miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cuento de Navidad neoyorquino: antes de que el árbol se encienda te mentiré tres veces

La serie de cuentos neoyorquinos empezó con uno de Navidad y, por aquello de cerrar el círculo, con uno homónimo va a acabar (aunque siempre quepa la posibilidad de un epílogo). Allá va:

Érase una vez una reportera dicharachera (y muy caradura, como se comprobará más adelante) a la que se encomendó cubrir el encendido tradicional del árbol de Navidad en Rockefeller Center. A nuestra personaja nadie le había avisado de que existía una lista en la que habían podido inscribirse desde tiempo atrás los periodistas de bien de la Gran Manzana para asistir a la ceremonia con unas mínimas garantías informativas. Por no llevar, no llevaba ni su acreditación de prensa investida de poderes mágicos para abrir puertas. A última hora, por precaución, cogió la de una compañera de trabajo. Por si las moscas. Vamos, que iba totalísimamente a pelo. Así que se encaminó hacia allá en modo populacho, dispuesta a verlo todo como cualquier plebeyo hijo de vecino. Pero se dio cuenta de que así no iba a llegar a ningún sitio. Ya no hablemos de grabar algo en medio del apretado gentío. Conversando con un policía, guardián de la Quinta Avenida, se enteró de la existencia de esa lista destinada a los periodistas que contemplarían el acto desde un observatorio privilegiado, al que ella no había sido invitada. "Qué ultraje -pensó-. Esto no ha de quedar así".

De modo que se dirigió al lugar donde se estaban registrando los reporteros que se hallaban allí con todas las de la ley, y dijo con aplomo a la piar:
-Vengo de Efe, la mayor agencia de noticias en español.
La piar sonrió y consultó, como es de rigor en estos casos, la lista enormérrima plagada de nombres legítimos.
-Lo siento, no la encuentro -Vaya. Menuda sorpresa-. ¿Ha confirmado su asistencia?
Cara de "por supuesto, ¿por quién me toma?". Primera mentira.
-¿Cómo se llamaba la piar con la que lo confirmó?
Cara de "no me irrite, ¿no ve que soy una mujer ocupada y con mil cosas en la cabeza como para retener esas nimiedades?".
La piar quedó intimidada e indagó:
-¿Puede que con Nancy? ¿O tal vez con Megan?
Cara de "estoy recuperando la memoria por momentos", y toda la carne en el asador en una apuesta a la desesperada por...
-No estoy segura, pero juraría que fue con Nancy... Segunda mentira.
-¿Me puede enseñar su acreditación de prensa, por favor?
Cara de... más bien intentar poner la cara que aparece en la foto de una acreditación que no es la tuya, por lo que tampoco es tu cara. Tercera mentira.
Como no estaba segura de que la transfiguración facial le hubiera salido bien al cien por cien (porque conseguir invocar una cara que no es la tuya es un arte que tiene su miga), la reportera se preguntó para sus adentros con angustia: "¿Qué tipo de piar será ésta?".
Para su fortuna, resultó ser de ésas que se pueden clasificar como poco-pejiguera-y-demasiado-apurada-para-fijarse-en-fotos. Vio una melena castaña y no vio más.
-Por favor, coja una cookie y un café y pase a primera fila para escuchar a Rod Stewart cantar villancicos delante del árbol.
-Cenquiú.
Cara de caradura.

Esta historia tiene moraleja: ¿cómo puede acabar con final feliz un cuento que estaba tan mal planteado desde el principio? Pues con tres mentiras, picaresca española, y un grosor de morro que no lograría igualar ni toda la silicona reunida por el gremio internacional de cirujanos plásticos en su cena de empresa de esta Navidad.

PD: como en los cuentos los malos siempre tienen que recibir su castigo, el karma hizo que se me congelasen los dedos de los pies.

