Uno de los síntomas típicos de compartir piso con un cachorro más malo que un demonio colorao es llegar a casa y que ésta se parezca inquietantemente a la escena de un crimen en la que todavía no se ha procedido al levantamiento de cadáver (y entendamos por cadáver los peluches de tu infancia, total y sádicamente desfigurados, porque el asesino se ha asegurado de que quedaran irreconocibles para despistar a la pasma). Al menos diremos que los damnificados murieron en acto de servicio.
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