lunes, 5 de noviembre de 2018

Los cuentos pendientes: "Las encías van al pan"

Hoy comienzo a colaborar en una nueva sección de El Periódico de Aragón llamada Más Voces. Mi experimento se titula "Los cuentos pendientes", y en él desgranaré verbalmente mis sarpullidos mentales. Sí, lo sé: como carta de presentación, resulta una delicia. Pero me han dado entera libertad, y eso ya se sabe que es un peligro. También un privilegio y un regalo. Por eso, me tomo esta oportunidad con todo el agradecimiento y la ilusión del mundo, y lo escribo desde el más entusiasta de los cariños.

Para debutar, pasen y lean este "Las encías van al pan".

https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/escenarios/encias-van-pan_1321301.html

viernes, 19 de octubre de 2018

Big Bang

Un mundo. Y otro más. Que fueron uno solo, y ahora sólo son dos asteroides desmigados, desamigados; errantes en unas órbitas que se evitan en paralelo, poniendo de por medio 500 años luz. Pero un día de tantos, en el año 501 antes de un dios que aún está por inventarse, las trayectorias parabólicas se darán de bruces; un par de planetas ebrios entrando en colisión a la salida de un baño de bar, y, después de tanta cosmología en común, serán incapaces de mirarse cara a cara, y de admitir: Esa tierra la conozco. Allí solía ser feliz.


domingo, 16 de septiembre de 2018

Un cachalote en Madrid

A veces, la evidencia está delante. Y es una evidencia obscena, tan obscena como una ballena varada en el páramo de un río sediento. Tan sediento como ella, tras haberse equivocado de corriente. Ir buscando las profundidades y encontrarse de pronto embarrancada en plena pleamar. Una que duele como sólo pueden hacerlo los lugares extraños, los mundos hostiles en los que no se sabe respirar. Territorios desconocidos a los que uno desconoce cómo llegó a parar. A ese punto en el que escala desde el vientre una soledad que no le cabe, que la va a hacer reventar. Porque no la escogió, porque su único pecado fue perder el rumbo, y atracar donde nunca quiso. Donde no la quieren.

Eso les sucede a las ballenas tontas. O a cualquiera en realidad.

Es una evidencia. Grande y obscena, como ella. Acaso sea, esa evidencia, lo único que tiene. Y la tiene ante sí. Imposible no verla. Imposible ya engañarse. El mundo lo grita: "¡La tenéis delante!". Pero, ¿y más adelante? ¿Qué tiene? Pues tenga tal vez que removerse, mientras implora que venga de rebote, a lamer el río sediento, una corriente clemente que la desencalle. Que, igual que la trajo se la lleve. Si pone de su parte, si se lo cree, si la dejan, empezar de nuevo. Que la devuelvan al mar. Con un poco de suerte, sigue abierto.



sábado, 28 de julio de 2018

Eclipse

Dicen que la Tierra y la Luna siempre andaban juntas. Y dicen también que, en concreto, la Tierra andaba de mal café, después de que un tal Copérnico la hubiera degradado, despojándola de la gozadera y los privilegios de siglos de geocentrismo.
Como necesitaba desfogar la frustración de lo perdido, la Tierra, que era dominante y orgullosa, la emprendió con su compañera de fatigas, a la que fatigó con tantos agravios y menosprecios (que si tienes el cutis lleno de cráteres; que si se te nota un pelín pálida, hija, a ver si te bronceas... o igual es que ni el sol te quiere ver; que si tan pronto adelgazas como engordas, ¿qué tienes por metabolismo: un yoyó de mierda?), esculpidos con tal convicción, machaconería y mala baba, que se hicieron tabla de la ley en la mente de la lunita lunera, quien terminó sojuzgada por completo. No más que un satélite dócil, dispuesto a orbitar, ella sí, en torno al ombligo despechado de la Tierra, que le exigió:
"Tú, a mi sombra, por siempre de los siempres".
Y, especialmente, cuando estaba llena. A fin de cuentas, la Tierra no era tonta, y vislumbraba -oh, peligro, peligro- el agravio comparativo que entrañaban aquellas redondeces de fulgor blanco capaces de enamorar a todo un planeta. Una evidencia que cualquiera habría podido ver, excepto, claro está, la propia interesada. De esa ceguera se aprovechaba la Tierra mala, y le repetía:
"Tú, a mi sombra, por siempre de los siempres".
Pero no hay tiranía que dure cien años. Porque cierta noche, quiso la fortuna que un loco que andaba a oscuras por los caminos mirase al cielo y reparara en aquella moneda de luz, que, como extraviada, lanzaba sus tímidos resplandores desde el fondo negro de un bolsillo. Tal vez, sin ella saberlo, quería que la encontraran. Apenas la divisó, ése que es considerado por las glosas el primer lunático de la Historia, la señaló al tiempo que exclamaba:
"¡Qué hermosa es!"
Todos los presentes siguieron la dirección de su dedo, y a eco le dieron la razón:
"¡Qué hermosa es!"
A la Luna discreta, acostumbrada a su segundo plano, todos los complejos le enrojecieron al verse blanco de tanta atención admirada, y de la rabia que le empezó a erupcionar a la Tierra hasta sacarle granos (se ha constatado que varios volcanes vomitaron lava aquella noche). Nada más lejos de su intención, aquel rubor sólo logró hacerla más impresionante.
"Oh, ¡es hermosísima en verdad!", se maravillaban los terrícolas.
Cuanto más se extasiaban ellos, y más se enfurecía la déspota, más encarnada se ponía la Luna, y también más bonita.
"¡¡Escóndete, tápate, que no te vean... Eso es: avergüénzate, porque eso es lo que das: vergüenza!! -se desgañitaba la Tierra, tratando de ocultarla- ¡¡Tú, a mi sombra, por siempre de los siempres!!".
Desquiciada como estaba, incapaz de contener aquel sonrojo, a la Tierra, aquella noche de luna llena, se le marearon los mares, las mujeres se le pusieron de parto, y algunos hombres se convirtieron en lobo. Tal era el poder de la Luna, que, al fin, se dio cuenta. Por eso, a partir de entonces, sale a lucirse en el cielo todas las noches, sin asomo de sombra. Y cuando alguna vez la Tierra rencorosa la engaña de nuevo para que se eclipse, todos los lunáticos, que no hemos podido olvidarla jamás de los jamases, salimos a buscarla y le pedimos que vuelva. Le decimos que queremos verla. Por siempre de los siempres.