¡Felices fiestas!

jueves, 22 de noviembre de 2012

Apuntes provisionales de Chicago

1- El nombre de la ciudad proviene de un dialecto indio y etimológicamente significa "Cebollas olorosas". Si alguien tenía queja sobre lo poco acertados que habían estado sus padres al bautizarle, ya puede consolarse.

2- Han instalado su estación de bomberos en el mismo punto en el que se originó el incendio que la arrasó en 1871. Ciudad precavida vale por dos.

3- Lo que más os interesa: ¿Cuán intensas son las ventosidades de Chicago? Vale, entre las ventosidades y las cebollas mentadas en el punto número 1, le voy a crear una inmerecida fama de maloliente a la pobre urbe que tampoco es cuestión, de modo que reformularé la pregunta. ¿Cuán ventosa es Chicago? Ventosa en grado 6,75, lo cual en la escala BIMCCOB (Brigada Inspectora de Maños Catadores de Cierzos y Otras Brisas) equivale a "Boh, pues no es pa' tanto".

















 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Veremos si sopla el biruji...

Mañana me voy a la ciudad del viento. Y no es Zaragoza. Por eso, la BIMCCOB (Brigada Inspectora de Maños Catadores de Cierzos y Otras Brisas) acreditaremos si merece ese apelativo o si todo es puro márketing, en cuyo caso procederemos a retirárselo para vergüenza y oprobio de quienes la apodaron así. 
Chicago, there we go!

lunes, 12 de noviembre de 2012

¡Biba la hortografía!

Si don Miguel de Cervantes se diera una vueltecita por Washington Heights, en el alto Harlem, y diera con este letrero, me atrevo a asegurar que diría: "Vive Dios que desconozco en qué idioma está escrito eso".

Él diría eso. A mí se me cayeron los ojos. Ahora los llevo en una faltriquera. Voy buscando a ciegas a alguien piadoso que me los quiera volver a insertar.

Different New York

¿Quién dijo jungla de cemento? Esto también es Nueva York. El metro llega hasta aquí.


 Esta araña era maravillosa. El color y los arabescos de su ¿lomo? son un prodigio de la naturaleza, sin duda.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Llegó con tres heridas: la de la vida, la de la muerte, la del periodismo

Estos días tengo una llaga en la boca que se llama periodismo y que se llama "El País". 129 despidos. Se suman a un drama caudaloso que va ya para largo. Tras un mes de negociaciones, el último intento de presión fue la huelga. Y aun así, el periódico salió. Ése es el gran fracaso. Aquellos días de noviembre, "El País" no habría tenido que llegar jamás ni a los quioscos ni a las pantallas.

Éste es todo el argumento que necesitaban para justificar los despidos. Como no podía ser menos, en la tribuna de hoy, lo esgrimen. Como para no. Servido les viene en bandeja. "La redacción de EL PAÍS llevó a cabo tres días de huelga como protesta por las medidas anunciadas, en defensa de sus intereses y en apoyo a su comité de empresa. Cerca del 80% de la plantilla la siguió. Pese a ello, el diario salió a la calle, aunque perjudicado en su calidad, y mantuvo en permanente actualización las versiones de la web, que obtuvieron un tráfico récord durante dichas fechas".

Al menos tienen la vergüenza torera de admitir la merma en la calidad. Tras la coletilla con retintín de que la web obtuvo "un tráfico récord", se olvidan de apostillar que, quizás, ese pico de audiencia se deba a que la gente se quiere enterar de los abusos. El caso es que no les culpo de que se hayan defendido así. Aquellas jornadas tuvo que haberse producido una huelga de bolis caídos. Que paren las máquinas. Que junte letras su tía Lola. Dejarlas de juntar hoy, para poder juntar más y mejor mañana.

