miércoles, 28 de marzo de 2018

Entrevista sobre "El color de la luz" en el diario El Nervión

Página 18:

http://www.elnervion.com/wp-content/uploads/2018/03/elnerviondehoy28-03-18.pdf


La joven escritora Marta Quintín acaba de publicar su segunda novela, ‘El color de la luz’, una historia de pinturas y cuadros con las subastas de arte como telón de fondo. Blanca Luz Miranda es una empresaria de éxito y su objetivo consiste en amasar una gran fortuna para comprar arte. La adquisición en una subasta de Nueva York de uno de los cuadros más inquietantes del pintor Martín Pendragón cumplirá el sueño de esta anciana de ojos enigmáticos.

- El argumento de su novela se fraguó cuando usted trabajaba en Nueva York. 

El 2 de mayo de 2012, la casa de subastas Sotheby’s vendió la última versión de ‘El grito’, de Edvard Munch, que quedaba en manos privadas por casi 120 millones de dólares. Se batió el récord de lo pagado nunca por un cuadro. A mí, como corresponsal de la agencia Efe en Nueva York, me tocó cubrirlo y estaba aquella noche en la redacción, ya vacía, escribiendo la noticia con verdadera emoción, y de pronto, entre tecleo y tecleo, me di cuenta de que allí dormía el germen de una historia. Me pregunté si detrás de ese precio astronómico podía latir el empeño personal de alguien que deseara ese cuadro a toda costa y no sólo conseguirlo, sino recuperarlo. A raíz de esa premisa tan concreta, el resto vino solo. Era, sencillamente, la historia que necesitaba contar.

-¿Ha conseguido descubrir por qué una persona puede llegar a pagar 120 millones de dólares por un cuadro?

Habitualmente se debe a motivos puramente especulativos. Al final, el del arte no deja de ser un mercado como cualquier otro, en el que se pretende hacer negocio. Sin embargo, las novelas están para ir un poquito más allá, para hacer posible lo descabellado, para darle una vuelta a la tuerca, para que el mundo no resulte tan prosaico, y eso es lo que traté de hacer con la mía: aventurar una hipótesis mucho más romántica e improbable pero que puede ser igual de válida a la hora de explicar una adquisición como ésta. ¿Por qué no? Muchas veces, la realidad supera a la ficción. Así que, quién sabe. Los motivos profundos de cada persona son insondables.

-Su novela tiene ficción pero también realidad 

Sí, en ella entrelazo el devenir de unos personajes ficticios cuya historia de amor es el hilo conductor y la médula espinal de la novela, con un telón de fondo histórico, como son el París de los años veinte, en el que recojo anécdotas reales de los artistas que protagonizaron esa época de bohemia y vanguardia, recreando el ambiente en el que vivían, o la Guerra Civil española, de la que doy pinceladas, o la Segunda Guerra Mundial, especialmente la resistencia del París ocupado por los nazis, en el contexto del expolio a los judíos de obras de arte.

-La labor de documentación que ha tenido que realizar habrá sido importante...

Es importante ser lo más riguroso posible, así que tuve que documentarme bastante para recrear las distintas etapas históricas. Sin embargo, fue al mismo tiempo una labor muy placentera, ya que el arte es un tema que me apasiona, e investigar sobre él para esta novela me permitió descubrir anécdotas deliciosas de pintores como Chagall, Soutine, y de otros personajes más desconocidos para el gran público, como la galerista Jeanne Bucher.

- Pese a su juventud, ya ha visto publicado su segunda novela y tiene ya una tercera en camino. 

Escribo desde siempre, desde niña. Es mi vocación, no me entiendo haciendo otra cosa. Precisamente en 2012, el año en que estuve en Nueva York, tuve la oportunidad de publicar allí mi primera novela, Dime una palabra, aunque ‘El color de la luz’ es la primera en la que cuento con el respaldo de una editorial grande, que me permite llegar a muchos lectores. Ha sido un paso muy grande y un sueño hecho realidad. Y la tercera está escrita. ¡Veremos qué pasa con ella!

-¿Quiénes son sus escritores de cabecera? 

No tengo un escritor de cabecera como tal, pero me gustan mucho escritoras como Carmen Martín Gaite y Ana María Matute.

martes, 27 de marzo de 2018

Un número

Llegué a tu calle. 
Te juro que no logré recordar a qué altura quedaba el portal 
donde, tras los besos de siempre, 
prometimos que nunca nos íbamos a olvidar.



viernes, 23 de marzo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog El misterio de las letras

http://elmisteriodelasletras.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-la-luz-de-marta-quintin.html

Cuando en #SoyYincanera nos propusieron la lectura del libro de Marta Quintín reconozco que no sabía muy bien qué iba a encontrar entre sus páginas, pero lo que sí tenía claro era que se ponía delante de nuestros ojos un caramelito que destacaba principalmente por una portada preciosa que abría todo un abanico de posibilidades y una historia que sin dudarlo resultaba atrayente, no porque se tratara de una historia de amor, sino por el hecho de que ese amor que parece que el libro iba a relatar se perpetuaba a lo largo de un amplio espacio de tiempo, llevando a los protagonistas a pasar por una ciudad indeterminada del norte de España en los primeros años del siglo XX, el París de los años veinte, la Guerra Civil española, el París de la Segunda Guerra Mundial y el Nueva York algo más actual (década de los ochenta del siglo XX), todo ello aderezado con un canto al mundo del arte, y lo que es más importante, y esto es mérito de la autora, con un lenguaje muy cultivado que a pesar de lo complicado que puede resultar en un primer momento, hace que disfrutes con la trama y te den ganas de continuar la historia, porque si hay que decir algo de este libro es que, a pesar de las muchas descripciones que en él aparecen, y del alto grado de vocabulario que maneja la autora, las páginas vuelan entre nuestras manos, y eso es mérito de aquella que ha ideado la trama; hay que reconocer que la autora ha sabido llevar al lector entre las páginas sin que en ningún momento se pierda el interés por la historia, porque queríamos saber en qué quedaba una relación que los protagonistas inician desde muy jóvenes y el motivo que hace que la vida de cada uno de ellos transcurra por caminos totalmente separados.

"El color de la luz" nos presenta el personaje de Martín Pendragón, un chico de origen humilde que destaca por sus dotes en el mundo del arte, aunque no se ve respaldado ni por su padre, que no ve en su vocación un futuro para ganar dinero, ni por su madre, que acata la opinión de su marido. Un encuentro casual con don Francisco Miranda, pintor y profesor de arte, al que dibuja un plano de una de las calles de la ciudad donde vive, pone a Martín en el camino adecuado para encaminar su vocación, porque Francisco Miranda se ofrece a dar clases gratuitas al joven, que a partir de ahí acude a la academia del profesor y allí conoce a los que serán sus dos compañeros de estudio, José María Casabella (Chema), con el que entablará una amistad que perdurará a lo largo de los años, y Eduardo Izquierdo, que también formará parte del futuro del protagonista. En la academia también conocerá a las dos hijas de su profesor, es especial a Blanca Luz Miranda, la otra protagonista clave del relato y que será la luz que guíe la obra de Martín a partir del momento de conocerse. La relación que se establece entre el joven pintor y Blanca Luz serán el eje de la historia, y en torno a este tira y afloja que se produce entre ellos girará la obra, pero no se queda en una simple historia de amor, sino que sirve de excusa para realizar un paseo por una parte importante de la historia del siglo XX europeo, aunque no estamos ante una novela histórica, si es esto lo que os asusta; resulta más bien un paseo por aspectos puntuales de la historia europea de ese siglo, desde los estragos que la guerra civil provoca haciendo que mucha gente se arruine y se vea obligada a exiliarse buscando una vida mejor, la ocupación nazi de París y las consecuencias que ésta provoca en el mundo del arte (fueron muchas las obras expoliadas y destruidas por los nazis porque no las consideraban dignas), el París bohemio donde se iniciaron muchos artistas allá por los años veinte; de la mano de Martín Pendragón asistiremos como un ocupante más a La "Ruche" en París, una especie de comuna para artistas creada por el escultor Alfred Boucher, que servirá de fuente de inspiración a Martín para formarse como artista y triunfar en aquello que domina. "El color de la luz" resulta un camino adecuado para disfrutar de una época y envolverse en el mundo del arte, porque un cuadro será el protagonista principal de la historia y el color y la luz estarán presentes a lo largo de toda la trama. La mezcla de personajes reales (algunos de ellos los pintores y escultores con los que Martín coincide en La Ruche) con personajes ficticios muy bien perfilados, hacen de esta novela un título a tener en cuenta.

El libro se inicia en 1982 con una subasta en una sala de exposiciones en Nueva York, y el protagonista es un cuadro que tendrá gran importancia a lo largo de la trama desarrollada en el libro, por el que una anciana llega a pagar una cantidad desorbitante de dinero. Ese "conseguir el cuadro por todos los medios" llama la atención de una joven periodista que se encontraba allí cubriendo el evento y será su instinto el que le diga que detrás de esa cifra millonaria pagada por esa anciana tiene que haber una gran historia, y hará todo lo posible por conseguir respuestas a la gran pregunta que se plantea: ¿Qué motivo puede llevar a alguien a deshacerse de tanto dinero para adquirir un cuadro?