lunes, 23 de julio de 2018

Juego de manos

Tu mano sobre el respaldo del sofá, y, si sólo la movieras un par de centímetros, tus dedos tocarían mi cabeza.
Una vez allí, podrían pasearse por el pelo, desenredarlo o justo todo lo contrario: liarlo mucho, liar las cosas; con mi nuca en tus manos, liar las palabras, enredar las bocas.
No tendrías más que dejarla, a tu mano, en ese punto; que se acerque, que se pose. Y tal vez rodáramos por el sofá, tal vez caer o caernos, tal vez nos confundiésemos. ¿A esto se refieren con la teoría del caos? Tal vez. Ojalá.
Pero veo que tu mano permanece muy quieta. Que aguarda tras la barrera, a la distancia de un sofá. Y así es como los deseos del deseo se quedan sólo en deseos meros, meros sin mar; sin ocurrir. Lástima que no se te ocurra. Lástima de esos dos centímetros. Lástima esta inmovilidad.
Así el azúcar no se quema, la chispa no se prueba. Las ganas se convierten en ceniza. Te veo la mirada huidiza. Así no hay quien calcine un sofá.
Cuando sólo tendríamos que aguantárnosla. La mirada. Y, sobre todo, alargar los dedos, pasar de los juegos de palabras a los de los hechos. Esos en los que los cojines acaban por el suelo.
Pero hasta que tus falanges no muevan el culo, todo será pura figura retórica. Coño, que me invadan ya. Pero no, qué va. No jugamos.
Tus dedos quietos, tan cerca como para estar lejos, no mueven ficha, dejan la poesía incumplida, la intención escondida, en elipsis la partida.
Y, así, tu mano en el sofá no es más que una oportunidad perdida.

jueves, 19 de julio de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Marea de Libros, del periódico Navarra.com

Cuando Blanca Luz Miranda -excéntrica octogenaria, cabeza de un imperio textil- paga 20 millones de dólares por un cuadro del pintor Martín Pendragón, una de las periodistas que se encuentra en esta subasta neoyorkina, no sale de su asombro. La joven, de origen español, decide entonces indagar qué hay detrás de la sorprendente compra, que se he convertido en la más cara de la Historia del Arte.
Este es el detonante que abre 'El color de la luz', la segunda novela de la escritora y periodista Marta Quintín (Zaragoza, 1989), que publicó su ópera prima ('Dime una palabra') con una editorial hispana en Nueva York.
Este año, la autora ha publicado por primera vez en España de la mano de Suma de Letras. A través de un relato marco, el de la periodista que trata de recomponer qué ha llevado a la anciana millonaria a desembolsar esa cantidad para hacerse con el Pendragón, narra una historia de amor y misterio.
Como una suerte de detective improvisado, la reportera abandona la Gran Manzana y regresa a Madrid, donde la espera Blanca Luz para, grabadora en mano, narrarle su historia, un relato lleno de vericuetos y enigmas.

Desde los locos años veinte en París hasta la actualidad, pasando por la Guerra Civil y el Franquismo, Quintín retrata la vida de Miranda y Pendragón, así como la de un elenco de personajes que orbitan – a veces , a su pesar – alrededor de estos singulares personajes.
La autora reflexiona sobre los amores imposibles, el miedo, la traición, la culpa y el poder redentor del arte, así como sobre esa eterna disyuntiva: ¿el amor o los sueños? Los constantes saltos temporales dotan de ritmo a la narración, que suma también largas cartas escritas por los protagonistas.
El humor también está presente en la obra, especialmente en las voces de la reportera y de Blanca Luz, irónicas y perspicaces. Una novela que mantiene la intriga a través de distintos giros y que ofrece piezas al lector para elucubrar su teoría hasta conducirle a un desenlace en el que todas la cartas se ponen sobre la mesa.

miércoles, 4 de julio de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Na Marta i els Llibres

http://namartaielsllibres.blogspot.com/2018/06/resena-el-color-de-la-luz-de-marta.html

Los Personajes.
Los Personajes principales de esta historia son Blanca Luz y Martin Pendragón.
Porque fueron una “excelente idea en papel y una realidad desastrosa”

“La felicidad son pequeños intervalos que dos personas roban para encontrarse”

Los principales secundarios están llenos de vida y pasión como los protagonistas. Personajes de gran carisma. Hacen de engranajes para los protagonistas. Son:
Francisco Miranda: Padre de Blanca y profesor de pintura de Martín Pendragón.
Sofia Miranda: Hermana de Blanca Luz.
Jose Maria Casabella. Chema para los amigos. : De carácter noble y leal. Es el mejor amigo de Martín. Existe una gran unión entre ambos.

“imagina lo que supone ser el tipo gracioso, afable, bonachón, regordete..”
“condenado a vivir eternamente a la sombra del amigo genial..”

Eduardo Izquierdo. Amigo de Martin.
“la vida esta diseñada para pasar al siguiente capítulo”

Grabielle. Mujer fuerte, paciente, con tesón y con un amor incondicional hacia Martin.
“el destino nos compensa cuando la vida nos concede nuestros deseos, cuando ya no los queremos…”.

Mis impresiones.
Estaba tan absorta leyendo el libro, que no me di cuenta, casi hasta el final, que no conocíamos el nombre de la periodista. Sumamente conquistada por la historia. La escritora, ha sabido conjugar muy bien ese elemento, haciendo creerte que eres el personaje de la periodista, haciendo participe de la historia de una forma directa y personal. Concurrimos parte de la trama. Llegas a comprender y amar, a la vez, a los personajes. Entiendes muy bien sus idas y venidas. De hecho, los protagonistas se definen como el mito de Andróginos, dos mitades destinadas a buscarse y encontrarse.

Novela intimista, de género narrativa romántica, muy bien construida donde confluyen dos tiempos. La escritora ha sabido, muy bien, como reflejar cada época. Utiliza palabras más formales y correctas cuando están en uso de Blanca Luz, y frases más coloquiales y modernas en el presente de la periodista.

Me gusta el final de la historia del cuadro. Pero sobretodo, el final de los protagonistas. Las idas y venidas no siempre son buenas, al menos eso creo yo, pero no siempre podemos tener/desear ese “final feliz” que tanto nos gusta. Este es el tipo de historia que me gusta. La real. La que te hace sentir y sufrir, por partes iguales.

Tengo que mencionar, además de la sinopsis de la contraportada, la portada me pareció preciosa. Llama mucho la atención. Es importante destacar la frase que sigue al título del libro “Todos los cuadros encierran una historia”. Que gran verdad.

De hecho, en el libro hay varias referencias a varios cuadros y mitologías. No podía ser de otra manera. Como el cuadro “Saturno devorando a su hijo” de Francisco de Goya.


Quiero mencionar un par de frases del libro, que me enamoraron nada más leerlas y me gustaría compartir:

“en ese pequeño hueco que queda entre tus brazos, fui el hombre más feliz del planeta. No necesitaba otro lugar para vivir. Era mi casa”

“me olvidé de que más allá se extendía otro mundo inmenso. Y de que también ahí fuera cabía la felicidad, aunque fuera de otra forma”.


Felicito a su autora por este trabajo. Me ha encantado el libro y lo recomiendo leer. Es una historia inusual. Una historia que no deja indiferente al lector. Deseando leerla de nuevo. Seguro que nos vuelve a sorprender.

El libro consta de 425 páginas y de un Epilogo. Para mi gusto, un epilogo corto, pero acertado para el final de la historia del cuadro.

