viernes, 29 de noviembre de 2013

Cotidianeidad cósmica

Vienes a percatarte de que trabajas en una especie de novela de Julio Verne digi-evolucionada (o en un cómic de la Marvel) el día que te acercas a un compañero y le dices "ola, k ase?", y te contesta: "ná, procesando unos datos que Curiosity nos está enviando desde Marte".

Pues eso, que si queréis algo del espacio, que me lo hagáis saber, que me han dicho que me hacen un barato. Al parecer, el polvo de estrella va a peso y la Vía Láctea, blanca y en botella.

Tiro al pollo

Y llega ese día en la vida de toda mujer, que aparentemente en nada difiere de los otros días, en el que te enteras de que en tu empresa existe un departamento coloquialmente conocido como el "lanzapollos". La primera vez que lo escuchas te piensas que se trata de algún tecnicismo muy sofisticado con el que, lógicamente, no estás familiarizada, y que lo has entendido mal. Pero entonces la conversación prosigue, y te cuentan que lo del lanzapollos no es ninguna licencia poética. Que allí se dedican precisamente a eso. A bombardear aviones con ocas narcotizadas para comprobar la resistencia del fuselaje y los motores. Vamos, como un lanzallamas pero con palmípedos. 
Comprenderéis que esta noche me vaya a costar conciliar el sueño un poquito más de la cuenta.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Otra despedida en el camino a Ítaca

Grabo mi último Hora 25 y más que nunca digo "Gabon, buenas noches". Esto se acabó, amigos. Cuando llegué, hace once meses, mucha gente me preguntaba que cómo estaba, con cara de circunstancias y mucho tacto. El que emplearías con un enfermo terminal del que esperas que se rompa en cualquier momento. Claro... de Nueva York a Éibar... como que el cambio era brusco y tal. Demasiadas antípodas para el cuerpo. Once meses después, puedo decir con total sinceridad que no existen sitios pequeños. Sólo el error de creer que no se pueden vivir a lo grande. He sido profundamente feliz aquí y me llevo unos recuerdos inmejorables.

Me gusta haber tenido un trabajo en el que a las ocho de la mañana ya estaba hecha polvo. Porque reírse es mu' cansao. Y tú lo sabes, 
Juanma Cano Gutiérrez. Y tienes que vivir con ello.

Me gusta haber tenido unos oyentes a los que trataba con tanta confianza que, un día que me entró el antojo, llegué a pedirles en antena que me trajeran a la emisora un paquete de patatas fritas. Es verdad que ninguno lo hizo, así que acabé comprándomelas en un locutorio, que era lo único que había abierto a esa hora.

Me gusta, justo antes de comenzar el informativo, estar bailando en la pecera la música de los anuncios, y especialmente la del café Fortaleza (porque sí, hooooy va a ser un día grande, y todo va a salirme bien bien bien), y luego empezar a dar las noticias como si fuera una persona muy seria. Derrochando credibilidad.

Me gusta haber medio aprendido a leer varios apellidos vascos seguidos, de diecinueve sílabas cada uno, sabiendo de antemano que me voy a trabar a la mitad. Inevitablemente. Pero os voy a decir una cosa: si alguna vez logras llevar a buen puerto el asunto, ganas una reflexión teológica interesante: te acuestas pensando que Dios tal vez sí exista.

Me gusta haber tenido, no un apellido, sino un epíteto: Marta, la de los cuentos. Hoy he contado el último, el vigésimo noveno. Nos hemos quedado a las puertas de la treintena. Lo dejamos para la próxima. Lo más bonito ha sido constatar que el ser humano aprecia a los cuentistas, aunque para todo lo demás seamos unos inútiles. Y que con un cuento, como me dijo aquel radioyente ciego al que siempre recordaré, a alguien le puedes iluminar el día.

Me gustan los pinchos de los viernes en el Akara con Cristina Cerrillo, y las escapadas exprés de colchón hinchable a San Sebastián para seguir concursando con 
Belén Muñoz Sánchez.

Y, por último, me gusta que mi última noche en Éibar la vaya a pasar participando en un recital, armada con dos poemas. Uno, de mi propia cosecha. El otro, mi favorito de todos los tiempos. Ése que empieza diciendo "Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo". Y yo no puedo pedir nada mejor, porque un camino largo te trae a sitios como Éibar. A personas como las que he conocido aquí y que sé que son amigos Duracell. De esos que te duran y duran y duran. Jamás podré agradeceros suficientemente todo lo que me habéis dado. Aunque voy a intentarlo... y en euskera. No es que estos meses me hayan servido para aprender mucho, pero sí lo suficiente como para deciros 'eskerrik asko!'... o 'mila esker'.

Pues eso. Que mi viaje a Ítaca continúa. En el camino nos vemos.