La periodista, de la que no conoceremos el nombre en ningún momento, hará todo lo posible por contactar con la anciana, una excéntrica mujer que ha triunfado en el mundo de la moda y cuya única meta en la vida ha sido conseguir dinero para comprar arte. Esta anciana no es otra que Blanca Luz Miranda, ya octogenaria, y las conversaciones que mantiene con la periodista servirán de pie para que el lector conozca la vida y milagros de un pintor consagrado, gracias a los recuerdos que de él conserva la que fue una figura importante en su vida; los recuerdos de Blanca Luz y unas cartas que ésta conserva escritas por Martín a su mejor amigo, Chema, sirven de excusa para reconstruir una historia que se desarrolla a lo largo de casi un siglo y que tiene como protagonistas principales a estos personajes que mantienen una relación desde una temprana edad; el tira y afloja entre ellos, un amor imposible por las circunstancias por las que pasa cada uno de los protagonistas, un querer y no poder, serán reflejados de forma sublime en el libro. Lo que empieza como una amor juvenil, con la pasión propia de los adolescentes, que tienen que luchar entre vivir como pareja o triunfar en el mundo del arte (Blanca Luz como musa de Martín; Martín como pintor que se está formando), las dificultades que pone el propio padre de Blanca Luz, ofreciendo a Martín la posibilidad de viajar a París para formarse como pintor y dejar la puerta abierta a su posible triunfo en el mundo del arte... acabará siendo un amor al recuerdo, a lo que pudo ser y no fue, un viaje por el pasado revivido en la mente de la protagonista, que contará con la pasión que la periodista elegida para narrar su historia y la del cuadro con el que empieza la trama pone en la investigación de una época que ella, y en el mismo sentido el propio lector, acabaremos conociendo en los más mínimos detalles, y todo ello aderezado con un lenguaje muy culto, pero que no complica para nada la trama; contrariamente a lo que pueda pensarse, este vocabulario del que hace uso Marta Quintín en su novela no tiran para atrás a la hora de acercarse a la historia, sino que dan ganas de quitarse el sombrero (si lo lleváramos) ante el vocabulario que la autora emplea, que va variando según sea puesto en boca de uno u otro de los protagonistas.

Reconozco que no quería contar demasiado del libro, porque pienso que es una historia que merece la pena, que merece ser leída, que no puede enmarcarse como novela histórica y tampoco como novela romántica, y con la que personalmente he disfrutado, hasta tal punto que tengo claro que voy a seguirle la pista a esta autora, que pese a la juventud que tiene, demuestra que es capaz de urdir una historia que realmente ha merecido la pena conocer y que sin duda yo recomiendo, y que hemos disfrutado mucho en el grupo de #SoyYincanera, puesto que si este libro tiene algo es el contenido, y son muchas las citas y frases que hemos resaltado del libro, y eso es algo digno de ser resaltado. Si tenéis oportunidad de acercaros a la historia que aquí os traigo hoy, no lo dudéis, porque encontraréis un elenco de personajes principales y secundarios dignos de seguirles la pista y con los que un lector interesado seguro que disfruta, a pesar de que los capítulos del libro son algo extensos, y pese a que no abundan los diálogos, aunque eso es algo que no perjudica para nada la historia y es un punto a favor de la autora el que sea una historia creíble y muy bien escrita.

Espero haber podido convenceros de que es un libro que merece la pena leer y que disfrutaremos de una buena historia narrada con un vocabulario muy cuidado y que a lo largo de sus páginas descubriremos qué sentido tiene la luz y el color, muy presentes a lo largo de toda la trama. La novela es sin duda un buen punto de partida para seguir la obra de su autora, y es algo que ya tengo apuntado en mi agenda particular, ante futuras publicaciones; sin duda, habrá que seguirle la pista.

¿Qué me decís, os animáis a entrar de lleno en esta historia? No os arrepentiréis. 

Reseña de "El color de la luz" en el blog De tinta en vena

https://detintaenvena.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-luz-marta-quintin.html

Me gustan los libros protagonizados por mujeres fuertes capaces de sujetar toda la trama, capaces de sostener toda la historia, mujeres de armas tomar que amarren las riendas de su vida, que no se arredren ante nada, que sean capaces de tomar decisiones. Y he encontrado esa mujer en Blanca Luz Miranda, la protagonista de El color de la Luz de Marta Quintín

Blanca Luz Miranda es una mujer adelantada para su época, tanto que a veces se nos olvida encuadrarla en su momento histórico, y a pesar de ser una mujer de carácter fuerte, que sabe lo que quiere y como lo quiere, es una mujer que duda, que se asusta, que teme. Pero ¿qué teme Blanca Luz?, yo diría que no ser lo más importante en la vida de la persona que ama, que no se le preste atención al 100 por 100. Y como amar es también renunciar, toma el camino más difícil para ella y por ende para su amado, un camino desabrido, lleno de insatisfacciones, de añoranza, un camino sin retorno porque nada es igual pasado el tiempo, porque la gente evoluciona, y las experiencias marcan.

La historia de Blanca Luz es la del siglo XX, unos años convulsos con guerras, tanto en España como en Europa, que marcan el devenir de los personajes, es un recorrido por la historia de nuestro país de la mano de las visicitudes de una mujer con la que podrás empatizar más o menos pero que no te resultará indiferente. Y por la historia de Europa de la mano del joven pintor que se atrevió a vivir, para de esa forma expresar mediante su pintura el mundo. Pero a Martín Pendragón con vuestro permiso os lo presento después. Ahora solo quería sentaros las bases de porque esta novela me ha gustado tanto, me ha montado en una montaña rusa de sensaciones, desde la risa, a la congoja, desde el enfado al beneplácito, porque nuestra protagonista no es una mujer fácil de entender, pero si es muy humana y tremendamente verosímil, creíble.

El color de la luz es una novela intimista que tiene como punto de partida el AMOR, pero no solo el amor romántico, también el paternal, el amor al arte, la amistad llevada al máximo extremo. Marta Quintín quiere explorar con esta historia el amor imposible por causa de la naturaleza humana y de ahí que nuestra protagonista Blanca Luz Miranda sea una mujer volátil, incluso nos parezca caprichosa, egoísta y que en su cruz lleva la penitencia, por otro lado Martín lleva su amor a pecho descubierto con una inocencia que abruma. Entre los dos nos dibujan una historia de renuncias, pasión arrolladora, nostalgia por el pasado que atraviesa todo el s. XX y que nos sitúa en España, París y Nueva York.

Nos encontramos ante una novela muy bien escrita con un lenguaje muy rico, una prosa muy cuidada y en ocasiones poeticas, una variedad semántica muy bien trabajada, que nos llevará a disfrutar en todo momento de una historia que discurre de forma pausada, con unas descripciones muy detallistas cuando habla de arte y de cuadros y un tanto más vagas en otros momentos, por ejemplo en ningún momento sabemos cual es la ciudad del norte, no abunda demasiado en los episodios históricos en los que se encuadra la novela, hay algunos en los que se detiene y otros los sobrevuela, cosa lógica cuando se abarcan tantos años y tenemos una historia tan convulsa detrás.

La novela se desarrolla a través de tres narradores, dos en primera persona y uno omnisciente que nos sitúa en la visión general de la historia. Por una lado tenemos a la periodista, que utiliza un lenguaje más actual, la vemos increpando a Blanca Luz, pidiendo explicaciones, elucubrando que ha pasado en un determinado momento y todo ello en primera persona, notamos un cambio en cuanto a la prosa utilizada por la autora, no solo el lenguaje es distinto, el segundo narrador en primera persona lo encontramos a través de unas cartas que Martín Pendragón le remitió a su amigo Chema  que nos dan una visión de ese París de los años 20, bohemio, repleto de artistas, nos muestra La Ruche donde llegó un joven pintor ilusionado y donde conoció personajes reales como Soutine y Chagall que la autora ha mezclado con otros surgidos de su imaginación y también nos dibujan esos años de carencias debido a la ocupación nazi de Paris, la persecución que sufrieron los artistas abstractos considerados degenerados la resistencia francesa que les ocultaba. Son esas cartas las que rompen un poco el ritmo de la novela, la dotan de mayor agilidad, y atrapan irremisiblemente al lector y la periodista que trata de escribir la historia de Blanca Luz.

El grueso de la novela está contado por ese narrador omnisciente que nos sitúa en cada momento histórico. Comienza con un prólogo ambientado en Nueva York, donde una joven periodista española cubre la subasta de un cuadro de Martín Pendragón por el que se paga un precio desorbitado. La actitud de la compradora una octogenaria española, que retira ella misma el cuadro del cabellete en el que está expuesto, le hace intuir que tras esa compra se esconde una historia personal que pretende descubrir, lo que no sabe es que será la anciana quien decida como, y quién la va a escribir.

Y esto me lleva a hablar del que para mi es el punto fuerte de esta novela sus personajes, todos y cada uno de ellos esta bien cuidado, bien perfilado, con unas personalidades complejas y muy distintas entre sí, el trabajo que hay detrás de ellos es espectacular.

Blanca Luz Miranda es una mujer hecha de claroscuros, con tantísimos matices que es difícil aprehenderla, no es un personaje fácil de digerir, ni la autora pretendía que lo fuera, es una mujer volátil, una mujer que desprende una seguridad arrolladora y que sin embargo duda, teme y apuesta a caballo perdedor y con ello se labra un futuro de infelicidad, de renuncias y nostalgia, con la mirada siempre vuelta al pasado y aquello que tocó con las puntas de los dedos y dejó escapar.

Martín Pendragón desde niño fue distinto, es un personaje sin dobleces, se nos presenta a pecho descubierto, un hombre que amó, fue amado, un hombre con una pasión tan fuerte por la pintura que ella llenaba todos los vacíos que su musa dejó. Un hombre capaz de pintarlo todo porque se atrevía a vivirlo todo, exprimía la vida. Y sin embargo no pudo evitar ser abandonado, sentir la mordedura de los celos, de la desesperación. Un hombre incapaz de odiar.