Por último, quiero agradecer a Suma de Letras por el envío del ejemplar para la lectura y posterior reseña. Ha sido un placer, hacer mi primera reseña con esta magnífica obra de libro. ¡Muchas gracias!

miércoles, 27 de junio de 2018

"El color de la luz" en Alagón

Una preciosa tarde presentando "El color de la luz" en Alagón, el lugar donde le abrieron las alas a mis historias cuando era una niña y que hoy me ha abierto los brazos para acogerme con tanta generosidad, en un marco privilegiado para una novela sobre arte. La literatura y la pintura, juntas en el Museo Hispano-Mexicano, en el que incluso brilla la luz de un Goya. Muchas gracias a todos por hacerme este regalo. Siempre es un placer volver.










jueves, 21 de junio de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Cultura-te

El color de la luz es un libro muy bonito, posee cierto aire de secretismo idóneo para los más curiosos y relata dos historias en una: una periodista con instinto infalible busca lo que se esconde tras el hecho de que una anciana, conocida gerifalte de un imperio textil, haya pagado veinte millones de dólares en una subasta en Nueva York por la obra cumbre de Pendragón, que por muy maravillosa que fuese, tal cantidad de dinero era demasiado. Lo que la periodista desconoce, y que irá descubriendo poco a poco gracias a una petición de la anciana, es todo lo que se cuece tras ese cuadro en particular, la segunda historia, la historia de Pendragrón y su musa. Historia, arte y sentimientos se suceden entre unas líneas que no pueden ser más cuidadas, y gracias a una pluma que no puede ser más extraordinaria.
París, Nueva York, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española son los magníficos enclaves donde se desarrolla la novela. La autora une presente y pasado para componer una obra de narración exquisita, que cuenta el amor, más que imposible lo definiría como complejo, por culpa de las odiosas inseguridades que acechan a las personas de manera implacable, entre un pintor y su musa, y que otorga una importancia señorial a los detalles –aquí he de felicitar con mayor énfasis a Marta Quintín porque ha sabido transportar al lector al verdadero ambiente, e incluso pensamiento, de un auténtico artista–.
Siempre he creído que los artistas –pintores, escultores, escritores…– observan el mundo a través de la magia, una magia que les crea una particular sensibilidad que los hace únicos, diferentes. Así es Martín Pendragón, especial desde niño, incapaz de no dibujar en cualquier superficie, incapaz de reprimir su magia, incapaz de no aceptar la ayuda de Francisco Miranda, el maestro que decide concederle el empujoncito que precisa para poder volar, el padre de Blanca Luz. Oh, Blanca… ¡qué tontos somos cuando nos dejamos vencer por el miedo!
El color de la luz es una historia clásica, de la vieja escuela, de esas que perdurarán en el tiempo como una novela “de las de siempre”, entrañable, que te abraza desde el principio con tanta calidez que, al terminarla, sientes vacío, aunque es un vacío que, al mismo tiempo, te roba una sonrisa… una sonrisa de verdad, de esas que no se desvanecen durante unos interminables y hermosos segundos y que surge cada vez que tus ojos se cruzan con el lomo del libro cuando fijas tu vista en la estantería, algo inevitable, sencillamente porque, ¿quién no querría saber cuál es el color de la luz?

lunes, 18 de junio de 2018

Presentación de "El color de la luz" en Alagón

En casa siempre tratan bien, por eso vuelvo pronto. En esta ocasión, a Alagón, el primer lugar donde vieron la luz mis historias, unas que hablaban de la vida de un paraguas, de la ingratitud sufrida por una esponja, o de la amistad que se forjaba en una perrera entre chuchos tan abandonados como valientes. En su Biblioteca parece que estos relatos gustaron; lo suficiente como para premiarlos en el certamen Tomás Seral y Casas, un reconocimiento que me dio fe para seguir escribiendo. 
Dieciocho años después, este viernes 22 de junio, regreso para presentar "El color de la luz", el fruto de esa confianza que me regalaron. Un reencuentro que tendrá lugar, gracias a la maravillosa idea de Inma Callén, ¡en un museo!
Mejor marco para una novela sobre arte no puede haber. Más ilusión no me puede hacer. 
¡Allí, observados por los cuadros, nos vemos!



Si Mahoma no va a la montaña...

Después de meses dándole esquinazo al vía crucis de hacer una excursión a Ikea para comprar una estantería en la que depositar los libros que hasta ahora se hacinaban en cajones, se ocultaban en armaritos y se amontonaban en precarias torrecillas erigidas en rincones indignos y aleatorios de la casa, ayer por la noche, la montaña decidió cortar por lo sano y apostarse frente al portal de Mahoma en forma de una alacena de mimbre abandonada que parecía construida ad hoc para darle hogar a tanta página desamparada. Y ahora aquí está. En el salón, cabía justo en el hueco. Atiborradita de libros. Ahora sí, por fin, la casa es casa.




jueves, 14 de junio de 2018

De pronto, verde


Es lo que tenemos los pésimos jardineros. Que, con nuestras malas artes y peores mañas, seríamos capaces de convertir a una ceiba milenaria en un arbusto esmirriado. Y de secar a un cactus. 

Qué desventura no le aguardaba, por tanto, a un pobre kalanchoe, que llegó a casa todo reventón, de un verde en el que daba gloria cuasi reflejarse, de puro lustre; que, incluso, en sus buenos días (cuando todavía no andaba a merced de las zarpas equivocadas), cuenta la leyenda que alumbró flores rosas; y que, oh casualidad, en cuanto quedó encomendado bajo la protección dudosa que ofrecemos los pésimos jardineros, comenzó a ver cómo esas mismas hojas resplandecientes se mustiaban irremediablemente, se retraían, se les ponían gachos el haz y el envés, y se cubrían de una capa negra mohosa que daba bastante lástima y, a qué engañarnos, también mucha grima. 

Hubo que cortarle todas las ramas, una a una, pero no se tiró la maceta. Ahí quedó el kalanchoe, despojado, mutilado, a la espera (loca esperanza) de que, algún día, le viniese la inspiración y renaciera.
Se ha pasado más dos meses en un estado catatónico, imperturbable en su aspecto desolado. Yo, desde luego, ya lo daba por desahuciado, no abrigaba la más mínima duda sobre su condición de cadáver, una víctima más de la larga y vergonzante estirpe de los pésimos jardineros, que me señalaba y me culpaba con sus ramas descarnadas, y únicamente la pereza me impidió tirarlo, o más bien, no saber dónde dejarlo. Dime, Bécquer, cuando las plantas se mueren (o las matan los pésimos jardineros), ¿sabes tú adónde van?
El caso es que, al parecer, a espaldas de mi escepticismo y bajo la capa de tierra, estaban ocurriendo cosas, porque el otro día sorprendí, brotando de ese esqueleto demacrado... ¡pum!, ¡el milagro!
Esos botones verdes abriéndose camino me emocionaron más de lo que jamás habría imaginado. Podría soltar ahora mismo una filosofada muy sesuda y lacrimógena sobre la vida que aguanta, que se aferra, que pugna, que es tenaz, que surge cuando menos te lo esperas.
Pero, a riesgo de parecer una taza de Mr. Wonderful, me limitaré a decir: Eh, que no se os olvide, si este kalanchoe ha podido, ¡vosotros podéis!
A pesar de los pesares. Incluso a pesar de los pésimos jardineros.
Pd: doy permiso a Mr Wonderful para que estampe esta foto en una de sus tazas. Es la autoayuda hecha planta.


martes, 12 de junio de 2018

Entrevista sobre "El color de la luz" en Heraldo de Aragón

http://antoncastro.blogia.com/2018/060901-marta-quintin-de-el-color-de-la-luz-.php

[Este fin de semana, Marta Quintín (Zaragoza, 1989), firmará ejemplares de su segunda novela, ’El color de la luz’ (Suma de Letras), una novela sobre la obsesión, la pasión imposible, el arte y la creación.

