Ella y él. Discutiendo a gritos sobre la imposibilidad o no de "cambiar una realidad". ¿Cuál? La que sea. Da igual. Lo que importaba era el tono. Lo he reconocido de inmediato. Era el que empleábamos yo y algún otro que pasó la adolescencia y sus secuelas discutiendo a gritos conmigo sobre lo mismo que estos dos. Una estrategia, en el fondo, para ligar (malísima, por cierto; de hecho, a punto he estado de acercarme adonde estaban ellos para advertirles "si lo que queréis es enrollaros, que sepáis que vais fatal", pero al menos, en el intento, aprendías a pensar y a sostener tus posturas como Dios manda aunque sólo fuera por llevarle la contraria al otro y ponerle más picante al asunto).
Ahora yo ya no grito tanto. Puede que aún de tarde en tarde. Pero puede que ya no tan alto. Puede que no ya con la misma pasión. Está claro que los de detrás vienen empujando. Me han hecho sentir reconfortada.
Pero también muy vieja.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Microabsurdez I

"Ese día en la vida de todo gato en el que, al quitarse el sombrero, ve salir de su testa la biografía del tigre que pudo ser y no fue porque se quedó en ayunas".
Fin de la cita.

sábado, 22 de agosto de 2015

Contradecir a Miss Liberty tiene su precio

Me resulta de todo punto incomprensible que míster Trump esté tan empecinado en hacer del odio cerril al inmigrante su estrategia para acabar gobernando un país que precisamente se hizo de inmigración. Nadar a contracorriente de la propia idiosincrasia es un acto suicida bastante imbécil, que niega quién eres al repudiar tu propia historia. Un salmonete de Queens como él debería saber que Miss Liberty está a punto de dejar su antorcha un momentín para pegarle con la mano abierta.

viernes, 7 de agosto de 2015

La suerte

Salgo del supermercado. Tras la compra de la semana, al fondo de mi cartera queda un billete arrugado y mohíno, muy poca cosa él, de 5 euros. Cinco machacantes que no me llegan para sufragar un billete de autobús que tengo que comprar mañana muy temprano, por lo que no podré entregarme a las transacciones financieras. Cuando dormir es la prioridad no hay tiempo para andar trasteando con cajeros, ergo tengo que ir hasta allí ahora, acarreando una pesada bolsa, y es tarde, y quiero llegar al fin a mi casa para terminar la semana, y mi querida sucursal está a diez minutos de camino, pienso con un fastidiado resoplido interno. Y según lo voy rumiando, me percato de que el universo tenía un rato libre y se ha dedicado a conspirar para que el cajero venga a mí: en mitad de la acera reposa un hermoso billete de 10 euros sumido en el más absoluto de los desamparos, esperando que lo adopten como agua de mayo. Claro que sí, bonito, ¡ven con mamá!
Y éste es uno de los momentos en los que piensas que no es que tengas una flor en el culo, sino que allí te crece el jardín entero.

domingo, 26 de julio de 2015

Piropeando, que es gerundio

Pasé ante una terraza. En su umbral, cual centinela custodio, velaba muy profesional un camarero. Impertérrito, antebrazo extendido, y sobre él, un trapo doblado por la mitad. Y fue en éstas que el trapo se le cayó y se precipitó en un azoramiento a recogerlo. Cuando se incorporó, me interpeló entre apurado y regañón: "¿Ves lo que has hecho? Que me has puesto nervioso. Que no se puede ser tan guapa". Por un momento no supe si me estaba echando un piropo o la bronca, así que hasta me disculpé. Luego me fui, más hueca que una paloma.
Y un poco más luego me puse a pensar en el tema de los requiebros callejeros, tan denostados de un tiempo a esta parte.
Claro, porque muchas veces resultan en acoso, y son desagradables, y también un exponente más del machismo carpetovetónico que tanta raigambre y señorío tiene por estos predios (al igual que en las tres cuartas partes del planeta).
Pero ¿y si, una vez efectuado el diagnóstico, nos equivocáramos en el remedio? Tal vez la solución no pase por prescribir cuanta más asepsia, cuanta más profilaxis mejor. Porque hay que reconocer que el decir y oír cosas bonitas, si son concebidas con respeto y sana intención, salpimentan la convivencia en sociedad, la hacen más cálida y divertida. Una miaja más amena. Y quien diga lo contrario y se rasgue las vestiduras porque le han llamado "guapo" creo que más que guapo es pelín hipócrita.
Eso sí, para que el arte del cumplido abandonara definitivamente el coto del machismo, debería poder ser practicado en igualdad de condiciones en ambos sentidos (galanteo bidireccional), y que yo misma pueda decirle con toda paz a un tío bueno con el que me cruce por la calle: "Eh, tú, sí, tú, el de la corbata amarilla, que me gustas más que levantarme tarde". Y que luego cada uno pueda seguir su camino, él halagado, y yo más que pancha, sin temor de meterme en un soberano lío. Conquistas del feminismo, frívolas si se quiere, muy de andar por casa, pero que serán, más que ninguna otra, el baremo definitivo para demostrar que la igualdad se ha conseguido. Maybe. Someday.

martes, 21 de julio de 2015

Homenaje a Vargas Llosa y González Iñárritu: La ciudad y los amores perros

Hay algo que no te perdono. Por lo que siempre te guardaré rencor. Y no es la traición. Ni las decepciones. Ni todas esas veces en las que me fallaste. Ni las horas de angustia en que me destrocé las uñas. Ni los celos. Ni ninguna de esas cosas horribles que en ocasiones les pasan a los que se quieren... A los que se quisieron.