Francisco Miranda, el hombre que le ofreció a Martín la posibilidad de desarrollar su ingenio y arte, un pintor frustrado reconvertido en profesor que supo ver la genialidad del joven sin llegar a intuir que su arte versaría sobre derroteros muy distintos a los que él esperaba. Con Francisco viviremos momentos emotivos cargados de dolor. Y a través de él disfruté uno de los pasajes más entrañables para mi de este libro, las misiones pedagógicas que se desarrollaron durante la República.

Chema: el gran amigo de Martín, y por ende de Blanca Luz, uno de los personajes más logrados, con la LEALTAD por bandera, la gran humanidad que desprende este personaje es digna de encomio, es de los que más he disfrutado, porque incluso Martín cuando estaba a su lado irradiaba una alegría radiante.

Eduardo: compañero en la academia de pintura. Siempre ha tenido envidia de Martin cuya facilidad para la pintura le dejaba a él en un segundo plano. Es el personaje que se lleva el palo más grande en esta novela puesto que consigue lo que anhela, para no disfrutarlo, más bien sufrirlo y perderlo

Gabrielle: ese secundario para mi imprescindible, el gran amor de Martín fue Blanca Luz, sin embargo su esposa fue una francesa que me ha llegado al corazón con esa sabiduría de calle que solo tienen las personas que se han visto obligadas a hacer cosas que nunca hubieran deseado. Gabrielle es el anclaje de Martín a la tierra, el se encarga de la parte artística, de la creativa y ella de los negocios, de colocar sus obras, detrás de un gran hombres siempre se esconde una gran mujer, y para mi era ese personaje necesario que me hubiera gustado que estuviera más desarrollado, aunque siendo quién es quién dirige la historia poco protagonismo podía tener.

Sofia Miranda: Es la hermana de Blanca Luz, la conocemos de niña, que es adorable y la reencontramos siendo anciana, es la antítesis de nuestra protagonista. Es una mujer de su época, conformista, una mujer que hace lo que se espera de ella y que cree que su hermana tiene su merecido por no haberse plegado a los dictados sociales y a las convenciones de los tiempos que vivían.

Para mi estos son los más importantes, con unos empatizarás más que con otros, la autora realiza un gran trabajo en ese sentido.

El otro gran pilar es el arte, no es que yo sea una entendida, que no lo soy, y mucho menos del tipo del arte que realiza Martín, siempre he sido un poco negada para la pintura abstracta, sin embargo con las descripciones de la autora de los colores, la luz, las técnicas pictóricas y la vida de los artistas en París he disfrutado como una niña. Casi podía meterme dentro del cuadro, notar esas pinceladas, incluso en un momento dado llegó a cegarme la luz, incluso disfruté cuando la experta en Pendragones hablaba con esa pasión de la obra del autor.

Y como colofón a esos dos pilares, los personajes y el arte, un pintor, su musa, un amor tan grande como inmortal, una renuncia que aporta infelicidad a ambos protagonistas y una nostalgia de ese pasado, de esa juventud y esa inocencia con que se amaron siendo casi unos niños. Las reflexiones sobre la felicidad y el amor son constantes en ambos, tanto en Martín como en Blanca Luz, la segunda solo buscaba redimirse a través del arte de Martín, el pintor solo quería que su musa se quedara a su lado, y nunca lo logró para siempre, al final la pintura es el gran nexo de unión entre ambos, el exponente de ese amor tan grande que descubrió un color y dejó para la historia un pintor sin parangón por su uso tan especial de la luz

La novela en sí es una delicia que te va acompañando de la mano hasta el final, Marta va sorprendiéndonos en ese camino con giros que van hacia adelante y hacia atrás, la historia de Blanca Luz se va perfilando ante nuestros ojos, unas veces como fue y otras como hubiera querido que fuera. Pero el protagonismo absoluto es para un cuadro singular, el objeto de la subasta que un día le regaló Martin y que por argucias del azar perdió y volvió a recuperar en el ocaso de su vida.

Conclusión:

El color de la Luz es una novela bien escrita, bien tramada, con un lenguaje exquisito, rico y culto, con unos personajes muy bien dibujados, con muchos matices y personalidades complejas. Una historia en la que el arte, el pintor, su musa, el amor, el desamor, la felicidad y su ausencia tienen un papel preponderante tanto en el desarrollo de la historia como en la evolución del carácter de los personajes y la percepción que el lector tiene de ellos.

Todo ello aderezado por los acontecimientos históricos de un siglo XX rico en conflictos y en constante transformación, aunque me hubiera gustado que ahondará mas en esa ambientación.

Con un final muy emotivo que supone un broche de oro para esta novela intimista que nos revela una autora a tener muy en cuenta

Reseña de "El color de la luz" en el blog Leyendo vivo mil vidas

https://leyendovivomilvidas.com/2018/03/23/el-color-de-la-luz-marta-quintin-maza/

La historia comienza, cuando una periodista que está cubriendo una subasta de cuadros en Nueva York, se queda perpleja por la cantidad que una anciana ha pagado por una obra de arte de Martín Pendragón, un cuadro ya de por si impresionante, una:

“…explosión de colorido incandescente, recogida en trazos gruesos, embalsada en rugosas lágrimas de pintura, acotada por una sombra que bien podía ser la de una mujer, que, sin embargo, se veía arrollada y desfigurada sin remedio por una llamarada de pasión hecha de luz, día y fuego.”

Pero sobre todo lo que más le impacta es la anciana cuando se levanta y coge el cuadro:

“Lo que me impresionó fue otra cosa. La imagen de aquella mujer, avanzando con una mezcla de premura y altanería por el pasillo, mientras asía la tabla con un ansia contenida, anticipándose a todos. El modo en que sus dedos la aferraron, con firmeza, pero asegurándose de dejar impresa una caricia. Y su mirada. Aquel fulgor que había prendido en sus ojos relucientes, circundados por las arrugas, pero que en aquel momento resumían la esencia y el brillo de la vida, como los de un niño que acaba de descubrir el mar o una camada de cachorros.”

Decide que tiene que contar la historia que está detrás de ese cuadro y al final consigue que Blanca Luz Miranda (la rica anciana ya propietaria del cuadro) le cuente “su” historia, basándose en “su” memoria, ya que como bien dice antes de empezar a narrarla:

“…nuestra amiga la memoria…, un ente frágil y misterioso que siempre se ve obligado a recordar en solitario, por lo que se apoya en cosas que jamás sucedieron, en otras de las que no se acuerda, y en algunas más que es imposible llegar a saber.”

Y eso hace: contar la historia de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragón, desde que se conocieron – siendo unos jóvenes, cuando él era un estudiante de pintura, en la casa de su padre, D. Francisco Miranda, ubicada en una ciudad sin nombre del norte de España, con otros dos aprendices, Eduardo y Chema – hasta la actualidad.

Un tercio del libro lo ocupa en esa historia amor juvenil, donde la autora utiliza un ritmo lento y un lenguaje extremadamente culto, acorde con la época en la que se encuentran, principios del siglo XX, que nos hace disfrutar aún más de ese primer amor.

Con la marcha de Martín a París, comienzan una serie de encuentros y desencuentros que no voy a contar, para que los descubráis vosotros. Sí que os puedo decir, que con Martín nos adentraremos en el París del arte, a la Ruche, la colmena llena de artistas, donde la autora nos lleva magistralmente. Y con Blanca Luz a la España del fin de la República, incluso a la guerra civil, aunque de forma más breve.

Y nuestro cuadro, el tercer protagonista, que llega como un regalo de cumpleaños a las manos de Blanca Luz, desaparece de su vida y al fin, lo vuelve a recuperar en la famosa subasta.

“Era un cuadro desbordante, que dolía cuando se lo contemplaba, porque en él había un alma atrapada. Un alma que se había quedado a vivir allí, expuesta, tendida, sin piel.”

Es una historia narrada a varias voces, en tercera persona cuando Blanca Luz le cuenta la historia a la periodista-escritora (de la que nunca llegamos a saber el nombre), en primera, en los párrafos en que la periodista sale de la historia para volver al presente, a las conversaciones con Blanca Luz y a parte de sus indagaciones, y epistolar, mediante las cartas entre Chema y Martín, que Blanca Luz conservaba.

A medida que pasa el tiempo, el lenguaje va variando, haciéndose más actual y el ritmo poco a poco también aumenta.

Tiene unos personajes impresionantes. Además de Blanca Luz y Martín, tenemos a nuestra periodista-escritora, que se va poniendo poco a poco de parte de Martín, al bueno del Sr. Miranda, que con su actividad en la República enseñando arte nos deja entrever esa época y ver su generosidad, a Eduardo, el marido de Blanca Luz (para mí un ser anodino) y Gabrielle (la pragmática mujer de Martín) y sobre todo Chema, el amigo para todo, hasta el final, quien le acompañó en todo momento, de quien Martín dice:

“Hace falta ser muy generoso para eso, y querer mucho y de verdad a la persona por la que te alegras. Aunque pocas veces nos lo reconozcamos, resulta más complicado perdonar el éxito que el fracaso. Y él lo hizo…”

CONCLUSIÓN
Habrá quien lea el libro y no crea que sea un amor verdadero, o que no entiendan a Blanca Luz, o crean que es una persona voluble. Yo no lo creo así.