¿Cómo nació en ti la pasión por la literatura? Ganaste muchos concursos de cuentos.    

Es una pasión innata. Hay testimonio gráfico de que, antes siquiera de aprender a leer, ya me dedicaba a hojear cuentos y a inventármelos sobre la marcha mientras pasaba las páginas. De la mano de ese fervor por la lectura vino, como no pocas veces, la pulsión de escribir mis propias historias. Eso me llevó a presentarme a varios concursos de relatos, y ganar algunos, como el Tomás Seral y Casas de la Biblioteca de Alagón, me dio fe para pensar que la literatura podía ser lo mío.

¿Quién te marcó, quién te despejó el camino y cómo lo hizo?

Supongo que los escritores a los que he leído. Ellos son mis maestros, los que me han enseñado cuanto sé. Y un poco más pegado al día a día, mi familia, amigos y profesores siempre me han alentado a escribir, y esa confianza lo es todo.

¿Qué fue primero, el periodismo o la literatura?

La literatura. El periodismo sólo fue una forma de profesionalizar mi vocación por la escritura. Y es cierto que encontré en ello un oficio muy bonito, puede que el mejor del mundo, que diría Gabriel García Márquez, siempre y cuando se practique en condiciones.

¿Desde cuándo el arte es una de tus  pasiones?

Cursé el Bachiller de Humanidades, y una de las asignaturas era Historia del Arte. Entonces descubrí lo mucho que me interesaba, y quise profundizar mis conocimientos durante la carrera, escogiendo más asignaturas relacionadas con él. Además, siempre me ha gustado visitar museos y exposiciones. Con esa base acometí la novela, aunque luego tuve que documentarme mucho más, y me reafirmé en que es un mundo fascinante.

Todo empieza en Nueva York con una subasta de ‘El grito’ de Munch. ¿Qué pensaste, qué se te ocurrió?

Estaba trabajando en esa ciudad, en una agencia de noticias, y me habían asignado cubrir las subastas que se celebran en Christie’s, Sotheby’s... un cometido que, por mi afición al arte, me encantaba. Aquella noche de mayo, se subastaba la última versión que quedaba en manos privadas de esa obra tan emblemática, y las expectativas sobre el precio que iba a alcanzar eran altísimas. Y, efectivamente, se cumplieron, ya que se batió el récord de cotización: 120 millones de dólares. Esa anécdota me llevó a meditar sobre qué impulsa a alguien a desembolsar una cantidad tan exorbitante por un cuadro, y aunque los motivos suelen ser especulativos, opté por darle una vuelta de tuerca y fabular acerca de una historia de amor que recorre todo el siglo XX, y que explica por qué alguien querría, no sólo conseguir, sino recuperar una obra de arte a todo trance.

Hay tres personajes claves. La galerista, el pintor y una periodista. ¿Cómo decidiste unirlos, qué te interesó, cómo quería anudarlos o mezclarlos?

A través de esa anciana que puja por el cuadro y del pintor quise tratar el amor imposible, el que emana de la propia naturaleza humana, de nuestros miedos, inseguridades, incongruencias y debilidades, y no ése tan manido y, a mi juicio, artificial, que fracasa por culpa de un condicionante externo, como una diferencia de clase social, unos padres que se oponen, un malentendido, un iceberg... En cuanto a la periodista, es un catalizador para que se cuente la historia, de una manera más ágil y fresca, tejiendo también una relación intergeneracional con la anciana, y reflexionando, por medio de ella, sobre el proceso creativo y la escritura.

¿Tuviste algún modelo real en la cabeza, Pollock y Peggy Guggenheim, por ejemplo?

Cualquier pintor de vanguardia, visionario e incomprendido puede ser un trasunto del protagonista, Martín Pendragón. Quizás al que tuve más en mente fue a Picasso, con su potentísimo caudal de genio y sus relaciones tormentosas.

Dinos un poco cómo son cada uno de ellos…

El personaje más complejo es la musa, Blanca Luz Miranda. Quise dotarla de muchos claroscuros, que fuera voluble, egoísta, caprichosa, incoherente... A riesgo de que cayera mal y de que costara empatizar con ella, mi intención era que el lector honesto pudiera decir: "Jolín, si, en el fondo, en algunas cosas, me parezco a ella". Aunque siempre prefiramos identificarnos con el héroe, en realidad todos, en algún momento, somos tan inconsistentes como esta mujer y, así, hacemos daño a quienes nos rodean, aun sin pretenderlo. Y eso no obsta para que también se pueda sentir compasión por ella, porque, al final, sabotea su propia felicidad con ese carácter tan complicado que tiene, del que es su primera víctima. El pintor, Martín Pendragón, es un hombre más de una pieza, entregado a sus pasiones, que ve más allá, un adelantado para su época, y que sufre por ser consecuente.

¿La novela es una meditación sobre el vínculo entre el artista o la musa, o la ligazón, casi enfermiza, entre la galerista y su artista, con dominios casi alternos?

Hablo de dos pasiones: la pasión por el arte y la pasión por una persona, y cómo a veces eso choca. Te tiran ambas con la misma fuerza, cada una de un brazo, y te acaban descoyuntando. Ambas corren en paralelo a lo largo de la vida de Martín Pendragón, revelándose incompatibles muchas veces, pero al mismo tiempo, nutriéndose la una de la otra. Establezco una analogía entre el amor y una vocación artística. Por ejemplo, en un momento dado, él dice que el ser humano se dedica a cosas tan poco prácticas como pintar cuadros que no colgarán de ninguna pared y a enamorarse de gente que jamás le corresponderá.

¿Querías hacer una novela sobre la complejidad del amor, sobre las pasiones imposibles, casi sobre la sinrazón?

Sí, sobre esos amores que son imposibles por nosotros mismos, y que aun así, sobreviven al tiempo, de una manera irracional, sí, pero también inevitable. En este caso, se trata de un primer amor que marca la vida de los protagonistas, que los lastra y los condiciona, y que los aboca, con una suerte de fatalidad, a buscarse y a rehuirse a lo largo de los años, a encarnar el refrán de "arrieros somos y en el camino nos encontraremos". Un no pasar página que los condena, pero del que también nace algo bello, como es el arte de Martín.

¿Qué significa el París del arte para ti?

Es una época que me encantó recrear, aquellos años veinte en los que París era el centro del mundo, con toda su bohemia, pero también su penuria, y, sobre todo, el empuje creador que entró en ebullición allí, con esa fuerza; esa ingenuidad incluso, que llevaba a los artistas a atreverse a todo, a subvertir y a cuestionar con tanta audacia; y esa camaradería que hacía que unos y otros se estimularan a intentar cosas nuevas, a desafiarse... Siempre me fascinan esos periodos de la Historia en los que, en unos años y en un lugar, convergen los mejores. Entonces, la humanidad siempre da un paso adelante.

¿Por qué es Marc Chagall tu artista favorito?