No van por ahí los tiros de mis reproches. Lo que no te perdono es que me dejaras la ciudad marcada. Como si fuese una vaca. Jugada maestra la tuya. Jugada sucia.
Acababa de pisarla por primera vez, hace media hora como quien dice, con apenas una maleta y ganas de comérmela, y tan vacía de su esencia me viste, que te ofreciste a enseñármela, a llenarme de sus aceras y su cielo. De su amanecer y su noche. De su alquitrán y sus templos. Yo, ingenua y encantada, accedí, creyendo que era un servicio lo que me prestabas, sustituto de Lonely Planet, cuando, en realidad, lo que yo estaba haciendo sin saberlo era echarme la soga al cuello: doble lazada y nudo marinero. De este modo fue como te la apropiaste, a través de mis ojos sin estrenar. Barrio a barrio. Calle a calle. De callejón sin salida a callejón sin salida y sin escatimar. Diste nombre a lo que para mí ni siquiera existía, como un demiurgo. Y sin plano quemábamos suelas durante horas. Viajeros errantes. Colonos sin mesura. Vagabundos audaces. La vivíamos como si fuera nuestra. Conquista de nosotros.

Y ahora que la habito por mi cuenta es cuando cuenta me doy de que no hay rincón o plaza, monumento o antro de mala muerte, ante el que no diga "aquí es donde...", "este sitio me recuerda a la vez en que...", "cuando pasábamos por este parque, él siempre repetía...". Me la cartografiaste. Me regalaste el mapa y luego te fuiste. Me construiste una casa y me dejaste dentro, con la puerta de la entrada cerrada con llave. Y quedó una ciudad tatuada de recuerdos. Cada centímetro de su piel con tu tinta infiltrada, esporas de ti en su aire.

Y es a pesar de esta contaminación que no me marcho. No porque no me duela al respirarla cuando la recorro, sino por orgullo. Podrás quedártelo todo (los libros, las flores que había en las páginas pares, los muebles de Ikea sin desmontar, los discos rayados de tanto bailar, la regadera en que dejaste convertida mi cabeza, las llaves maestras, la luna creciente, tu imagen en todos los espejos, el perro, sus pulgas malas o buenas, el pelapatatas, la felicidad), pero no con el lugar al que yo también tenía derecho. La ciudad es tuya. Pero también es mía: aunque ya no sea nuestra. Las ciudades no deberían pertenecerle a nadie, sólo al mundo, por mucho que de ésta tú parezcas el dueño, ya que inconcebible es la idea de ella sin ti, algo que de mí misma ya no puedo decir. No es que sea tuya. Es que los dos sois la misma cosa. Tú en cada una de sus baldosas. Su anatomía, tu callejero.

Por eso amar al uno era amar a la otra, y a veces os confundía y cuando le declaraba mi amor a la ciudad creía estar todavía enamorada de ti. Pero un día ocurrió algo: a ti simplemente comencé a olvidarte y a ella la seguí queriendo.





jueves, 16 de julio de 2015

Microrrelato de una noche en la que el calor no consintió que yo durmiera

Y fue con aquel beso de él que pretendía ser en la mejilla y resultó, buscado o no, en el inconveniente filo de la boca, como ella lo aprendió todo de ese deseo tan bestial que nada dice pero que en cada acto se nota, porque a duras penas se controla y acaba saliendo siempre cuando no toca.

jueves, 9 de julio de 2015

Final de máster




Bueno, gente, ya está aquí, ya ha llegado, la primera despedida. Supongo que no te lo crees demasiado hasta que abrazas a Dani Quirós, como si estuvieras en la puerta de la Jamboteca y la fueras a ver el lunes y, de pronto, cuando te separas de ella, te sobresaltas al comprobar que esos ojazos negros están llenos de lágrimas. Y entonces no te queda más remedio que reconocerte: ostras, que no es un simulacro, que esto va en serio, que carpetazo, que finito.
En los próximos meses habrá unas cuantas más, aviso a navegantes, para que os vayáis curtiendo los lacrimales y eso. Aunque he de decir que, en cierto sentido, hemos de estar orgullosos de esos llantos. Son la traducción de lo que hemos logrado construir durante todos estos meses. Qué diferencia con aquellos autómatas parapetados tras sus portátiles que el primer día se marcharon a sus casas sin tomarse una triste birra y procurando rozarse lo menos posible, no se fueran a contagiar algo.
Aunque también he de decir que no le veo sentido a llorar en las despedidas. Y no lo digo por mantener esa fama de despiadada que con tanto esfuerzo he cultivado a lo largo del máster y que tampoco es cuestión de echar por la borda a la primera de cambio, sino porque cada vez estoy más convencida de que el mundo no es sino una enorme casa llena de amigos y que, encima, está investido de la misteriosa propiedad del camarote de los hermanos Marx: cuantos más hay, más caben. Que sepáis que vosotros ya estáis dentro. Se os quiere.

lunes, 6 de julio de 2015

Verano en Madrid

Meterte en todo el meollo de un aspersor y darte una duchita a costa de un jardín público hasta salir con el vestido totalmente calado: un placer que no experimentaba desde hará unos dieciséis años. Me chistaba con su insistente ts ts ts, y oye, una no es de piedra.
Alicientes a los 35 grados que marca el mercurio en la calle a las 11 de la noche. Lástima que dos metros más allá ya estuviese de nuevo totalmente seca.

