viernes, 21 de octubre de 2016

Las chupadas, para los chupa-chups

-¿Me puede decir dónde queda este número, señor?
-Sí, mire, justo ahí enfrente lo tiene, señora.
-Ay, muchas gracias.
Hasta aquí, un intercambio de señas en la calle de lo más correcto. Un diálogo anodino de los que trufan ese diario entrecruzarse de los transeúntes por la vía pública. Y justo a continuación, el hombre que ha suministrado las indicaciones, que va acompañado de otros dos, se vuelve en dirección a ella, que ya no puede oírlo porque está cruzando el paso de cebra, y añade para información de sus compadres: "De nada, mujer. Una chupadita y ya está".
Dolorosamente asqueroso. O asquerosamente doloroso. Por eso, sencillamente, sigue haciendo falta el feminismo. Porque esto que presencié forma parte de la misma rampante subcultura machista que hace que sea candidato a la presidencia de EEUU un tipo que, entre las innúmeras lindezas que le adornan, alberga el firme convencimiento de que un varón, cuando es una estrella (y encima lo dirá por él), puede manosear a una mujer; o que una panda de tíos mierda que, acertadamente, hacen llamarse "la manada" gocen violando en grupo a dos chiquillas, creyéndose, imagino, muy machos por la hazaña.
Por eso hace falta el feminismo.
Seguirá haciendo falta hasta que no haya un solo hombre al que se le ocurra, siquiera en broma, ni por debajo de la corrección política que le impide decirlo a la cara, que la mejor manera que tiene una mujer de agradecerle unas indicaciones en la calle sea chuparle la verga.