Lo digo en la novela: porque en sus cuadros parece que estás dentro de un sueño. Su forma de usar los colores, que la gente vuele por el espacio y esté cabeza abajo... Además, la cultura rusa me gusta mucho, y él plasma esas influencias muy bien, aunando tradición y modernidad de una manera muy personal. Es de esos pintores que logró crear un mundo propio.

La novela es una reflexión sobre la obsesión, la fatalidad y tal vez la mentira. En su noche de bodas, a blanca Luz se le escapa un nombre sorprendente…

Sí, en la novela, el pasado nunca acaba de pasar, está constantemente volviendo a por los personajes, porque no han sabido, o no han querido, cerrar bien las heridas. Y eso pasa siempre que no eres honesto contigo mismo. Cuando te engañas, acabas engañando a los demás, y sembrando dolor. Por ejemplo, sí, pronunciando el nombre menos indicado en el momento más inoportuno... Y hasta aquí puedo leer.

¿Qué le debe la novela al periodismo?

Es su punto de partida, ya que la génesis de la novela se produce cuando yo estoy trabajando de corresponsal. Le rindo homenaje a eso a través del personaje de la periodista, en la que algunos pueden encontrar cierto alter ego. Ella presencia la subasta, le pica la curiosidad sobre por qué la anciana ha pagado semejante montante por el cuadro y decide comenzar a investigar, y a utilizar una técnica periodística como la de la entrevista. Eso le confiere dinamismo al libro y un toque de misterio, a medida que va descubriendo qué se esconde tras esa adquisición, que todo no es lo que parece, y que las cosas suceden, al final, según las cuentas. Y, en eso, ella tiene mucho que decir.

‘El color de la luz’ es una novela sobre la creación y los secretos del arte. ¿Qué has aprendido de la pintura y de los pintores?

Trato la pintura, y el arte en general, como un reducto que nos permite redimirnos. Un bastión hermoso y con valor que nos sitúa por encima de nuestras miserias, y que dota de sentido a lo que no lo tiene. Al final, el arte nos salva, nos recuerda que somos capaces de crear algo que nos trasciende. O, al menos, nos mantiene ocupados en un propósito por el camino, y lo embellece. Que no es moco de pavo.

Cuál es tu relación con el lenguaje, cómo quieres escribir, ¿qué buscas?

Busco que la vida se vea de otra manera a través de las palabras. Crear imágenes, mirar lo que miramos todos los días desde otra perspectiva, por medio del juego, explorando los límites del lenguaje, sus maravillosas posibilidades. Emocionar. También hacer pensar. Dar vida a una historia, en definitiva. Ser esa narradora a la que le pides que te cuente un cuento al calor de la hoguera. No más.

¿Cuál será tu próximo proyecto?

Todavía no lo sé. Tengo otra novela terminada, pero en un cajón, no sé qué ocurrirá con ella, si habrá alguna oportunidad de que vea la luz. Y luego tengo ideas... Falta trasladarlas al papel. A ver si me pongo.

"El color de la luz" en Zaragoza









Historias a medias

Lo peor de dejarlo fue que no me dio tiempo a acabar el libro que él me había dejado a mí. No es justo.
Lo nuestro se había terminado, de acuerdo, pero no así la novela que Andrés se apresuró a empacar junto a las otras cuatro cosas que tenía en mi casa. El precio de que las perdices no cacarearan el punto final en nuestro cuento de hadas fueron los puntos suspensivos que pasaron a indefinidos en la página 187, capítulo IV, cuando los alienígenas se apoderaban de un supermercado, y se dibujaba con tan certera maestría el viaje psicológico que sufrían las mentes abducidas de los clientes, las cajeras, los repartidores e, incluso, de la gerente del establecimiento, que intentaba matar a todos con una lechuga de oferta, convencida de que se trataba de un mortífero bazuca.
Lo primero que hice tras la ruptura fue buscar un ejemplar en las tres bibliotecas de la ciudad, pero era una edición rara, no lo tenían. Tampoco en las librerías, ni siquiera en tapa blanda. Estaba descatalogado.
Lo cierto es que olvidé a Andrés más bien pronto, pero aquel libro se me quedó rondando en la cabeza y clavado en el corazón. Por eso, ahora, cada vez que conozco a un hombre que amenaza con prestarme algo para leer, le ruego que por favor no lo haga, so pena de que sus libros resulten más memorables que él. Ya tengo ensayada la sonrisa y la frase con la que declino el ofrecimiento. Más de lo mismo.
Lo de siempre. Me miran comprensivos, pensando que hablo de nosotros y de la dificultad de consolidar relaciones, cuando les aclaro: "No, gracias. No quiero arriesgarme a que la historia se quede a medias...".
Lo peor, naturalmente, es que nadie entiende a qué me refiero.

miércoles, 6 de junio de 2018

Espíritu joven

Será cosa de la edad que crece, que me ha inspirado este cuento.

Sus 85 años le dijeron a los casi 62 de la atónita pasajera que se bamboleaba en la barra del autobús: "Siéntese usted, señora, que los asientos son para los viejos"

lunes, 4 de junio de 2018

Cuatro elementos

Una playa desierta
Un embarcadero que dejó de usarse hace tiempo
Y hace tiempo de tormenta
Es inminente que esa agua se encuentre con esta agua, en la que se pierden la tierra y el sol
Los cuatro elementos son lo mismo
¿Tal vez sea el fin del mundo? No.
Solo mar adentro.





viernes, 1 de junio de 2018

El color de la luz en el parque

Así firmaba, así así.
Así firmaba, así así.
Así firmaba, que yo la viiii
Preciosa tarde en la Feria del Libro de Madrid. Mil gracias a todos los que la hicisteis posible.






lunes, 21 de mayo de 2018

Firma de "El color de la luz" en la Feria del Libro de Madrid

Son muchas las ilusiones que publicar una novela trae bajo la tapa. Una de las más bonitas, para mí, era tener la oportunidad de sacarla a pasear por El Retiro, con ocasión de la Feria del Libro de Madrid, que comienza el próximo viernes. 

Pues bien, ahí estaré, haciendo doblete. Que os paséis a verme puede ser la excusa perfecta para que disfrutéis de una tarde gloriosa de primavera por el parque, ya sea el jueves 31 de mayo, en la caseta de la Fnac, o el 7 de junio, en la de Casa del Libro (de jueves a jueves, y además, con los 29 años recién estrenados). Ya veis que el plan no presenta demasiadas fisuras. Os espero.





miércoles, 9 de mayo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en Universo La Maga

http://www.universolamaga.com/color-de-la-luz/

Marta, la joven periodista que cubre las subastas de arte en la ciudad de Nueva York, contempla, tan asombrada como el resto de los asistentes, a la anciana señora de ojos enigmáticos que acaba de conseguir, por una cifra astronómica (después de pujar ferozmente), el cuadro de Martin Pedragón. La ve salir de la sala, altiva, abrazada a la tela, indiferente al murmullo de los presentes.

Marta se pregunta qué esconden la sorprendente tela y la frágil anciana, intuyendo que de alguna manera están vinculadas. Lejos está de sospechar que ella será la encargada de sacar a la luz la historia del más famoso pintor de la época y que la anciana resulta ser Blanca Luz Miranda, empresaria de éxito y conocida gerifalte del mundo textil. No esconde que el objetivo de amasar una gran fortuna es comprar arte.