Aunque se separen una y otra vez, aunque se dejen preguntas por hacer, aunque Blanca Luz no se atreva a preguntarle si algún día la volverá a pintar, al final ella le dice que no ha vuelto a querer como a él y él le confiesa que:

“Todos afirman que he creado obras maravillosas. Pero la más hermosa de todas fue quererte…”

Para mí no es una novela romántica, aunque haya amor. Es una NOVELA, que, aunque como a todas, podamos poner sus peros, porque criticar es muy fácil, es hermosa y maravillosamente escrita, de principio a fin.

Reseña de "El color de la luz" en el blog Leyendo bajo la luz de la luna


Acostumbrada al ritmo vertiginoso de las novelas negras, ésta es una novela que hay que beber a tragos cortos. Cada párrafo es poesía pura, cada frase una sentencia que te lleva a la reflexión, una prosa cuidada y un sentimiento en cada letra que te llega a lo más hondo.

El color de la luz es una novela de amor, pero no una novela romántica, es una historia íntima, e intimista, es un paseo por la historia del siglo XX, pero no es una novela histórica. Es todo y nada de lo anterior, pero es, sobre todo, una historia preciosa, escrita con mimo, cuidado y mucho, mucho oficio.

Tengo, desde niña, la costumbre de apuntar las frases  que mas me atraen de cada uno de los libros que leo, en éste me he superado, he contabilizado más de 50 anotaciones y no sólo de sentencias sino de párrafos completos y es que, insisto, esta historia esta novela es puro arte, pura poesía.

Si hay una protagonista indiscutible en esta historia, es sin duda Blanca Luz Miranda, que se nos muestra diseccionada, de la que descubrimos todas y cada una de sus miserias. Es un personaje potente, arrollador, una mujer a la que se odia y se ama a partes iguales dependiendo del punto de la novela en que nos encontremos, una mujer con mas sombras que luces, una mujer, a pesar de todo difícil de conocer, difícil de tratar y con la que, a pesar de todo, la autora consigue que, en algún punto, empatices, si y solo si, eres capaz de ver a la mujer en el contexto temporal de la historia.

Martin Pendragón, el otro gran pilar de la historia, sin el que ésta no tendría sentido alguno, se presenta como la cara opuesta de esta protagonista absoluta, representa su anverso, presentando mas luces que sombras, un hombre arrastrado por sus pasiones, un también “rara avis” en el tiempo que le toca vivir. Aún compartiendo protagonismo con Blanca, su peso en la novela es mucho menor y a veces, se me antoja sólo como la excusa para que Blanca Luz pueda tener una historia, esta historia. Su imagen es la que vemos a través de la mirada de Blanca Luz, una  Blanca expuesta hasta la extenuación y un Martin que cobra o pierde protagonismo en función del propio devenir de la vida de la protagonista.

Y si hay un personaje central en esta novela, que consigue, a veces, incluso eclipsar a Blanca Luz, es ese cuadro,  que en ningún momento se describe de forma concreta, pero que se analiza punto por punto hasta obligarnos a visualizarlo por nosotros mismos, pero de una forma distinta en cada uno de los momentos en los que Blanca Luz se enfrenta a sus colores. Una pintura que, se convierte en protagonista indiscutible de la trama, sobrevolando toda la novela, convirtiéndose en hilo conductor y apareciendo en decenas de momentos en los que se nos da un apunte más de su composición, de sus colores, de su trazo… y son tantos que estoy segura, de que sin verlo, todos hemos dibujado de una u otra forma ese cuadro en nuestra cabeza.

No menos importante es la propia narradora, esa periodista que es, sin duda, la propiciadora de toda la novela, esa joven de la que poco sabemos mas allá de sus motivaciones iniciales: pura curiosidad, de ese “miedo” a vivir con el que rompe en pos de una historia que intuye: la que se esconde detrás de un cuadro, y de las emociones que los secretos de Blanca y su vida van suscitando en ella a lo largo de esa aventura; es un personaje del que ni siquiera llegamos a conocer el nombre, que aparece de relativamente en pocas ocasiones más allá del segundo capítulo, pero sin el que la novela no tendría ningún significado.

A pesar de que Marta consigue una descripción maravillosa de paisajes y que se reconoce la grandísima labor de documentación que ha llevado a cabo para construir una historia consistente en los espacios y en los tiempos, ésta es una novela de personajes en la que la fuerza de los protagonistas se ve potenciada por un elenco de secundarios que no les van a la zaga.

Francisco Miranda, el padre de la protagonista,  se hace presente solo al principio de la novela, pero es tan importante para el devenir de los protagonistas, es tal su importancia como origen de las decisiones vitales de ambos, que en ciertos momentos de esos primeros capítulos se convierte en protagonista absoluto de la trama.

El punto humorístico, la distensión a la gravedad de la historia la encontramos bien representada en el personaje de Leidy, esa puertorriqueña vivaz y “disfrutona” que es el antagónico de la responsabilidad de nuestra reportera; que es quien se empeña en que ésta se lance a vivir y en esa carta de negativa editorial que es más que una negativa, un matarife certero de una vocación en ciernes; por suerte, solo existente en la imaginación de la autora.

Existen otros secundarios, como Chema, ese fiel escudero del protagonista, ese leal amigo, que aparece para dar el pié a los protagonistas y salen de la escena haciendo mutis por el foro, para volver a hacerse presente en el momento más insospechado, pero el más necesario, para el buen desarrollo de la novela.

El titulo de la historia, no podía ser más acertado que el elegido, toda la historia está centrada en los colores y en la luz.

Hay que tener, no solo vocación, sino talento,  para escribir una novela tan grande como la que nos ocupa. Así que, si sois amantes de la buena literatura, de la literatura en mayúsculas, si os habéis emocionado con esta pequeña muestra compartida, estáis tardando en comenzar una lectura que provocará en vosotros amor y odio, alegría y tristeza, pero que con seguridad no os dejará indiferentes.

Reseña de "El color de la luz" en el blog Kayena Libros

http://kayenalibros.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-la-luz-de-marta-quintin.html

De vez en cuando se me acumulan una serie de lecturas densas, bien por el modo en que están narradas, bien porque las tramas son desesperantes, de esas que te quitan el sentido y no te dejan respirar hasta que las terminas. Es entonces cuando tengo que mirar a otros lados, ver qué se cuece en el panorama editorial y qué ingredientes utilizan. Y no es fácil, porque en España se publica mucho y no siempre es bueno, por lo que esto de elegir, y más si lo quieres hacer en compañía, se convierte prácticamente en un deporte de riesgo.

Así fue como buscando, de entre una larga lista de títulos que llamaron mi atención, uno destacaba sobre los demás por los requisitos que andaba buscando: El color de la luz. Necesitaba un libro fresco que me sacara del pozo de asesinatos y venganzas en que andaba metida. No, no voy a decir a estas alturas que su portada me llamó la atención aunque sí que lo hizo, porque hay que estar muy ciega para no darse cuenta que es preciosa, pero me niego unirme a esa legión de lectores que fibrilan con las cubiertas de los libros y llegan a asegurar que esa fue la razón que les llevó a leer tal o cual novela, porque, a fin de cuentas, una portada es simplemente el envoltorio que forra un regalo, prescindible una vez que descubrimos lo realmente importante, aquello que durante unas horas nos hará más o menos felices y que, las menos de las veces, recordaremos de por vida.

Días después la editorial me invitó a un "Encuentro" con la autora y no me pude resistir. Intuía que en el libro había mucho de ella y necesitaba preguntárselo. Por otro lado, la veía tan joven, que me generaba ternura y admiración a partes iguales. Y fue un acierto, porque pude resolver mis dudas y disfrutar de unas horas de diversión con algunas blogueras que también acudieron a la cita. Mejor plan imposible, ¿verdad?.

Siendo prácticamente una niña, porque no creo que tuviese más de doce o trece años, la madre de una amiga nos llevó a ver la película Lo que el viento se llevó. Al salir del cine ambas estábamos absolutamente impresionadas. Durante días no dejamos de hablar de otra cosa que no fuera la historia, estableciéndo paralelismos, hasta el punto de que mi amiga me llamaba Escarlata y yo a ella Melania. Y su madre, una enamorada de la película, también participaba de nuestras conversaciones. Al poco tiempo, viendo nuestro entusiasmo, nos regaló a ambas el libro. Era un tocho que, si mal no recuerdo, superaba las mil páginas y que incluso tenía fotografías en blanco y negro de la película. Lo devoré. Y lo hice porque más allá de narrar una historia fascinante, había descubierto algo que afectaría a mis futuros gustos lectores: había encontrado una protagonista de tronío, una mujer caprichosa, egoísta y todos los adjetivos que le queráis poner, pero con un carisma capaz de levantar una novela por sí misma, porque con sus actos, acertados o errados, te tenía siempre con el alma en vilo.

Pues algo así me ha sucedido con esta novela que en nada se parece a la anterior: he descubierto una protagonista de un golpe, gracias a la que todo lo que sucede en la novela gira en torno a ella, por acción u omisión. Una mujer capaz de influir, para bien o para mal, en la vida de otros. Determinante como nadie y nada arquetípica. Y cuando, además, está rodeada de otros personajes mucho más "amables", a los que acabas queriendo por muy ficticios que sean, todavía te sorprende más.

Esta mujer no es otra que Blanca Luz Miranda, a la que conocemos nada más empezar a leer siendo ya octogenaria. Una casualidad hace que una becaria de una agencia de noticias se fije en ella y quiera hacerle una entrevista y esta se produce. Quizás porque la que se cree más lista de las dos, obviamente la joven, creyendo que ha encontrado una mina de oro con la que poner en valor sus dotes como escritora, no había reparado en que Blanca Luz andaba buscando una herramienta para poder poner blanco sobre negro la historia de su vida.