sábado, 4 de julio de 2015

Quincuagésima fáctula en Mayhem Revista: "Ayer ganamos la batalla. Hoy perdimos nuestra guerra"

Con ésta ya van medio centenar de fáctulas en Mayhem Revista, tras dos años de colaboración con sus "páginas". Este número tan especial va dedicado a vosotros, chicos y chicas, que este finde proclamáis vuestro orgullo de amar a quien os dé la gana. Para que un día ya no haga falta celebrarlo como no sea en calidad de excusa para irnos todos juntos de fiesta. Un canto a la igualdad total, en lo bueno... y también en lo malo. Es lo que tiene la normalización completa: 

http://www.mayhemrevista.com/2015/07/03/ayer-ganamos-la-batalla-hoy-perdimos-nuestra-guerra/

miércoles, 1 de julio de 2015

Aventura animada de ayer y hoy en Marruecos

Pongamos que te hallas en pleno secarral marroquí del Anti Atlas. A las cuatro de la tarde. Eso son 45 grados a la sombra... no, corrijo: a la sombra no, principalmente porque no hay ninguna. Has parado un ratito y cuando quieres arrancar el coche, el motor emite un vagido así como agonizante, como diciendo "a mí no me mires, que yo hoy no trabajo". Nueva intentona. Nada. La batería es la gran ausente de la fiesta. Se despidió: Bye, bye, don't cry for me, Argentina.
Así pues, había una mole 4x4 que mover y cuatro muchachas para hacerlo. De manera que ale. Nos arremangamos (las faldas no, porque íbamos con un estilismo más campero), aplicamos las manitas sobre una carrocería en la que se podría haber frito un huevo y todavía te habría salido quemado, y ¡a empujar se ha dicho, que estamos que lo tiramos! Primer embate. El mastodonte rueda un poquito, pero parece que esta fuerza motriz que le insuflamos no le convence del todo, porque como que no acaba de arrancarse el muy castigador. Así que le seguimos tocando las palmas. Segundo intento. Empuja, empuja, empuja... A ver si así... Casi, casi, casi... Parece que... Nada. 
De modo que en cónclave sumarísimo se decidió lanzar el primer SOS. De no se sabe qué catacumbas, aparecieron de pronto cuatro bereberes que se unieron a nosotras en la tarea de embestir. Bereberes, puntualizo, que se encontraban inmersos en pleno Ramadan, cuya observancia implica que nuestros voluntariosos compañeros de empentón llevaban como unas diez horas sin probar bocado ni gotica de agua. Y allí estaban los tíos, bajo el más canicular de los calorets, empujando como si no hubiera mañana, al tiempo que proferían una serie de retahílas a voz en cuello cuyo significado se me escapa. Pero nada. Pese al sacrificio y los alaridos, la cinética seguía sin darse por aludida. 
Cuando ya barajábamos la opción de hacer un agujero en la tierra y quedarnos a vivir allí, apareció providencialmente otro coche. Y la solidaridad se impuso. Nuestro 4x4 fue amarrado con una cuerda verde a la trasera del recién llegado y, ahí sí, éste lo puso en canción, y de paso, en movimiento, y como podéis ver en el vídeo que recoge ese momento catártico, acabó logrando que galopara de lo lindo (y sin aire acondicionado) hacia las puertas del Sáhara, donde pasaríamos una noche acompañadas únicamente de las estrellas, las dunas, cuatro dromedarios y un silencio como no lo he sentido en mi vida (un silencio que se oía), y que sólo se rompió en torno a las dos de la madrugada con unos perturbadores balidos de cabras nómadas que cercaron nuestro campamento como si nos estuvieran tributando perturbadora serenata. Pero claro, ésa ya es otra historia.

martes, 16 de junio de 2015

Del humor negro y otros pecados

Bueno, pues ya tenemos la primera dimisión sobre la mesa. Y no me parece mal, ¿eh? No creo que fuese especialmente necesaria , pero tampoco me sobra.
Simplemente, por aquello del matiz puntilloso, me gustaría apuntar algunas cosas.

Vamos a ver. Es cierto que la corrección política al final hace falta. Si no, acabaríamos cagando donde comemos, y eso está feo. Es la podadora que nos deja el césped igualadito y domesticado para que todos podamos salir a jugar sin peligro de que el taco de la bota se nos incruste en un terrón suelto y nos astille la rótula. La corrección política es exigible a nuestros representantes, porque, de algún modo, se supone que están dando la cara por todos. Pero cabe recordar que cuando el señor Zapata escribió esos tweets, hace cuatro años, sólo se estaba representando a sí mismo, y era muy libre por tanto de decir lo que le saliera de la punta de la húmeda (la lengua, mal pensaos).

Ya, bueno, pero esas declaraciones denotan la estofa moral del bicho, podréis alegar. Y aquí ya es donde el asunto me empieza a chirriar. Esos chistes macabros traslucen, como mucho, un redomado mal gusto, pero no más. El humor negro hay quien lo tiene, hay quien no, como la alergia a las gramíneas. Yo, particularmente, soy la primera a la que jamás le han hecho gracia esas burlas a costa del dolor de otra gente, ya sean judíos o Irene Villa. Pero se las he escuchado a miríadas de personas a lo largo de mi vida. Cuando las pronunciaban desconocidos, esbozaba una sonrisa ecuánime. Cuando había más confianza, no perdía la oportunidad de torcer el gesto reprobatoriamente y señalar lo desafortunado del comentario. Pero en ninguno de los casos he pensado que me hallara ante un nazi o una persona más proclive que otra cualquiera a perpetrar o aprobar prácticas de matarife.