También está lejos de sospechar que la millonaria la ha elegido para contar su historia. Ella será la encargada de desvelar el secreto siguiendo los tiempos que marca Blanca Luz.

Un amor imposible

Nos sumergimos de lleno en una novela que narra una historia de amor. De un amor al que vemos crecer, que perdura en el tiempo, a pesar de los altibajos, como si los vaivenes de la historia los zarandease uniéndolos y separándolos a su antojo. Un amor que ha sido imposible y ha marcado a los protagonistas profundamente.

No es un amor perfecto; la desconfianza, el egoísmo, la necesidad (a veces enfermiza) uno del otro, los separará y unirá. Una historia tan variable y tan cruel como los tiempos que les ha tocado vivir.

Blanca Luz lo ha sido todo para el artista desde que con apenas veinte años la conoció. El padre de Blanca Luz, el profesor Francisco Miranda, supo descubrir que Martín era un joven diferente y apostó por él, rescatándole de la vida que le tenían preparada.


Un recorrido a través de la Historia

Con un tono intimista, la autora nos traslada por diversos escenarios: la ciudad de Nueva York, la pequeña ciudad de provincias del Norte de España donde nació el amor entre Martín y Blanca Luz. París en los años veinte, adonde llegó Martín sin saber el idioma, sin dinero y con el corazón roto. Su refugio en La Ruche, la vida bohemia que descubrió, su contacto con los artistas más relevantes de la época. La Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, hasta el Madrid de los años ochenta.

Blanca Luz es un personaje singular. Veremos evolucionar a esta joven (decidida, alegre, bella, con ideas claras) hasta convertirse en un personaje no muy agradable: manipulador, voluble, en continua lucha de su corazón con su cerebro, no dudando en pasar como una apisonadora por la vida de amigos, arroyando todo a su paso.

Marta es una periodista honesta que, aun sabiendo que tiene en sus manos una gran historia, está dispuesta a no dejarse manipular por la millonaria. Si es preciso renunciará a todo si no se le permite llegar al fondo. Porque la misma historia puede ser muy diferente según el relato. Ahora, más que nunca, Marta está decidida a descubrir el vínculo entre la obra de arte y la millonaria.

La Historia, con mayúsculas

La novela contada con ritmo pausado, nos mete de lleno en una época difícil y en los entresijos de un amor del que podríamos decir: “ni contigo ni sin ti”. Unos años en los que lo difícil era sobrevivir, tanto a nivel físico, sentimental como ético. Los actos de engaño y traición pueden llegar a ser incluso justificables si los miramos sin ánimo inquisidor, dejando aflorar un soplo de ternura en nuestros corazones.

Como telón de fondo la Historia, con mayúsculas. Un siglo complicado que jugará con la vida de los protagonistas y demostrará que nada es definitivo. El arte es el hilo conductor de la trama, pero también la amistad, la generosidad, a la vez que el egoísmo y el engaño se utilizan cuando sus personajes lo ven apropiado.

Si te gustan las novelas de amor no edulcoradas bien contadas, con personajes que te atrapan, con sus grandezas y sus miserias, hasta llegar a considerarlos tuyos, seguro que vas a disfrutar con «El color de la luz».

jueves, 3 de mayo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog The lonely book

https://thelonelybook.wordpress.com/2018/04/30/el-color-de-la-luz-de-marta-quintin-maza/


Escritura: 4
Argumento: 4
Personajes: 5
WorldBuilding: 3
Desenlace: 4
La puntuación final del libro es: 4

Reseña del Libro

El Color de la Luz es la segunda novela de Marta Quintín Maza, una zaragozana nacida en 1989 que ha disfrutado de contar historias cortas desde que era una niña hasta que decidió dar el paso y lanzar novelas. Su primera novela fue “Dime una palabra”, a pesar de que actualmente solo está a la venta “El Color de la Luz”, su novela más reciente.

En cuanto a la escritura de su libro, se podría decir que tiene algunos errores generales, como párrafos demasiado extensos o capítulos demasiado largos que hubiesen quedado mejor dividiéndolo en varios, pero no es algo demasiado importante, más aún considerando la edad de la escritora, ya que es una escritura bastante buena para solo ser su segunda novela.

Sin embargo, lo que más destacaría es la forma en que esta contada. Al fin y al cabo, la historia que cuenta es una especie de biografía contada por otra persona. Este tipo de historias tiene el problema, de que la persona biografiada no esta contando su propia historia, sino que lo esta haciendo un tercero. De esta manera, la historia contada tiene que centrarse en lo que conoce la persona que la está contando, debiendo de dejar fuera cualquier parte privada que no pueda conocer por algún medio (carta del biografiado, o que el mismo se lo haya contado).

Este estilo de escritura, si está bien escrito, luce mucho, pero al mismo tiempo también es peligroso de escribir. En este caso, Marta ha sabido manejarlo bastante bien, sin embargo, algunos puntos de la historia me han resultado raros la forma en que están contados. Por estas razones, a pesar de que en general esta bastante bien escrito, no he podido darle la máxima puntuación.

En lo referente al argumento del libro, me ha parecido algo innovador. No solo la forma en que está contado, sino la historia en sí. Partiendo de la base de que no suelo ser un lector de romántica, y que tampoco soy un amante del arte, la historia ha sido apasionante. Es de elogiar en un autor, cuando es capaz de transmitirle a sus lectores, un gusto por algo que no tenían antes. En mi caso, gracias a esta lectura, he empezado a mirar a la pintura de otra forma, principalmente a los sentimientos que hay detrás de un pintor al crear sus cuadros.

No obstante, la razón de no tener la máxima puntuación se encuentra en el desarrollo del argumento. Tanto el comienzo como el final consiguen enganchar muy bien al lector, lo hacen una lectura rápida y entretenida. Sin embargo, hay varios puntos de las partes intermedias del libro que pierden algo de emoción, pero sin llegar a ser aburridos.

En cuanto a la construcción de los personajes, es la parte mas destacable del libro. Lograr que empaticemos y tengamos sentimientos por los distintos personajes de la historia es uno de los trabajos más difíciles del autor, porque, para eso, tiene que conseguir dar vida a personajes de ficción.

No obstante, Marta consiguió, no solo que yo me identificase y empatizase con uno de los protagonistas, sino que también le escribiese a una amiga que también se ha leído el libro para decirle cuanto odio al otro protagonista. Ese momento, en el que ya incluso lleva a una persona a compartir los sentimientos que tiene sobre un personaje, con otra persona, es donde se demuestra la buena construcción de los personajes que tiene el autor.

Sin embargo, en la construcción del mundo en el que se desarrolla la historia es donde mas fallos encuentro. Al comienzo del libro y hasta la mitad más o menos, franja en la que la historia se desarrolla en pocos lugares, la construcción del mundo esta genial, permitiéndole al lector imaginarse dentro de la historia. No obstante, en cuanto empieza a acelerar la historia, avanzando épocas y momentos, puede llegar a volverse un poco caótico, sobre todo cuando se cambia de plano en medio de un capítulo, de un párrafo a otro, sin separación ninguna.