Lo peor que puede pasar es que creas tener un derecho que, en realidad, no puedes ejercer. Y el derecho a la huelga está viciado, por el miedo o la desesperanza de que vaya a cambiar algo. Y entonces poseer ese derecho es lo mismo que blandir papel mojado. Está vacío de contenido. Deslegitimado. Y la gran tragedia de nuestros días es que, con tal de seguir trabajando (y más aun en algo "de lo tuyo", que eso ya es la repanocha de los privilegios) , bajamos a remar a galeras y, encima, damos las gracias. Si no te gusta, hay 1.000 más en la puerta que lo harán por ti y por la mitad de precio. Y que pondrán el culo para que les den por detrás si se tercia. Nos tienen cogidos.

Damos por supuesto que la información saldrá, por arte de birlibirloque. Saldrá, pero os digo a costa de qué: de jornadas laborales que se extienden hasta tierras sin colonizar, de trabajar cuando no toca, de situaciones precarias, de sueldos de miseria, de recursos inexistentes, de malabares y milagros, de falta de dignidad. De que los medios de comunicación se conviertan en prostíbulos donde te abres de piernas por dos perras gordas.

Y el buen periodismo, el que busca el rigor, no es una conquista de facto, que podamos dar por hecha y acabada. Y no pocas veces lo olvidamos. Portadas como la que llevaba esta misma semana "La gaceta", con un titular que decía "Será constitucional, pero no es matrimonio", en alusión a la decisión del Tribunal Constitucional sobre los matrimonios homosexuales, prueba que escribir panfletos es fácil. Hacer periodismo de verdad no lo es. Y no quiero decir con esto que "El País" sea perfecto, ni mucho menos. Pero al menos tiene la vocación de informar con unas garantías de deontología y profesionalidad, que no son sino un refinamiento alcanzado por las sociedades democráticas. Eso, y no "trabajar de lo tuyo", es el verdadero privilegio. Uno que nos hemos ganado y al que, en ningún caso, deberíamos renunciar.

Lo único que puedo decir a los que recibieron un email cobarde en el que se les notificó que se prescindía de sus servicios es que el capital más valioso no se lo queda la empresa. Se lo llevan ellos: el buen periodismo. Y que la solución no pasa por claudicar, ni abjurar de la profesión, por mucho que, cada vez más, en vez de una profesión parezca una causa perdida. Pero es lo que tienen las causas perdidas, ¿no? Una vez que te enamoras de ellas, estás jodido, amigo: te quedas pillado por mucho que duelan. A fin de cuentas, ni ahora ni nunca ha sido éste un oficio de cínicos. Y la prueba es que ya lo dijo en su momento Ryszard Kapuscinski. Y, ya que estamos citando a hombres sabios, termino con una frase de Carlos Fuentes que leí esta semana, por si sirve de algo:
"Empecé a escribir para vivir [aunque ahora sea una hazaña]. Seguí escribiendo para no morir [y esto es tan cierto ahora como el día en que alguien juntó dos letras por primera vez y nos condenó a los demás a llegar con tres heridas: la de la vida, la de la muerte y la del periodismo].

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Premonición peliculera

Cada día estoy más convencida de que soy bruja. Ahora es cuando el gracioso de turno aprovecha la coyuntura para apostillar: Eso ya lo sabía yo desde hace tiempo, sin necesidad de que vinieras tú a confesar tus faltas.

Insultos a mi persona aparte, el caso es que, esta mañana, en el metro, me he puesto a pensar en el nombre de Steven. Como veréis, es el pensamiento más aleatorio y absurdo que a alguien se le puede ocurrir un miércoles por la mañana en un vagón de metro. Tal vez se tratara de una asociación de ideas, porque mi casero se llama Steve y era la última persona con la que había hablado. Sumamente estúpido de todos modos, y "random", como dirían aquí

Sin embargo, unas horas después, todo ha cobrado sentido. Y es que me han anunciado que, muy pronto, iba a entrar una persona con ese nombre en mi vida. Lo tendré que entrevistar la semana que viene. Como digo, se llama Steven. Se apellida Spielberg.

Trabalenguas atmosférico

Y después de "Sandy"... ¡una de nieve en Nueva York!






La meteorología está encabronada. ¿Quién la desencabronará? El desencabronador que la desencabrone, buen desencabronador será.