Pero vayamos por partes, porque El color de la luz ha resultado para mí una novela muy, muy especial y quiero ofrecer un decálogo de razones por las que deberías leerla. Y eso que encontrar tantas es bastante complicado. Por lo menos para mí. Si bien es cierto que es más fácil cuando se trata de una joya de la literatura, o de un clásico en el que se dan, además, una serie de circunstancias especiales, que con una novela actual donde la cosa se complica. Si bien es cierto que hice este mismo ejercicio no hace mucho y podéis decirme que parece que me haya abonado a la fórmula, en mi descargo diré que con Lena, de Daniel Vázquez Sallés, era la primera vez que lo intentaba en todos los años que llevo por estos mundos blogueriles. No obstante, entiendo que debo intentarlo de nuevo, porque El color de la luz bien merece el esfuerzo por los buenos ratos que he pasado mientras andaba perdida entre sus páginas:

1.- EN EL PUNTO DE PARTIDA: La novela comienza con una impactante escena: Blanca Luz Miranda, una empresaria octogenaria que ha levantado un imperio textil de la nada, suscita una lucha sin cuartel en una casa de subastas neoyorquina durante la puja por un cuadro de un afamado pintor español: Martín Pendragón. A todas luces, dado su precio de salida, el importe del mismo se ha disparado, pero eso parece darle igual a la anciana, quien finalizada la subasta, agarra el lienzo como si siempre hubiese sido suyo y se va, causando expectación y admiración entre quienes asisten al evento y en particular en una joven periodista que trabaja como becaria en una agencia de noticias española y que está cubriendo el acto.

Esto será el inicio de un prólogo en el que conoceremos más a la joven en cuestión y quizás una de las partes de la novela que ha suscitado más debate entre el grupo #SoyYincanera, quizas por el particular estilo de la autora, del que ya hablaré más adelante. El caso es que quizas, gracias al "Encuentro" que mantuvimos algunos blogueros con Marta Quintín, este prólogo, narrado en primera persona, es la parte más real de la historia, porque según nos comentó, la idea del libro le surgió tras asistir a la subasta de El Grito de Munch, que se vendió por ciento veinte millones de dólares, convirtiéndose en récord de cotización. Esa tesitura le dió pie a pergeñar, de vuelta a la redacción, el embrión de lo que más tarde se convertiría en una historia apasionante, al darle una vuelta de tuerca a la idea al plantearse qué razones podían llevar a una persona para pagar un precio escandaloso por un cuadro. Y así nació Blanca Luz Miranda.

Pero ese prólogo, como os decía, también nos da pié a conocer algo más de la autora, como que ese profesor de literatura del que habla en el mismo y también existe en la vida real, el mismo que le aconsejaba en los mismos términos en que lo hace en el libro o esa compañera de piso impagable, Leidy, que considero que debería patentar, digna de sacar una carcajada en mitad de la intriga.


2.- EL MOMENTO HISTÓRICO: Cuando conocemos a Blanca Luz Miranda, ella es una octogenaria y corre el año 1982. Como comprenderás, El color de la luz abarcará un periodo de tiempo de casi un siglo. Eso sí, no vayas a considerar que se trata de una novela histórica, porque no lo es, sino un paseo fascinante por un siglo, el XX, al que se denominó «Siglo de la Vanguardización» y no fue de manera gratuita. Por ello, y de manera soberbia, seremos testigos de excepción de aquella vanguardia parisina de los años veinte que hizo de la pintura su piedra angular y de la vida bohemia su leitmotiv. De la mano de Martín Pendragón penetraremos en La Ruche y seremos uno más, pero también le acompañaremos en ese París ocupado por los nazis, sufriendo con él y con sus compañeros la presión ejercida por los alemanes, empeñados en sepultar las obras que les resutaban perturbadoras y que consideraban una degeneración. Y lógicamente, en España, la Guerra Civil hará estragos, pero también presenciaremos alguna escena conmovedora, como la protagonizada por Francisco Miranda, padre de la protagonista, que te dejará con el corazón en un puño.


3.- LOS PERSONAJES: Una de las características más relevantes de la novela es su espléndida galería de personajes, en la que se combinan individuos de ficción con algún que otro real. De hecho, cuando más se observa esta práctica de incluir personas reales a la historia, se da cuando la trama se traslada a París. Allí Martín Pendragón conocerá a Jean Boucher, Marc Chagall o Chaïm Soutine, entre otros. Pero, ¿qué podría deciros de esos personajes ficticios que me han ido enamorando, en su mayoría, a los largo de estas más de cuatrocientas páginas? Todavía, a pesar de los días que han pasado desde que leí la novela, vienen a mi mente escenas protagonizadas por Francisco Miranda, José María Casabella (Chema) o Eduardo Izquierdo y no puedo evitar seguir sintiendo cariño, porque están tan bien perfilados, tanto en lo físico como en lo psicológico, y tienen unas personalidades tan definidas que han ido cobrando vida en mi cabeza. Porque parecerá mentira, pero en una novela donde hay dos grandes protagonistas, como son Martín Pendragón y Blanca Luz Miranda, los secundarios no actúan como comparsa, sino que tienen un peso importante en la trama. Obvio es que hay otros, menos importantes que los citados, que tienen su papel en un momento determinado y, hasta ellos, tienen ángel. Ya os comenté anteriormente el caso de Leidy o el profesor de la periodista, pero son muchos más, que me gustaría que conocieras y me comentases si te ha ocurrido lo mismo.


4.- EL PROTAGONISTA EN LA SOMBRA: No es otro que el cuadro por el que puja Blanca Luz, un lienzo que hace las veces de hilo conductor a lo largo de toda la novela, del que lo queremos saber todo porque se nos ha descrito con profusión de detalles, pero, sobre todo, porque es donde Martín Pendragón ha volcado su alma y una tabla de salvación a la que ella puede aferrarse para redimir todos sus errores del pasado.


5.- LA TRAMA: Dice Marta Quintín que lleva desde los cuatro años contando historias. Y se nota. Se nota porque la historia que nos ha regalado tiene una gran calidad por su generosidad. Porque más allá de querer sorprendernos capítulo a capítulo, nos trata de igual a igual, a golpe de descubrimiento. Porque eso es lo que ella hace: descubrirnos un mundo de emociones donde la pintura, el talento, la cultura, la bonhomia de unos personajes se aúnan para ofrecernos una lectura con una profundidad intelectual y emocional sin parangón.

6.- LA ESTRUCTURA DE LA NOVELA: La novela se divide en prólogo, trece capítulos y un epílogo aunque no sigue un orden cronológico lógico, toda vez que comienza in media res, para enseguida trasladarse al pasado, donde en ese caso sí se ciñe a la cronología de los hecho, para terminar en lo que sería el futuro teniendo en cuenta el principio de la obra. Visto así, parece sencillo, pero os aseguro que es mucho más complejo de lo que aparenta. A fin de cuentas, la estructura de la novela es el armazón que sostiene la obra y la de El color de la luz brilla por su cohesión y consistencia. Parte del esquema clásico, perfectamente definido y que en este caso ayuda a mantener la tensión narrativa, con un ritmo lento que va embaucando al lector, que cada vez quiere saber más y más mientras no dejan de sucederse diferentes subtramas, hasta llegar al clímax: planteamiento (aparece en el prólogo, cuando Blanca Luz y la periodista se conocen y deciden dar a conocer la historia vital de la primera, echando a rodar la historia y donde ya podéis intuir los temas que se van a tratar, porque son varios), nudo (a lo largo de los trece capítulos que componen la historia, no solo conoceremos a los protagonistas, sino a un elenco de personajes espectacular. Seremos conscientes de los conflictos que surgen y el modo en que los enfrentan) y desenlace (un epílogo magistral que cierra con broche de oro todos los frentes). 

7.- EL ESTILO DE LA NOVELA: Si hay algo que llama la atención en esta novela desde la primera página es su lenguaje. Cuidado al máximo y utilizado con mimo, dado que de su riqueza se derivan los distintos registros que utiliza la autora dependiendo de quien hace de interlocutor. Por ejemplo, cuando la protagonista se dirije a la periodista, es formal, dotando a la narración de una hermosura poco habitual y, por lo tanto, muy por encima del lector común; sin embargo, cuando es a la inversa, este se torna coloquial, tirando a vulgar. Ambos aspectos se aprecian a la no solo a la hora de escoger las palabras y sus correspondientes sinónimos, sino en la manera de construir las frases. No obstante, en general, la prosa está muy elaborada, al hacer uso de numerosos recursos estilísticos, que he ido degustando poco a poco, disfrutando de cada párrafo, de cada línea y que es capaz de convertirse en un océano de lirismo cuando intenta transmitir sentimientos y sensaciones, ya sean por el amor o desamor que se profesan los protagonistas o cuando se describe una pintura, en la que resulta espectacular la nitidez con la que la autora es capaz de detallar cualquier peculiaridad.

8.- EL AMOR IMPOSIBLE COMO TEMA DE FONDO: Del mismo modo que los personajes de El color de la luz no son arquetípicos, tampoco lo es el tratamiento que tanto del amor como del desamor nos ofrece Marta Quintín al narrarnos la relación de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragón.