Por último, el desenlace ha sido sencillo, en el que la autora ha terminado de afianzar toda la historia haciéndolo de manera simple y tranquila. En mi opinión, ha faltado esa ultima chispa que provoque el suspiro del lector al cerrar el libro por ultima vez. Por esa razón, no ha tenido la mejor puntuación, pero, aun así, ha sido una buena forma de terminar el libro.

En conclusión, “El Color de la Luz” es un libro que recomiendo a cualquier lector, independientemente de que lea romántica o no, ya que personalmente es una historia emocionante, de la cual incluso he aprendido algunos valores relacionados con los pintores, como pueden ser la autosuperación y la pasión por tu trabajo.

No obstante, como comenté antes, esta es la segunda novela de una autora joven, a la que le queda todavía mucha carrera por delante para perfeccionar su escritura y su estilo. Por esa razón, tras ser este el único libro que he leído de ella, estoy deseando ver como mejora y se desarrolla como escritora y, sin duda, leeré su próximo libro.


miércoles, 25 de abril de 2018

Tertulia literaria sobre "El color de la luz" en Canal Saturno, de Aragón TV

¡Ayer salí en la tele, hablando de "El color de la luz"!
Aquí os dejo la tertulia literaria que compartí con las escritoras María Frisa y Ana Matallana en el programa Canal Saturno, de Aragón Televisión. A partir del minuto 30,30:


23 de abril

Celebrando el Día del Libro en Zaragoza, con "El color de la luz", un clavel, y mis amigos de la librería París. ¿Para qué quiero más? Muchas gracias a todos los que os acercasteis a compartir esta fiesta.


Firmando, que es gerundio...

martes, 17 de abril de 2018

"Me congratula..."

Cuando tenía 10 años, escribí un cuento que trataba sobre la vida de un paraguas. En él desgranaba sus desdichas cotidianas, las expectativas que encerraba para él un día de lluvia, y le inventé una parentela en la que figuraban la sombrilla y el bastón. Quedó bastante simpático, de modo que mis padres me animaron a enviarlo a un concurso de relatos cortos, en la categoría junior, que organizaba la Biblioteca Municipal de Alagón, un pueblito a poco más de veinte kilómetros de Zaragoza.

Aún recuerdo aquella mañana de sábado en la que mi padre subió a casa con el correo y me anunció que había una carta a mi nombre. Abrió el sobre con pose de intriga y comenzó a leerla en voz alta. Fue así como me enteré de que mi cuento sobre la vida del paraguas había ganado el primer premio. "Nos congratula comunicarle...". Nunca había escuchado el verbo congratular, pero enseguida intuí que significaba algo muy bueno. Desde entonces, siempre asocio esa palabra con noticias bonitas. Porque ésa lo fue, y mucho. Era, ni más ni menos, la primera vez que alguien (sin ser de mi familia) creía que sí, que mis historias podían merecer la pena. Y lo que me dio fe a mí para creerlo también.

Lo confirmaban las 20.000 pesetas (en efecto, pesetas, modo viejuno-arcaico on) que, a su juicio, valía el cuento. Eso sí, había una condición: tenía que gastarlas en libros. Si me conocéis, deduciréis que a este ratón impenitente de biblioteca el requisito no le supuso ningún problema. El 23 de abril, día glorioso donde los haya por serlo del Libro y de Aragón, celebraron en el Ayuntamiento una ceremonia, que se me antojó grande, solemne y emocionante, (¡toda una fiesta literaria!) en la que me entregaron el premio. 

Las librerías de Zaragoza que canjeaban el cheque eran dos: la Central y la París. Y allá que me encaminé poco después con mi padre, erigido en asesor literario, porque semejante montante no se trataba de una inversión menor. Había que escoger los volúmenes con tino, y, para evitar el atracón de celulosa, fueron varios los viajes que tuvimos que hacer a esos santuarios de la letra. En todos salimos cargados con bolsas llenas hasta los topes, de páginas (las de "La flecha negra", de Stevenson, "El conde de Montecristo", de Dumas, o las del verde de Harry Potter, "La cámara secreta"), con las que comencé a nutrir mi propia biblioteca, esa que ha sido siempre compañera, amiga y maestra. La que, en fin, me alentó para seguir escribiendo, apoyada en todos los que se habían consagrado a ello antes que yo, enseñándome, guiándome, haciéndome feliz.

Y esta batallita, ¿a santo de qué?, preguntaréis llegado este punto. Pues al de que este lunes, 23 de abril, glorioso día del Libro y Aragón, 18 años después (toda una mayoría de edad) de aquel sábado en el Ayuntamiento de Alagón en el que empecé a creer que el sueño era posible, estaré firmando por la mañana mi segunda novela, "El color de la luz", en la caseta de una librería zaragozana. ¿Adivináis cuál? Pues sí, casualidades de la vida, una que tiene nombre de capital francesa. Una que, a cambio de 20.000 pesetas, le puso cimientos a la vocación de una niña que quería ser escritora. 

La vida a veces tiene puntazos. ¿Que no?

PD: la firma de por la tarde en el estand de la Casa del Libro también molará un montón. ¡Estaré encantada de veros por allí!

PD2: Por si a alguien le queda la duda, 20.000 pesetas son 120 euros. De nada.







lunes, 16 de abril de 2018

Firma de "El color de la luz" en la Feria del Libro de Vallecas

Una muy bonita mañana de sol firmando "El color de la luz" en la Feria del Libro de Vallecas. Gracias a mi amiga Yolanda por abrirme tan generosamente las puertas de su caseta y de su librería La Verde. Fue un placer.







martes, 10 de abril de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog El mundo de Aylavella

http://elmundodeaylavella.blogspot.com.es/2018/04/el-color-de-la-luz-de-marta-quintin.html


Esta novela fue una lectura simultánea del grupo #Soyyincanera. Por sus comentarios en twitter y luego las reseñas que fueron publicando sus miembros, vi que fue un libro que gustó mucho y decidí leerlo.

Estamos en 1982 en Nueva York. Se celebra una subasta en la que un cuadro enigmático del pintor Martín Pendragón alcanza la friolera de 20 millones de dólares, una cantidad nunca pagada hasta entonces por una obra de arte.  Nuestra protagonista, la que nos va a contar la historia, es una periodista española afincada en esa ciudad. Es testigo de la lucha encarnada para hacerse con el cuadro entre una persona anónima que puja por teléfono y Blanca Luz Miranda, una octogenaria empresaria española. Al final es esta última la que se hace con el cuadro y no espera a que se lo manden, sino que lo coge y contemplándolo fijamente, como si no existiera nada más, se marcha llevándoselo consigo.

Lo ocurrido esa noche en la casa de subasta deja a nuestra periodista con ganas de saber porque ese afán de la empresaria por hacerse con el cuadro y decide ir a Madrid e intentar conseguir una entrevista con Blanca Luz. Esta se la quita de en medio con cajas destempladas, pero unos días más tarde decide que la periodista será la que cuente su historia en un libro y no parará hasta convencerla. Al principio es algo reacia a dejar su vida en Nueva York para escribir la historia de esta persona y su relación con el cuadro y el pintor, pero tanto le llama la historia que no dudará en dejarlo todo y trasladarse a Madrid para que Blanca Luz le vaya desgranando su historia. Una historia que empieza en 1919 en una ciudad del norte de España cuando Francisco Miranda, profesor de arte y pintura, y sus hijas se trasladan a una nueva ciudad y allí conocen a Martín Pendragón, un chico llamado a ser un gran artista.