El humor, sea negro, verde o amarillo, no tiene por qué implicar aquiescencia. Muchas veces, ya lo he dicho en alguna ocasión, no es más que un escudo para distanciarse del horror. Así pues, que no venga nadie a decir que se cree de verdad que el señor Zapata se identifica con el contenido de esos chistes, aunque no haya sido acertado en las formas. Todos hacemos comentarios crueles. Varios a lo largo del día. Todos tenemos un pasado y lo vamos dejando desperdigado como miguitas de pan.

Este señor tuvo la torpeza de propiciar que su miga se la tragara el pajarito azul, cuando él probablemente ni se imaginaba que algún día ocuparía un cargo público, y ahora el avecilla se lo pía a la opinión pública. Mala suerte. A apechugar y que cada palo aguante su vela. Pero por favor, lo de afectar indignaciones tampoco. Porque es hipócrita, es demagogo y es oportunista. A reconocer sin pudor que este resbalón ha venido de perlas, que arrimar el ascua a la sardina de cada cual es muy legítimo y más digno que las imposturas. Porque lo de las morales postizas, como los peluquines: cantan a distancia la Traviata y son de pésimo gusto. Casi tanto como los chistes negros.

Por cierto, Guillermo Zapata me dio un cursillo de una cosa muy pro y muy snob llamada "lenguaje transmedia", y la verdad es que no parecía tan mal tipo. Pero como para fiarse. Por sus gracietas los conoceréis.

miércoles, 10 de junio de 2015

Lección de 1º de Política

Ahí va una reflexión tal vez excesivamente perogrullera, pero creo que pertinente, porque es lo que tienen los perogrullos: a veces, de puro obvios, son como el elefante en medio de la habitación que nadie ve.
Ahí va: la etimología va a la raíz, y la raíz clarifica. Etimológicamente, la palabra "política" viene del término griego "polis", con el que se designaba a la forma de organización social que hoy equipararíamos a la ciudad. Es decir, que la política, en su concepción primigenia, desprovista de toda farándula y desvirtuación, es ni más ni menos, el arte de ocuparse de esa ciudad, de lo público.
Cuando un político subordina la política a sus intereses privados y a los de su comandita de paniaguados, normalmente en forma de prebenda espuria (léase "a la saca, y chupa del frasco, Carrasco"), acaba imputado o, en el mejor de los escenarios, como carne de cañón para las burlas de Wyoming. En cualquier caso, como un ser acreedor del desprecio público y representante de una de las profesiones más denostadas, justificante él mismo en cuerpo presente de ese denuesto.
En cambio, cuando un político se vale de la política para tratar de ampliar los derechos de los ciudadanos de la polis (derechos a los que él, por otra parte, no es ajeno y de los que, por tanto, también se podrá beneficiar con honra y legítimamente), esos mismos integrantes de la polis, en el ágora en el que ventilan los asuntos públicos (nuestras queridas redes sociales), se harán eco del legado de ese político, reconocerán su mérito y lo recordarán con cariño y agradecimiento. Eso ha pasado hoy con Pedro Zerolo.
Sencillo, ¿a que sí?

domingo, 7 de junio de 2015

Presente de cumpleaños

Ayer mi editor, y sobre todo amigo, Walter Ventosilla me hizo un regalo de cumpleaños bellísimo. Se trata de un fragmento en vídeo de la presentación de mi novela "Dime una palabra" en el Instituto Cervantes de Nueva York. Un momento que, hasta la fecha, tiene pocos rivales en la contienda de ser por derecho propio uno de los culmen de mi vida, por todo lo que suponía. Un momento que creía perdido en el fárrago del tiempo que ya pasó, pasto de lo efímero, y que, sin embargo, sin yo saberlo, quedó recogido para volver a mí casi tres años después, para el recuerdo, como un hermoso presente (que lo es en todas sus dimensiones: de obsequio, de ahora y de presencia). Siendo, como digo, uno de los momentos más importantes de mi vida, paradójicamente, mucha gente igual de importante, con quien habría querido compartirlo, no pudo acompañarme en él, por aquello de la tiranía geográfica. Ahora se puede enmendar y, juntos, revivirlo. Así pues, gracias por este regalazo.


https://www.youtube.com/watch?v=IpV9han_X-0&feature=youtu.be

sábado, 30 de mayo de 2015

Loukanikos, Lavapiés, lentejas

Diréis que menuda pelma la tía esta, que ya está otra vez hablando de perros, pero qué se le va a hacer: es un ejercicio que estimo muy saludable y que practico de vez en cuando para desengrasar y recuperar fe en la humanidad. Y hoy os voy a contar sobre Loukanikos. Era un can que estuvo en primera fila en un sinnúmero de protestas en Atenas, en los años más crudos de la crisis. Se alineó en el bando de los manifestantes y, allí donde hubiera un jaleo con tintes de reivindicación, allí que estaba, descaradamente encarado con los anti-disturbios, este rubio cuyo nombre significa "salchicha", por lo que se lo dejaremos en griego, que suena más elegante. El caso es que tragó bastante gas lacrimógeno, ya sea porque le daban comida, afecto, o porque simplemente se trataba de un perro jaranero, con querencia por el follón. En cualquier caso, era un chucho valiente, qué diantres. Si los cánidos son el epítome de la lealtad, que suelen rendir al amo, este espécimen fue leal a una causa. Un idealista más entre tantos otros, que haberlos haylos en todas las especies, de todas las patas y por todos esos caminos de la Mancha, que a ver quién me rebate que a Rocinante no se le tuvo que pegar por fuerza algo del tinglado que tenía su dueño en la cabeza, hirviéndole bajo la bacía de barbero.
Bueno, pues no soy yo la única fan de Loukanikos, que, por cierto, murió el año pasado. Ya había oído hablar de su existencia, pero ayer, sin buscarlo, me encontré cenando en un bar de Lavapiés (qué no tendrá ese barrio) que homenajea al perrete de marras. Allí me zampé una hamburguesa de lentejas. También las tenían de avena y de frijoles negros. Osaréis decirme que no es idealismo atreverse con una hamburguesa de leguminosas y que, encima, te salga bien la jugada y esté buena.