Si me preguntas si ambos protagonistas vivieron una historia de amor, tengo que decir que sí. Una pasión adolescente y, sin embargo, cándida. La personificación del primer amor, puro, sutil y sin fisuras. Sin embargo, imposible de perpetuarse en el tiempo. Y los obstáculos con los que se toparon los enamorados no sobrevinieron precisamente por cuestiones ajenas a ellos, sino precisamente por todo lo contrario. Sí es verdad que cuando el padre de ella descubre la relación y el grado de intimidad al que los jóvenes han llegado, hace mutis por el foro y busca una estrategia para separarlos, dado que ambos conviven en su propio domicilio. Y su estrategia pasa por proponerle a Martín que viaje a París, para avanzar en su arte y este no se lo piensa dos veces y decide emprender el viaje. Con lo que no cuenta el chico es que Blanca Luz no le seguirá y que, muy al contrario, romperá su relación. Comenzará entonces una agonía para él en la que el paso del tiempo no ayudará a paliar el dolor mientras ella intenta emprender una nueva vida.

Y resulta conmovedor como ese dolor se mantiene, por parte de él a lo largo de décadas y de cómo ella sobrelleva sus decisiones. Porque cuando sus caminos confluyen, la nostalgia se adueña de la situación y se aviva como esos rescoldos que siempre quedan después de un gran fuego.

9.- LA TEMÁTICAS QUE ABORDA LA NOVELA: Dada la extensión de la novela, son muchas y muy variadas: ya hemos hablado del amor y el desamor, pero tiene también un papel predominante la amistad, los celos, la envidia, el pánico a esas decisiones que pueden arruinarte la vida, la persecución de los sueños, la guerra y sus consecuencias... en fin, tantos y tan variados que darían lugar a mil y un debates.

10.- Y si todavía no te he convencido, es porque o yo lo hago muy mal, o tú no tienes remedio. O seguro que en el camino me he dejado algo, pero si es esta última la razón, te agradecería que te pasaras por el resto de reseñas que ha publicado hoy el grupo #SoyYincanera.

Si lo que deseas es acercarte a la pasión auténtica, no te conformes con la Semana Santa. Cómprate un ejemplar de El color de la luz y la percibirás en estado puro, la notarás, la palparás, la sentirás, la escucharás, la observarás y la saborearás, porque de esta historia, escrita con los cinco sentidos, emanan los sentimientos más sublimes y te permitirá revivir las sensaciones más intensas. ¿A qué esperas?

Reseña de "El color de la luz" en el blog Anduriña

La novela que hoy os comento rompe esta tendencia, pues casi siempre leo novela negra y criminal y ésta (tengo claro) que no lo es, aunque no sé cómo calificarla, porque más bien sería una novela de desamor y que yo sepa ese género no existe, ¿no?. Y no sé en qué estilo encajarla, mejor decididlo vosotros mismos…
Los personajes:
 La familia Miranda:
Francisco Miranda, el padre. Viudo.  Había abandonado su profesión de pintor y llevaba varios años dedicando su tiempo a dar clases de pintura.  Junto con sus dos hijas Blanca Luz y Sofía se traslada a una “vieja ciudad norteña” para dar abrir una pequeña academia en la que impartir clases de pintura a jóvenes con facultades.

Blanca Luz Miranda.  Es la hija mayor de Francisco.  Una joven de una extraordinaria belleza, en la que sus ojos de un color indefinido, llaman poderosamente la atención, Blanca Luz es una jovencita con gran personalidad y carácter, extrovertida y simpática y, muy práctica, ella se encarga de llevar la casa desde que su madre murió.  Es una persona con la durante casi toda la lectura es difícil empatizar, aunque al final nos da una sorpresa. 

Los Alumnos:
Martin Pendragon. Cuando la Familia Miranda se cruza en su camino, Martín, con catorce años, esta trabajado como albañil pero siempre había querido ser pintor, y una simpática circunstancia le hace merecedor de una de las tres plazas que el señor Miranda tiene en su academia de pintura.

José María Casabella (Chema) un joven que se presentó directamente a la academia interesado en aprender a pintar y que el señor Miranda admitió tras superar la prueba de destreza a la que le sometió.  Chema tiene una gran importancia en la novela, pues por su calidad humana se convierte en el mejor amigo de nuestros dos protagonistas.

Y el tercero de sus alumnos era Eduardo Izquierdo, llego a la academia recomendado por un amigo del profesor quien conocía a sus padres, procedía de una familia bastante acomodada, dedicada al negocio del cuero. Alto, bien parecido, pero que no destacaba en nada y enseguida pasaba desapercibido.

Escenarios:
 La historia de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragon transcurre con el siglo XX y nos muestra también los acontecimientos importantes en los escenarios en los que nuestros principales protagonistas, Martín Pendragon y Blanca Luz Miranda se mueven.

Pendragon, desde esa “vieja ciudad norteña” que nunca sabemos cuál es, se traslada a vivir a París, ciudad que es la cuna del arte, donde viven los pintores más importantes del momento.

Allí Pendragon se aloja en La Ruche (la colmena), una comuna de artistas de diversas ramas, en la que es acogido y donde puede vivir, pintar y aprender de todos los demás artistas con los que convive. Con Pendragon conocemos como es la vida de los grandes pintores del siglo XX con los que traba amistad.

Mientras tanto, en España, se ha declarado la guerra civil y vivimos las vicisitudes por las que atraviesa la familia Miranda. 

Mi opinión
La novela está estructurada en un prólogo, trece capítulos y un epílogo.  Los capítulos son largos y densos pues la autora escribe con un vocabulario muy extenso que, utiliza dependiendo de la época en la que está transcurriendo la acción. Un largo periodo, que transcurre desde 1919 hasta los años 80 del pasado siglo. Esta narrado en primera y tercera persona

En el prólogo, la autora comienza el relato en 1982, en Nueva York.  En una casa de subastas han sacado a la venta la obra cumbre de un famoso pintor español: Martín Pendragon.  En la sala se encuentra una joven reportera, también española, que trabaja para una agencia internacional de noticias y que estaba cubriendo el evento.  Ella es testigo directo de la venta de este cuadro por una cifra récord veinte millones de dólares, cifra que hasta entonces nadie había pagado antes por un cuadro.

La joven periodista, de la que no sabemos su nombre, se sorprende cuando ve que la compradora es una anciana y cuando se entera quien es empieza a investigar y documentarse sobre ella, descubre que Blanca Luz Miranda, que así se llama la anciana, es una acaudalada empresaria a la que en una entrevista que le hicieron responde que únicamente “quería el dinero para comprar arte”. La periodista intrigada decide pedirle una cita para hacer una entrevista y tras duras negociaciones cuando por fin la consigue le propone escribir sus memorias, Blanca Luz Miranda, al principio se niega, pero pasadas unas semanas cambia de opinión, accede a ello y así comienza a escribir la biografía.

La historia es larga, y la autora va enlazando el presente y el pasado de los protagonistas a través de las cartas que el pintor escribió a su amigo Chema y de las conversaciones que mantiene con Blanca Luz Miranda. En estas conversaciones la anciana se desnuda ante la periodista, incluso contándole algunas cosas que nunca llegaron a suceder

 Una trama en la que te sumerges y viajas a través del tiempo con las vivencias de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragon, que encierra una historia de amor, sacrificios y algo de misterio.

Reseña de "El color de la luz" en el blog Lecturas a la luz de las velas

http://lecturasalaluzdelasvelas.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-la-luz.html