Como veis la trama promete. Y no digo que este mal, pero sí que he de reconocer que esperaba algo más, posiblemente tantas buenas reseñas me habían predispuesto a encontrarme con una novela que me emocionara más. Es una historia bien escrita, con una trama interesante, pero que creo que a veces me ha resultado algo previsible y que da vueltas sobre lo mismo. La historia está bien contada, aunque también es cierto que el lenguaje, a veces, me ha resultado algo rebuscado. Los personajes principales son Blanca Luz y Martín, y a través de los recuerdos de la primera y con alguna que otra carta del segundo, vamos a ir conociendo la historia de estas dos personas a lo largo de muchos años y varios lugares, como París, el pueblo del norte de España, Madrid… Se van ir encontrando y desencontrándose. Hay más personajes, pero son secundarios, como Sofía, Chema, Eduardo, Franscisco, etc.   Y en el presente, 1982, las protagonistas son Blanca Luz y la periodista (de la que no se nos dicen su nombre). Todo gira en torno a la empresaria, el cuadro por el que ha pagado una salvajada y el pintor que lo pintó, Martín, y la historia entre ellos. Tengo que decir que no he empatizado con Blanca Luz, me ha parecido una mujer egoísta y en cierto sentido cobarde, y tampoco he congeniado con la periodista, pero no por nada, simplemente su historia es mero acompañamiento de la historia principal. En cuanto a Martín, a veces le he comprendido y otras no, pero creo que sí que ha sido fiel a sí mismo. Y una cosa que me ha gustado mucho es el título y su significado.

Resumiendo, es una historia que se lee bien, que entretiene, pero de la que me ha faltado algo más de chispa, de emoción, posiblemente sea por culpa mía, por las altas expectativas que llevaba y que para mí no se han cumplido. De todas formas, sí que, recomiendo su lectura, pues como ya he dicho es entretenida y amena y posiblemente a todas aquellas personas que les guste una trama con tintes románticos y con algo de suspense por conocer la historia del cuadro y el porqué de hacerse con él a toda costa pagando una barbaridad para la época, esta novela les guste.

lunes, 9 de abril de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Libros y Literatura

https://www.librosyliteratura.es/el-color-de-la-luz-de-marta-quintin.html

"Desde siempre me han llamado enormemente la atención las historias ambientadas en épocas anteriores, ¿por qué? Supongo que porque describen un mundo que me es totalmente ajeno, pero también, porque con el paso del tiempo adquieren un carácter romántico y nostálgico que les otorga cierto halo de irrealidad. Estas características se le pueden atribuir a El color de la luz, la segunda novela publicada de la joven escritora maña, Marta Quintín.
El color de la luz nos narra la historia de Blanca Luz Miranda, una anciana empresaria de éxito que utiliza su fortuna para adquirir arte y que en una reñida puja consigue hacerse con un inquietante cuadro firmado por Martín Pendragón. La subasta es presenciada por una joven reportera –sin nombre, para dejar el verdadero y total protagonismo a Blanca Luz y Martín–, que no duda ni un momento en que detrás del exorbitante desembolso, hay una historia que tiene que ser contada. Gracias al curioso e incisivo carácter de la periodista, vamos conociendo por medio de la propia Blanca Luz, su historia y la del famoso artista, explorando distintos tiempos y lugares. Viajamos de la España previa a la Guerra Civil, o de la que se sucedió durante el conflicto; al París artístico de los años 20; o al Nueva York de las subastas de arte de los años 80.
La mayor parte del libro está narrado a través de un narrador omnisciente, exceptuando unas pocas interrupciones en las que la joven periodista nos narra en primera persona los pensamientos y sentimientos que le está suscitando la historia de Blanca Luz y Martín; lo que dota al libro de una frescura que aviva en cierto modo el carácter pausado e intimista que posee. Marta Quintín hace gala de una prosa cuidada y detallista y de un vocabulario rico y cultivado, que confieren a la novela un gran nivel que la distingue de muchos de los libros de su misma temática publicados hoy en día.
Si su léxico y su manera de narrar sorprenden gratamente, no lo hacen menos sus protagonistas. Unos personajes tan complejos, llenos de matices y reales, que a pesar de la dificultad que puede llegar a suponer comprenderlos e identificarse con ellos en determinados momentos, no puedes dejar de acompañarlos en sus aventuras hasta el final. Es especialmente destacable la protagonista femenina, una mujer tan volubre, perdida y caprichosa como fuerte, valiente y descarnada. Es una antiheroina, que a pesar de sus muchos defectos y de su carácter dañino y, en algunas ocasiones deshonesto, te engancha.
No descubro nada nuevo a nadie si digo que la vida es complicada, que está llena de altibajos y que tan pronto estamos arriba creyéndonos los reyes del mundo, como caemos hasta el lugar más profundo de un hoyo que parece interminable y del que somos incapaces de ver la salida. Antes o después todos pasamos por ambos puntos, ninguno nos libramos de esta travesía que va desde la felicidad más plena hasta la tristeza más honda. Por supuesto, cada uno pasamos más o menos tiempo en un estado o en el otro y son muchas las circunstancias que influyen en ello; unas propiciadas por nosotros mismos y otras que simplemente nos toca vivir sin que nada podamos hacer. Este tema lo encontramos magníficamente plasmado en El color de la luz, especialmente en la figura de Martín Pendragón, nuestro gran artista, al que vemos crecer a lo largo del libro, luchando por conseguir su sueño. Tendrá que enfrentarse a un padre estricto e intolerante que no le permite dedicarse a su gran pasión, al desamor y al abandono, y al inició de una nueva vida fuera del hogar y de su ciudad natal, luchando con uñas y dientes para lograr su sueño. Blanca Luz, aunque de otro modo, también tendrá que hacer frente a un buen número de obstáculos a lo largo de la historia, pero, sobre todo, tendrá que enfrentarse a sí misma, como la mayor traba para alcanzar la tranquilidad y la felicidad.
A pesar de que los personajes están íntima y estrechamente ligados al mundo del arte, este no es el verdadero tema del libro, sino que el eje sobre el que gira toda la historia es el amor. Pero no un amor cualquiera. Estamos muy acostumbrados a las historias románticas de chica conoce a chico, chica y chico se enamoran, sufren unos cuantos obstáculos que, generalmente, superan y acaban comiendo perdices hasta el final de sus días. Sin embargo, esta novela no es sobre un amor tan plano y perfecto, sino que nos muestra un amor real, difícil, tóxico, tortuoso, imperfecto y sobre todo, insuficiente. Porque aunque nos cueste hacernos a la idea, a veces el amor no puede con todo y puede no ser suficiente. A veces, dos personas se quieren, pero no saben quererse bien. El color de la luz es una historia, al igual que sus protagonistas, compleja; que nos adentrará en las capas más profundas del alma del ser humano."