lunes, 25 de mayo de 2015

Macao

Dejadme que hoy os hable de una emprendedora de verdad, no de esas de paja y purpurina que las escuelas de negocios manufacturan en serie. Se llama Jhoarís Velásquez. Es venezolana. Y ella enseguida puntualizará: "De Puerto Ordaz, del estado de Bolívar", al parecer la parte oriental del país, donde la gente es más bullanguera y habla más alto. Allí ella se dedicaba al documentalismo. Le gustaba contar en vídeo los problemas de la gente. Tenía un carro, una casa en Caracas y llegó a ser directora de un canal de televisión local. Pero empezó a recibir consignas del alcalde. Amenazas veladas cuando no las cumplía. Al régimen no le gustaba que se saliera de madre con arranques de criterio propio. A las dictaduras (sí, dictaduras) no les gusta la independencia. Ni la audacia. Así que tomó la decisión de renunciar a todo lo conseguido con tal de no plegarse a esa vida dirigida en la que se estaba viendo encorsetada de a poco. Si se dejaba, y casi sin que se diera cuenta, otros acabarían hablando por su boquita. Carpetazo y tabla rasa, con todo lo que eso supone. Llegó a España, a un máster de Periodismo de Investigación. En su primer día, realizó una declaración de intenciones delante de toda la clase, con la cual dejaba poco margen a la interpretación y las medias tintas: "Mi objetivo para venir a estudiar acá es derrocar al régimen de Nicolás Maduro".
Pero derrocar regímenes, aunque sea el de Maduro, es duro. No se tomó Zamora en una hora.
De modo que vinieron las estrecheces económicas. Y a esta mujer hecha a todo no se le cayeron los anillos. De hecho, decidió hacer de la necesidad virtud y ponerse a venderlos. A eso se le llama fabricar cestos con los mimbres que te da la vida en cada ronda.

Esta semana, en país ajeno y de la nada, inaugura su empresa asociada con dos compatriotas. Se llama Macao. Ha aprovechado la tragedia cambiaria que vive Venezuela y ha logrado que sople a su favor, dándole la vuelta a la tortilla. Con un bolívar devaluado hasta cotas imposibles, se ha dedicado a importar bisutería y complementos de reputados diseñadores del otro lado del océano para inundar España con el colorido y la alegría del Caribe. De momento, su tenacidad ya ha conseguido que yo pose de modelo para su catálogo de artículos. Por supuesto las fotos las ha hecho ella. ¿Qué no hará, si ha logrado que me encasquete un turbante rosa en la cabeza? Así que seguid pendientes de las pantallas, que pronto habrá más información de Macao y entre todos podremos hacer que una emprendedora de raza siga nadando.






miércoles, 20 de mayo de 2015

La chica de ayer ahora

Como aquella madrugada no lo tenía a mano, se inventó una conversación con él. Necesitaba hablarle. Y le preguntó:
-¿Sabes qué día ha sido esta noche?
-...
-El cumpleaños de Sara. Lo hemos celebrado hace unas horas. Tú no estabas. El año pasado, cuando cumplió 29, sí estuviste. ¿Te acuerdas de lo que pasó en la fiesta?
Y su silencio dice que sí. "La noche estaba estrellada, tú, guapa y el corazón, tonto".
-Sí, claro... cómo no te vas a acordar. Hay noches que no están hechas para olvidarse. Aunque, en el fondo, todo es culpa de las fechas. Sí. Son las fechas. Estás viviendo sin más y, de pronto, aparece una y... ¡pam! Las fechas son el armazón que sostiene los recuerdos. Y la comparación.
-¿A qué te refieres? -dice él, interviniendo por fin.
-Pues a que las fechas son las que permiten que te compares con el que eras antes. Y, a veces, eso es una verdadera putada. Por ejemplo, me acuerdo de que, hace un año, por estas fechas, esta misma noche, en el cumpleaños de Sara, pude oler tu piel de cerca. Y desquiciarme la cadera de tanto apretarla contra la tuya. Y de que pusimos olores extraños a las flores. Y de que tú me incendiaste los ojos de tal manera que parecía que tras las córneas me habían implantado dos luciérnagas.
-¿Y?
-Pues que en este instante tengo una envidia loca de ésa que fui. No puedo evitar guardarle rencor a aquella de hace un año, que pudo tenerte, que gritaba "carpe diem", sin tener que preocuparse más que de amar, de gozar, de apurar la vida en ese momento, y no de la pena y el vacío de ahora. La pena del hoy, el día en que me han contado que ahora pasas la vida en la cama de otra. Es tan aterrador... Si pudiera avisar a la que era yo hace justo un año de lo que iba a sentir ahora. Celos de mí misma. Nostalgia inaguantable. Ella y yo estamos viviendo la misma noche, pero la suya es tan dichosa y, en cambio, la mía... ¡Estoy volviendo sola a casa! Ja.
Cómo se burla el destino. Ciertamente se ensaña. Supongo que es por aquello de que el universo no se desequilibre. Se me permitió tanta felicidad entonces, que ahora, en el mismo día, tengo que purgarlo. Para que siga funcionando la maldita teoría del caos. El aleteo de una mariposa ya no desencadenaría un terremoto en el otro extremo del mundo si tú y yo siguiéramos siendo felices hoy, después de haberlo sido tanto aquella noche. El mundo estaría mal repartido. Y eso no puede ser.
-Y entonces, ¿qué puede ser? -preguntó él tras mascar el silencio un instante.
-Que Sara, al año que viene, en tal día como hoy, cumplirá 31.
-¿Y, para entonces, qué será de nosotros?
Ella compuso la más estoica de las sonrisas y respondió:
-Pues de nosotros será que no seremos.