Nos encontramos ante una novela de corte intimista y romántico, ambientada en la España de la guerra civil, el París de los años veinte, la Segunda Guerra Mundial y el Nueva York actual, aunque en gran medida está muy alejada de los estereotipos de la novela romántica. Es decir, los protagonistas no siguen los cánones que establece este tipo de novela para su consecución y porque además la trama es mucho más profunda, el lenguaje es mucho más cuidado y la estructura está mucho más elaborada.
        En ella, se plantea una historia de amor descarnado, imposible; es una historia de amor contada con destreza, ternura y sin almíbar, el ideal de romance juvenil imposible que perdura en la memoria para siempre.
        Marta Quintín en una entrevista concedida a El País indica que en su novela “Quería explorar aquel amor que es algo imposible”, y desde luego puedo afirmar rotundamente que lo ha conseguido.
          La protagonista, Blanca Luz, es una empresaria de éxito obsesionada por el dinero, una persona voluble, caprichosa, egoísta, en definitiva aborrecible la mayor de las veces. Frente a ella hay una joven periodista que a través de los distintos escenarios y distintos encuentros que le son narrados, va tirando de los hilos necesarios para entender por qué la adjudicación de un cuadro en una subasta es tan importante para nuestra protagonista.
        A lo largo de toda la novela encontramos que este cuadro, un objeto inanimado, es el hilo conductor físico de las pasiones, de las tragedias, y del gran enigma que sobrevuela a lo largo del libro.
Con una redacción excelente, un profuso y rico  vocabulario, (aunque para mi gusto  quizás en algunos pasajes sea un poco excesivo el uso de adjetivos y metáforas), desde que comenzamos su lectura tenemos la justa medida de la dimensión poética de la novela. El esquema y el desarrollo del mismo a lo largo del libro está muy bien organizado, muy cuidado, de forma que aunque haya una alternancia de tiempos históricos, el lector no se siente perdido de ninguna ocasión.
Me ha encantado la presencia tan importante que tiene el mundo del arte en la novela. Pocas veces podemos llegar a conocer parcelas de la cultura a través de los años de una manera tan precisa y detallada como nos la cuenta Marta Quintín en esta historia.
Todo hace referencia al arte, he remarcado una frase que me ha gustado especialmente, y es cuando la periodista afirma:  “me había regalado una experiencia más surrealista que un Dalí”.
A este respecto, me ha sorprendido muy gratamente la referencia a la comuna parisina de La Ruche (La Colmena) que fue una escuela libertaria francesa, laica y autogestionada, que existió entre 1904 y 1917. En ella, trataban de conseguir una instrucción general junto a una enseñanza técnica y profesional en comercio y en arte, principalmente; y estaba prohibida cualquier forma de autoridad. Tan importante eran las aulas como los talleres, que están perfectamente retratados en la novela.
            En concreto, encontrarme con Marc Chagall en mitad de la lectura, ha sido un placer. Además de que me gusta mucho su obra, recuerdo con especial cariño la novela de Rosario Raro, “Volver a Canfranc”, en la que también hacía acto de presencia, esta vez huyendo de los nazis a través del túnel de la estación compartida con Francia durante la contienda de la Segunda Guerra.
Existe una clara diferenciación del lenguaje dependiendo de la parte de la historia que está contando la autora. Así dependiendo de la época en la que estemos situados en el tiempo, nos encontramos con dos maneras diferentes de expresarse los protagonistas. Una más actual, cuando la historia se sitúa en el presente, con la periodista (una mujer joven que se implica tanto en la historia que llega a perder el sentido de la realidad) haciendo sus indagaciones a través de una Blanca Luz ya mayor; y la antigua, cuando la historia del pasado que tanto atormenta a Blanca Luz se va desarrollando de forma que hablan de acuerdo a los cánones de la época.
La etapa de la Guerra Civil Española también está reflejada, aunque someramente, pero sí es verdad que hay una velada crítica al régimen de Franco y a la corrupción existente al acabar la guerra. Expone muy bien el proyecto republicano sobre una educación social y augura el terrible futuro que le espera al panorama cultural español en la etapa de la dictadura.
Los personajes están muy bien desarrollados, sobre todos los principales, con sus luces y sus sombras; repletos de pasiones, alegrías y angustias. Por una vez, y desde mi punto de vista nos encontramos ante una protagonista femenina que nos va a complicar la vida. No me ha gustado la personalidad de Blanca Luz. Me da muchísima pena Martín Pendragón, y este ha sido sin duda mi personaje preferido, al haber empatizado con él desde el principio.
Toda la novela nos plantea un amor imposible. ¿Por culpa de él? ¿Por culpa de ella?, ¿Por culpa de los mundos que los separan y a la vez los acercan?. Grandes preguntas que nos iremos haciendo a lo largo de la lectura, y que resolveremos dependiendo de la forma que tengamos de ver las cosas. Yo resumiría el espíritu del libro como un alegato a la pérdida o a la renuncia, lleno de definiciones preciosas sobre el amor y  también terribles sobre el desamor.
En el grupo de Yinkaneras hemos disfrutado muchísimo con esta lectura, y nos ha dado pie  a tuitear verdaderas obras de arte, entre fotografías preciosas que hemos ido encontrado por la red y las frases tan sugerentes que hemos podido entresacar del libro.
Hay un momento en la lectura en la que me he encontrado con la parte que da sentido al título. Descubrir la relación de los títulos con las obras siempre me fascina (sé que es una manía) y cuando lo he descubierto en esta novela, ha sido como una sensación maravillosa de estar dentro de la novela, en su mismo corazón.
Hay también una parte epistolar, llena de cartas de ida y vuelta, que me ha resultado fantástica, y por supuesto la cita de Bécquer “cuando me lo contaron sentí…. “ me ha sorprendido mucho, por ser del poeta, y por definir tan precisa y exquisitamente el momento en el que se utiliza.
Como veréis hay mucho sentimiento a flor de piel, muchas sensaciones que nos han impactado y creo que a todos los que la leáis os pasará igual. Auguro un futuro literario muy brillante para esta autora, ya veréis, tiempo al tiempo. La seguiremos de cerca.

Reseña de "El color de la luz" en el blog Brownie y sus cosas

http://blogdelpastelitobrownie.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-la-luz-marta-quintin.html


Nueva York, 1982. La novela empieza en una subasta de arte, donde un cuadro de Martín Pendragón alcanza la astronómica cifra de 20 millones de euros. Y la compradora es la anciana Blanca Luz Miranda, una empresaria millonaria,que recupera el Pendragón cincuenta años después.

Otra de las asistentes a la subasta, es una periodista española afincada en Nueva York que queda fascinada con la compra de la obra por parte de Blanca Luz. Es por eso, que decide gastarse todos sus ahorros en viajar a España para entrevistar a la empresaria y poder indagar algo más sobra la necesidad que parecía de tener el cuadro. Pero la entrevista resulta un fracaso, y cual será la sorpresa de nuestra periodista, cuando a su vuelta, recibe una llamada la anciana Blanca Luz  para que viaje de nuevo a España y se haga cargo de transcribir su historia.

Pero al final, acaba aceptando la oferta de Blanca Luz. Y empieza así el relato apasionante de como se conocieron Blanca Luz y Martín Pendragón, cuándo este no era más que un albañil, obligado a trabajar por su padre en un oficio que no le gustaba ya que él solo tenía en la mente el mundo de la pintura. Y como el padre de Blanca, un pintor retirado y profesor de pintura, lo acogió en su casa para que pudiera dar rienda a todo su arte.

Y empieza también la historia de amor. Porque en definitiva, El color de la luz es una historia de amor. Una historia de amor que como todas las historias no es siempre como se cuenta. Una historia de amor que nos llevará de la mano por los escenarios de la historia reciente. Pero no solo del amor entre dos personas, sino del amor hacia un arte, hacia una pasión, hacia un recuerdo. Y como sucede a veces con la historias de amor, también es una historia de dolor y de sufrimiento.

Una novela que va de menos a más y que te va atrapando a medida de que avanzas por sus páginas, en la que la escritora, no sé si de forma deliberadamente calculada, nos va negando algunos datos, como el mismo nombre de la periodista que nos narra los hechos en la actualidad, o la ciudad donde se conocen nuestros protagonistas, y nos va haciendo avanzar hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Otro de los puntos que destacaria de la novela son los personajes secundarios, que le dan calidez a la historia, personajes con los que no cuesta nada empatizar y hacen la historia más completa. En definitiva, una novela de la que he disfrutado mucho y eso que yo no suelo ser asidua de las novelas románticas. Pero El color de luz engloba mucho más dentro de sus capítulos que una simple historia de amor, por eso considero que mi estreno con Marta Quintín no ha podido ser mejor.

Reseña de "El color de la luz" en el blog A 440 Hercios

http://a440hercios.blogspot.com.es/2018/03/seis-finos-trazos-sobre-el-color-de-la_22.html?spref=tw

Más allá de la historia de amor entre un apasionado en la práctica y una práctica apasionada, «El color de la luz» es un maduro y trabajado puzle existencial. Pasión y pragmatismo entrecruzan sus miradas en una novela donde el devenir de los acontecimientos y el origen de las actitudes quedan perfectamente encuadrados en su época. Un maravilloso retrato que nos muestra toda la gama de colores del arte y del amor, en resumen, de la vida.

Mis seis finos trazos sobre esta novela serán, solo eso, sutiles pinceladas de aquello que más me ha llamado la atención durante su lectura. Aquello que, por impactante y una vez cerrado el libro, Marta Quintín ha conseguido pintar en mis recuerdos: la luz...

La luz

El título de la novela y el nombre de la protagonista femenina, Blanca Luz, se prestan a un juego literario donde el análisis cromático de unos ojos se extrapolará al amor y, finalmente, la luz que contienen y que proyectan en el que los contempla quedará plasmada en una obra pictórica. ¡La emoción en una creación artística!

La creación artística

No hay personajes secundarios cuando su finalidad es la de homenajear a todos aquellos que reconocen el talento en otros, lo admiran y trabajan para que se desarrolle: Francisco Miranda, padre de Blanca Luz, enorme personaje y ¡enorme su creadora!

Las reflexiones sobre el origen de la inspiración y las fuentes de las que se nutre, el talento o el proceso creativo son continuas y certeras. Aplicables a cualquier actividad artística, pero concentradas aquí en la literatura y, sobre todo, en la pintura.

La pintura

Sin serlo al uso, el gran protagonista, el hilo conductor de la novela es una tela: UN CUADRO. A través del arte al que pertenece, la pintura, viviremos el inicio, el desarrollo y, lo más fascinante, la perpetuidad de una historia amor.

El amor

En el más amplio sentido de la palabra: el primero, el perdido, el añorado, el conveniente, el filio-parental, el amor al arte y, en general, a la cultura.

La cultura

Tengo que destacar dos magníficas «realidades» que la autora ha incluido en la novela coloreando así la trama con gran acierto.

Por una parte menciona y desarrolla, sucintamente, la solidaridad cultural durante la II República Española: las bibliotecas ambulantes.

Por otra, viviremos «la huida» de un artista hacia la libertad y el conocimiento que ofrecía en aquel momento la Ville Lumière. Y allí, como no podía ser de otra manera, lo sitúa a su llegada en La Ruche: un símbolo, un lugar de intercambio, una ciudad de artistas y, en cuanto a la vida, un estilo y algo más.

El estilo y algo más

Una escritura, en los inicios, que se asemeja a los impetuosidad de los primeros escarceos amorosos. Capítulo a capítulo, como en el amor consolidado, va ganando sosiego y calidez.

El magnetismo del color blanco se intensifica cuanto más se avanza  y llegados a un punto no se puede parar de leer. Un blanco lleno de vida que nunca ciega y siempre ilumina, despertando las ansias de existir en mayúsculas, de sentir sin reflexionar y de acumular experiencias desde la pasión.

Una novela, en definitiva, que contiene una gran máxima: vivid en paz con vuestros instintos para que llegado el ineludible adiós podáis despediros como una gran artista, como Marta Quintín...