PD: Y aquí os dejo un regalito con el que me han obsequiado hoy en la emisora y que me ha hecho una ilusión bárbara. Dos minutos que son más elocuentes que yo a la hora de resumir lo que ha sido mi estancia en la ciudad armera, para que lo entendáis si yo no he sabido explicarme. En esta grabación se ve (o se oye) lo mal que me lo he pasado.

http://www.ivoox.com/marta-quintin-radio-eibar-audios-mp3_rf_2578450_1.html



Vigésimo noveno yyyyy... último cuento eibarrés radiado: Los visitantes de San Andrés

http://www.ivoox.com/cuento-san-andres-audios-mp3_rf_2578526_1.html

sábado, 16 de noviembre de 2013

Aventuras animadas de ayer y hoy presenta...

Se está convirtiendo ya en costumbre que, cuando cierro una etapa en algún sitio, me hagan en el último momento una encomienda que me descoloque en mayor o menor grado, para que la despedida tenga una dosis extra de sal, colorido, surrealismo... llámalo X. En Éibar han logrado atenerse a esta ilustre tradición al anunciarme que hoy tendría que actuar de animadora en un evento gastronómico patrocinado por la emisora. Cuando te dicen algo así, tu garganta, inevitablemente, traga saliva, y tu mente, igual de inevitablemente, te ofrece la pintoresca imagen de ti misma transfigurada en abeja reina de cheerleaders, dando saltitos en minifalda escueta de colores brillosos y canturreando con total entrega "dame una S, dame una E, dame una R... ¡Arribaaaaa SER!". Y te dices para tus adentros: "Ay, madre mía, ¿dónde dejé yo los pompones?".

Pero entonces te aclaran que lo único que tendrás que hacer es ejercer de maestra de ceremonias animando el cotarro en modo Leticia Sabater mientras la gente papea a dos carrillos y pasa un poquito olímpicamente de tu estampa, porque allí han ido a mover el bigote y, seamos francos, en habiendo comercio y bebercio, todo lo demás pierde bastante importancia. Y así, sin comerlo ni beberlo (tú al menos, que eres la única de la sala que permanece en ayunas), te ves encima de un escenario, armada con un micrófono inalámbrico cual conversa al karaoke, lo que hace que, si ya de por sí tu tono de voz es tan tenue y melodioso como el mío, las resonancias del discurso consigan desplazar placas tectónicas hasta en Basauri. Y, de esta guisa, te vuelcas en la tarea de cortar jamón con un profesor de la escuela de Arguiñano, entrevistar, a falta de uno, a dos enólogos, mientras intentas por todos los medios que no se te note la cara de abstemia que tienes, y te pones a la cabeza de un coro musical de la tercera edad a cuyo medio centenar de componentes has tenido que ayudar previamente a subir por las escarpadas escaleras del escenario uno por uno, para que no se te desmoñen por el camino y el jovial y distendido evento gastronómico acabe en tragedia gerontológica.

La rematadera llega cuando bajas por fin de la tarima, tras más de dos horas pronunciando cada frase con el entusiasmo y motivación de quien se ha chutado un compuesto de glucosa y cafeína, con el altruista propósito de que el personal no se venga abajo, y se te acercan dos tíos desconocidos, uno de ellos cámara en ristre y, en presencia de tu estupefacto jefe, te dice con una sonrisilla de difícil interpretación: "¿Podrías hacerte una foto con mi amigo? Después de tantos meses escuchándote, teníamos muchas ganas de verte".

No digo que no me lo pasara bien. Pero Dalí se lo habría pasado mejor. Por lo del surrealismo digo.

Principios de adiós

Ay, qué fácil es que te alegren el día. 
Hoy por primera vez hemos dicho en antena que me queda una semana por Éibar. Al ratito, ha llamado una señora a la que no conozco. Una señora que jamás me ha visto la cara, pero que se ha interesado por cuál iba a ser mi próximo destino, que me ha deseado suerte y que me ha asegurado que me va a echar de menos. Y no sólo eso, sino que ha preguntado con verdadera preocupación: "pero oye, ¿¿y los cuentos?? ¿No los vais a recoger en un libro o algo? Es que voy a tener un nieto... y yo quiero tenerlos todos...".


Lo dicho. Que me han alegrado el día.

Vigésimo octavo cuento eibarrés radiado: Tiempo de castañas

http://www.ivoox.com/cuento-marta-quintin-noviembre-audios-mp3_rf_2548053_1.html

jueves, 7 de noviembre de 2013

Décima fáctula en Mayhem Revista: "Se pinchan los globos de tanto subir"

Hoy se reunían el Gobierno Vasco y la Corporación Mondragón para hablar del futuro de Fagor. Publico una fáctula sobre el tema en Mayhem Revista y le pongo voz en el cuento de los miércoles de Radio Eibar (sí, es mi voz... y un programa de distorsión).