¿Cada oveja con su pareja?

Vinieron los dos de Italia. Uno de Milán, hace cuatro años. El otro es florentino y de hace nada. Ambos perdieron a sus pares, entre los hombres y la bisutería del ancho mundo. A una de las réplicas la extravié en una situación abracadabrante cuyo relato, muy a lo zapato cristalino y ceniciento, difiero a cuando no haya niños delante. La otra se apeó de mi oreja de la forma más tonta y a la semana de conocernos. Se ve que le caí mal. Qué se le va a hacer. Pues seguir adelante. Porque no por estar solos dejaban de ser, cada uno por su lado y a su manera, los más guapos del joyero. ¿Por qué retirarlos de la circulación, aparcándolos en el triste destino de los zarcillos que se quedan de non: el desahucio? De modo que hoy les he dicho: "Alhajas, sois diferentes, no tenéis nada que ver, pero ya podéis encontrar temas de conversación y hobbies comunes porque, a partir de ahora, vais juntas". Hoy no tendré perfil malo y perfil bueno, sino asimétricos. Y no me hago responsable de esquizofrenias sobrevenidas y bipolaridades adquiridas por mirarme. La moraleja, pendientes míos, es clara: que estés desparejado no quiere decir que no puedas seguir bailando.



domingo, 10 de mayo de 2015

Historias callejeras

Si nos fijáramos detenidamente en la palma de nuestra mano, descubriríamos alguna línea que jamás habíamos visto. Y aunque tengamos más que vividas según qué calles, en ellas siempre hay sorpresas al acecho que nos pueden saltar de pronto a primera línea de playa. Cómo no reparamos en ese detalle antes. Con lo curioso que es. Hagámonos cruces por despistados.
Yo, en una de mis andanzas por las inmediaciones de mi home, sweet home, he venido a enterarme más de un año después de instalarme en Madrid de que existe una calleja que ostenta este nombre:




Inmediatamente se me han disparado todas las alertas. ¿Quiénes son esos cuatro amigos? ¿Tienen nombres y apellidos? ¿O son los cuatro amigos de los que todos hemos formado parte alguna vez? Intuyo que esta nomenclatura del callejero madrileño se refiere a unas personas en concreto, con rostros e historias bien perfiladas, ya que, de lo contrario, ¿de dónde sacan esa especificación numérica? ¿Por qué cuatro y no cinco o 27? En ese caso, ¿cuál es la identidad que se esconde tras ellos? Y, sobre todo, ¿qué hicieron esas cuatro personas para merecer una calle que rinde homenaje precisamente a su amistad como cualidad definitoria, como atributo a reseñar? ¿Dieron la vida los unos por los otros? ¿Eran todos hombres? ¿Había alguna mujer en el grupo que los volvió locos hasta que decidieron que mejor quedar como amigos, cada uno en su casa y Dios en la de todos? ¿Se traicionarían alguna vez? ¿A qué adversidades hicieron frente juntos? ¿Su amistad se remontaba hasta los remotos días de la infancia? ¿Siguieron siendo amigos hasta el final, o se separarían sus destinos en algún momento?

Demasiadas preguntas, que, tras una búsqueda superficial en Santo Google Omnisciente, se quedan sin respuesta. No existe información aparente sobre esta calle y las personas a las que remite. En cierto modo, deseo que no exista explicación. Seguiré en su busca, por aquello del rigor, pero tampoco insistiré: me parece una opción bastante más sexy tener que inventarme la historia ante la falta de referencias. Me están empujando a ello. Qué remedio.
Como aperitivo, hilando, hilando, me ha dado por pensar que, tal vez, los Cuatro Caminos y los Cuatro Vientos de Madrid, estación y aeropuerto respectivamente, sean en realidad cada uno de los caminos divergentes que acabaron tomando los amigos, empujados por vientos distintos. Tal vez. Quién sabe.

PD. Días después, un amigo al que hice partícipe de esta incipiente investigación, me hizo llegar un dato bastante revelador. Otra calle madrileña cuyo nombre constituye una pieza más del puzzle a formar: ahora ya sé que uno de los amigos se quedó sin pez.


Cuadragésimo sexta fáctula en Mayhem Revista: "Mac Confesionario. Parte II (y última)"

Hace dos semanas os quedasteis con el come come, que yo lo sé, que no me engañáis. Enteraos en Mayhem Revista de cómo acaba esta fáctula y ya no tendréis que perder noches de sueño lidiando con la intriga, que es mala compañera de viaje. Y también para el estómago.

http://www.mayhemrevista.com/2015/05/08/mac-confesionario-parte-ii-y-ultima/

martes, 5 de mayo de 2015

Hay amores que roban

Pongamos que te vas a hacer unas fotos que reflejen tu noble faz en un fotomatón. Pongamos que insertas los 5 euros pertinentes como un buen cristiano. Pongamos que a la máquina la buena cristiandad le importa un carajo y se los traga sin piedad y también sin cumplir su parte del trato mercantilista. Pongamos que la aporreas con saña. Pongamos que la máquina responde con el látigo de su indiferencia. Pongamos que necesitas las fotos con urgencia y la resignación gana la partida. Pongamos que inviertes otros 5 euros en retratar tu efigie (con el morro ligeramente torcido y un ceño que necesita un planchado). Pongamos que hay una reincidencia. No fotos. Sólo la postal que adjunto. Menos mal que está en modo oso amoroso. Qué no haría si estuviera de mala leche. Pongamos que dicen que el amor no se compra. Pongamos que es una inconmensurable mentira. Por 10 euros, te sale eterno. Pongamos que hay máquinas que son más cachondas que la mayoría de la gente. Poesía pura. Sublime recochineo. Jodido fotomatón... mis respetos.



domingo, 3 de mayo de 2015

Destripando Juego de Tronos

Tengo una idea bastante precisa de cómo va a acabar Juego de Tronos, así que, si queréis verlo así, ahí va un spoiler: los caminantes blancos instauran una república y todos los opositores a monarca se quedan para vestir santos. Fin de la historia. 
Yo, en previsión de ello, renuncio desde ya al trono de hierro y me voy con Jon Nieve. 




Como el pobre no sabe nada (ni falta que le hace) agradecerá sin duda mi consejo de que se deje untar por los de los ojos azules a cambio de abrirles una gaterilla de nada en el Muro. En el nuevo régimen, el Lord Comandante y yo vamos a vivir muy bien.


jueves, 23 de abril de 2015

A la caza del periódico

Hoy ya han conseguido desconcertarme a las 7 de la mañana. Resulta que todos los días, llueva, nieve o caigan del cielo deposiciones de paloma, se forma a esa hora intempestiva en el Intercambiador de Plaza de Castilla una aglomeración de penitentes del 20 Minutos que se ponen en ordenada y paciente fila para conseguir su ejemplar. Conmovedora devoción la de esta romería, tal vez un tanto exaltada para algunos de mente práctica, pero nada del otro jueves en cualquier caso. Ya se sabe que, a lo del gratis, todos le hacemos ojitos.
Bueno, pues precisamente este jueves, no se ha formado la consuetudinaria cola. Yo, en mi letargo de indecente currita madrugadora, no me he percatado de esta ausencia hasta que, a mi lado en el paso de cebra, un hombre, con la cabeza vuelta hacia atrás, ha exhalado un imperioso silbido de pastor congregando al rebaño. Lo ha acompañado de un significativo "¡Epa!", voceado en la distancia y enfatizado con un movimiento de brazos con el que señalaba algo delante de él. He seguido la dirección de su mirada y he visto a una marabunta de gente desorientada, vagando errabunda por el Intercambiador como almas en pena, con caras de cordero degollado. Resulta que el repartidor del 20 Minutos hoy se la había jugado y, en vez de apostarse en la usual salida de metro, había plantado su carrito en la diametralmente opuesta. Malandrín. Bellaco.
Pero las cosas no iban a quedar así. De pronto, he sido testigo de cómo una horda de gente se arrojaba sin mesura a cruzar la Castellana a trote gorrinero. Y no es una estampa baladí. Estoy hablando de una cincuentena de personas, con una media de edad de 70 años, que no han dudado en ponerse los bastones y gayatas por montera y lanzarse con sus pasitos cortos y renqueantes a salvar la principal arteria de Madrid para coger un periódico de tres páginas como si no hubiera mañana. En estampida, como los ñus del Rey León que matan a Mufasa. A lo loco. Yo misma he temido morir arrollada por esta avalancha de jubilados madrileños desbocados. La prueba viviente de lo que ocurre cuando hay mucha demanda para tan poca oferta. Clase magistral de economía hecha carne. 
He llegado a pensar que quizás me había flipado y que en realidad llegaban tarde a algún sitio.
Pero no. En cuanto la manada ha alcanzado su objetivo (el carrito) han vuelto a ser los apacibles romeros de todas las mañanas, guardando irreprochable fila de precisión germana, a la espera de su periódico.
Cuando los agoreros llevan años vaticinando la muerte del papel, hay todavía un reducto de fieles que, por hacerse con uno, son capaces de arriesgar su vida de 70 años, bien o mal vividos, a las, recordemos, 7 a.m. Reconfortante comprobarlo en el Día del Libro.
A los compañeros del 20 Minutos, mis más sinceras felicitaciones. Visto lo visto, practicáis un periodismo cojonudo. Eso, o que el repartidor esconde algún tipo de droga entre las páginas.

martes, 21 de abril de 2015

El rojo en la paleta

Le preguntaban que por qué era roja. Le preguntaban que por qué era diferente. Le preguntaban que qué pintaba allí. Tan sin encajar en su descaro singular. Tanta rojez la suya entre tanta grisura uniforme. La roja trató de explicarse: "Soy la que soy. Intentad entenderme".
No convenció ni a los blancos, ni a los verdes, ni a los ocres. Qué incomprensible era que no hubiese nada que comprender.


viernes, 17 de abril de 2015

Una que se mete en todos los charcos

Cuando empezó este año tuve que tomar la decisión, enojosa por demás, de renunciar al teatro, porque entre el trabajo y el máster y el ruso no me daba la vida y no había más remedio y sí un tiempo limitado en el día y en la semana (24 horas, 7 jornadas). 
A día de hoy, 16 de abril, sin saber muy bien cómo, me encuentro de pronto con que sigo enrolada en todo lo anterior y con que no es que esté metida en una obra de teatro, sino que estoy metida en dos. Una en español y otra en ruso. ¿La única conclusión a la que puedo llegar? Pues que, en todito todo, igual que las cabricas: loca como ellas y tirando siempre al monte.
Luego me preguntarán que por qué no fumo y no bebo... pues porque ya veis que drogas de diseño no me faltan.



martes, 14 de abril de 2015

Cuando el periodismo es lo que debería ser

Uno de esos días en los que vuelves a casa sabiendo que sí, que pese a todo no te equivocaste. Que Gabo no lo decía por ser bienqueda sino porque tenía razón. El periodismo es el mejor oficio del mundo. El mejor de lejos, agrego yo.
Ése que te permite estar en un autobús a las diez de la noche, volviendo a Madrid desde un pueblo perdido, y hacerlo en un estado de emoción y felicidad absoluta. Porque una vez más, gracias al periodismo, has podido acercarte a la realidad de otra gente y saber que tal vez puedas hacerla un poquito mejor si cuentas bien su historia. Y te has partido de risa con tu compañero de fatigas fantaseando sobre cómo vais a poner a los malos contra las cuerdas porque entre manos lleváis el próximo Watergate. Y encima te han regalado una caja de palmeras de chocolate. Ésa es la forma en que nos compran a los periodistas. Bendita profesión de locos.

Otra forma de verlo

Efectivamente, todo depende de la luz con que se mire...



martes, 31 de marzo de 2015

CSI Cachorro

Uno de los síntomas típicos de compartir piso con un cachorro más malo que un demonio colorao es llegar a casa y que ésta se parezca inquietantemente a la escena de un crimen en la que todavía no se ha procedido al levantamiento de cadáver (y entendamos por cadáver los peluches de tu infancia, total y sádicamente desfigurados, porque el asesino se ha asegurado de que quedaran irreconocibles para despistar a la pasma). Al menos diremos que los damnificados murieron en acto de servicio.


sábado, 28 de marzo de 2015

Los rusos, ese pueblo que sabe de lo que habla

Toda lengua es también una cosmovisión. Por eso resulta cuando menos curioso enterarse de que en ruso se usa la misma palabra (brak, por si a alguien le interesa) para designar el "matrimonio" y una "chapuza". El que avisa no es traidor.

lunes, 9 de marzo de 2015

La frase de cine de cada día

Es lo que tienen los padres. Que te conocen. Los míos me regalaron un calendario de mesa de 2015 en el que a cada día del año le corresponde la frase de una peli. Y yo suelo hacer trampas, volteando la página por la noche, para enterarme de cuál es la frase del día siguiente, antes de que la del hoy deje de estar vigente. Lo hago un poco por subversión, por travesura, como si estuviese ejerciendo una mínima justicia poética al violar las leyes de ese tiempo que nos viola a todos; porque así siento que ya he vencido a la jornada y que me merezco el descanso del guerrero; o porque a las horas intempestivas a las que suena mi despertador a nadie le apetece ponerse intenso delante de un calendario (la noche es sin duda más evocadora); o por la absurda superstición de que la frase que me anticipo a leer estará vinculada de algún modo con el día por venir y así obtendré las claves orientativas para saber si me conviene salir o no de la cama, como si el calendario fuera una especie de horóscopo, el papelito de las galletas chinas de la suerte o uno de esos epígrafes que hay al inicio de los capítulos de ciertos libros para indicar por dónde van a ir los tiros (ya sean metafóricos o literales, que ya se sabe que en las novelas todo puede ser).
El caso es que acabo de girar la página de mañana y me ha saltado a los ojos una de esas frases que resumen la creencia medular de cada cual. Ésas en las que te reconoces plenamente pero dicho con palabras de otro. Magia pura. Uno de esos pilares, en fin, que vertebran el chiringuito que cada quien tiene montado en la cabeza y que le explican, interpelándole y comprendiéndole en lo más íntimo. La frase que me ha despertado este respingo y este rollo que os estoy soltando dice así:
"Nunca estás acabado si tienes una buena historia que contar y alguien a quien contársela".
Touché. That's exactly what I think and feel. Podría decírtelo en todos los idiomas, pero, para el caso, patatas.
De inmediato me he dado cuenta de que no he visto la peli en la que dicen esta frase. Jamás me habría olvidado de esta frase.
Así que he consultado el título y he comprobado que no es sólo que no haya visto esa peli, sino que ni siquiera la había oído nombrar. Tampoco me habría olvidado de este título: "La leyenda del pianista en el océano".
Guau. Toma ya. Tengo que verla.
Para ponerme más en contexto, la he buscado acto seguido en Nuestro Señor Google Omnisciente y así es como he descubierto que su autor es el mismo que firma otra de esas pelis que contienen una de mis "frases medulares", tan sencilla como capaz de ocupar en su totalidad el proyecto de una vida: "Hagas lo que hagas, ámalo como amabas la cabina del Paradiso". Exacto (estaba chupao), "Cinema Paradiso", cuyo final me pongo de vez en cuando en Youtube si me apetece ver (y escuchar) cosas bonitas. Así que, signore Tornatore, dos de dos. A eso en mi tierra se le llama hacer pleno. Sin ninguna duda, usted y yo tendríamos un ratico de conversación.