Pinté todos y cada uno de mis días con «El color de la luz»

Reseña de "El color de la luz" en el blog La magia de los buenos libros

La escritura de una novela cobra su sentido último cuando un lector, como aquí Loreto, dice de ella: "Aunque sea ficción, Marta ha sido capaz de retratar a alguien que conocí y al que llamaba papá".

Y no hace falta añadir nada más.

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Reseña de "El color de la luz" en el blog Reading in my room

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"Hoy os traigo una de esas historias de amor con mayúsculas: El color de la luz, de Marta Quintín. El libro está editado en tapa blanda por Suma de letras y tiene 427 páginas.

Esta historia comienza con la compra de un cuadro. Nos encontramos en la ciudad más cosmopolita del mundo, Nueva York. La gran empresaria Blanca Luz Miranda puja con ambición desmedida para conseguir una enigmática pintura de uno de los últimos genios del siglo XX, Martín Pendragón. Al mismo tiempo conocemos a la periodista que cubre la subasta, y asiste asombrada a la puja encarnizada que se lleva a cabo entre una anciana y un desconocido, y que finaliza con la batida de un nuevo récord del precio pagado por una obra de arte hasta el momento. El pintor lo merece, el cuadro más.

A nuestra avezada periodista, como no podía ser de otra manera (si no, no sería una periodista digna de ese nombre) le pica la curiosidad. Ante el oscuro futuro que se abate sobre ella en el maravilloso Nueva York (viviendo como una Carrie Bradshow cualquiera, aunque sin economía para permitirse unos Manolos) deja su trabajo en un periódico local, y su piso compartido en la Gran Manzana (su compañera de piso, Leidy, es un personaje en todos los sentidos) y se lanza a la aventura en pos de la historia que pueda esconder la anciana señora que conoció en la puja. Decide poner rumbo a España y tirar un poco del hilo.

El primer encuentro entre la periodista con ambiciones de gran escritora y la gran dama de los negocios no puede ser más gélido y a la vez, más desconcertante. Hasta que una inusitada excusa pone fin a la entrevista ante el asombro de la periodista. Una vez de vuelta a Estados Unidos, tras decidirse a olvidar el tema por completo, recibe una llamada trasatlántica que la deja atónita. Blanca Luz quiere que escriba su historia.

Y es aquí donde empieza la historia dentro del relato que Blanca Luz quiere dejar como legado vital. La parte más bonita. La vuelta al pasado, a la emoción y a la energía a raudales, al amor pletórico y a la felicidad sin límites, a los comienzos, a la juventud en definitiva. Conocemos a una joven y bonita Blanca Luz, que vive con su hermana y Don Francisco, su entrañable papá. Un hombre apacible, enamorado de la pintura, que le trajo grandes alegrías y una gran desgracia. La que asume cada noche contemplando un retrato colgado de la pared, lleno de melancolía por lo que no supo hacer, por lo que no supo ver. Para ganarse la vida, y ante la tesitura de no volver a coger los pinceles,  Francisco Miranda regenta un estudio de pintura donde enseña a futuros artistas. La casualidad hace que su destino y el de Martín se crucen. Un albañil sin futuro, dotado de una genialidad desmedida para el arte pero que jamás se ha planteado pintar. Martín, que tiene una relación muy difícil con su padre, se acoge bajo el ala protectora de Don Francisco como pupilo, casi como un hijo. Allí junto a Chema y Eduardo, los otros dos aprendices de artistas, descubrirá su verdadera vocación. Ocultos tras un armario, unos pícaros ojos lo observan deslizar su pincel por un lienzo en blanco.

No os voy a desvelar más de la historia, no sería justo. Ahora os voy a comentar un poco mi opinión.

Los capítulos tal vez sean un poco largos, pero una vez metidos dentro de la historia no vamos a darnos cuenta. El lenguaje, algo más complicado al principio evoluciona a grandes pasos según avanzas en la lectura y es cierto que varía según qué personajes lo utilizan. El libro arranca con una escena muy contundente, que te atrapa sin paliativos.


El amor que surge entre Martín Pendragón y Blanca Luz Miranda es tan bonito como suelen serlo los primeros amores, pero todos sabemos que no hay amor sin sacrificio. Los sacrificios en este caso los hará ella. El genio sin embargo, lo vivirá todo de otra manera, con un amor puro, inquebrantable durante años, como fuente de inspiración, como motor que gira su mundo. ¿Es esto egoísta? Probablemente si, mucho. Como veis, el libro puede dar mucho que pensar. Enredados entre la madeja que será esta historia de amor se mezclan Eduardo, el sufrido. Y sobre todo Chema.

Chema es ese amigo que todos tenemos, que siempre está ahí, y al que muchas veces no le prestamos la atención que se merece, como si su único sentido en la vida fuera ese, estar ahí para nosotros. Siempre pasa desapercibido, y es de esos amigos que cuando se van, descubrimos que eran fundamentales en nuestra existencia. Pero claro, ya no podemos dar marcha atrás. Ya querría Don Francisco. Ya querríamos todos.

Como escritora que empieza, Marta Quintín cumple su cometido con creces. Mejorará, claro que mejorará, todos lo hacemos cuando nos dedicamos a lo nuestro, y está claro que esto es lo suyo. Los personajes son fuertes, la historia digna de película. Los escenarios, desde el estudio Miranda, hasta la comuna de artistas en París son evocadores y creíbles al cien por cien, los años difíciles de la guerra, las relaciones familiares complicadas y a veces sin sentido, como la vida misma ... Y sobre todo, un cuadro, la historia de un cuadro, y de lo que somos capaces de hacer cuando queremos y por lo que queremos. Vais a disfrutarlo seguro, porque la luz lo es todo, y el blanco querid@s, es el color de la luz."

Reseña de "El color de la luz" en el blog La isla de mil palabras

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"La historia comienza con un prólogo fechado en el año 1982 en Nueva York. Una periodista española está cubriendo la noticia de una subasta de arte en la que una mujer desconocida se hace con un cuadro por un precio desorbitado tras una puja de infarto. Lo que ve en los ojos de esa mujer cuando se lleva su cuadro la deja impactada y querrá saber qué historia hay detrás. Pronto averiguará que se trata de Blanca Luz Miranda una empresaria que ha tenido mucho éxito y que le contará que su afán por ganar dinero está motivado por sus ansias de comprar arte.

Se nota que es una mujer de carácter acostumbrada a llevar el mando y a marcar los tiempos y aunque nuestra periodista no está muy de acuerdo con su forma de hacer las cosas, cuando le ofrezca contarle su vida para dejarla por escrito, y descargar sus hombros de una historia que le pesa, la periodista no tardará en dejar Nueva York y dedicarse en cuerpo y alma a esta labor.

Con la lorita como acompañante fiel, a pesar de las reticencias de Blanca Luz, comenzará a desgranar su historia. Así iremos conociendo en tercera persona lo que ocurrió que es como lo va escribiendo la periodista.

Martín Pendragón vivía en una ciudad del norte de España, nunca sabremos a qué ciudad exacta de refiere, tiene un don especial para la pintura, algo que surge de él espontáneamente y desde que era un niño, aunque no es un don que sea percibido como tal por su familia y por los que le rodean, es más un inconveniente, de modo que lo colocan como albañil para ponerle los pies en el suelo hasta que un día conoce a Francisco Miranda y sus dos hijas. Este profesor de pintura lo cogerá bajo su protección y junto con dos compañeros, Eduardo y Chema se dedicarán a pulir y perfeccionar sus técnicas. Pronto se verá que Martín es especial y que probablemente llegue lejos, sus cuadros tienen alma y una luz especial y diferente que lo llevará lejos.

La personalidad arrolladora de Blanca Luz irrumpirá en medio de esas clases y todos se verán afectados en uno u otro sentido. La amistad y el amor germinarán a la vez que se desarrollan los talentos.

El destino va a hacer que cada uno de ellos tome su camino. Martín se marchará a París y formará parte de la comunidad de artistas que se alojan en La Ruche (la colmena) donde conocerá a los artistas más importantes del momento. La ilusión, la desesperación, las penalidades y el compañerismo nos serán contados por el propio Martín a través de sus cartas.

No puedo ni quiero contar mucho más sobre todo lo que pasa con todos los personajes, lo que sí os puedo decir es que la autora nos muestra un repaso pormenorizado de la historia del siglo XX a un lado y al otro de los Pirineos. Como en un baile minuciosamente ejecutado las vidas de aquellos que se conocieron cuando eran jóvenes se irán entrelazando y desarrollando ante nuestros ojos.

Una novela llena de amor, secretos y culpas alrededor de un cuadro que encierra el mayor de los secretos a voces, el color de la luz, el sentimiento con el que se pintó y el que genera en cada uno de los que lo admira. Su periplo por galerías y museos hasta llegar a las manos de la mujer de los ojos que contienen todos los colores.

En mi opinión se trata de un libro muy trabajado y documentado que deja sus mejores pinceladas para el final donde se encuentran las mejores reflexiones y donde mejor se refleja la esencia de lo que quiere transmitir: el amor y cómo cada uno tiene diferentes formas de vivirlo y percibirlo; los recuerdos y como somos capaces de cubrirlos con silencios y susurros según los percibimos y la forma en la que los moldeamos a nuestro antojo en nuestra mente; el egoísmo con el que podemos actuar en ciertos momentos a pesar de que lo queramos hacer pasar por altruismo; la capacidad de pasar página o quedarnos estancados en un momento en el que fuimos o creímos ser felices. Y la propia felicidad en qué consiste o en qué creemos que consiste.

Me ha dejado sorprendida por la madurez en la narración, aunque he encontrado algunos peros, y es que parece que la evolución en la forma de escribir de esta se aprecia demasiado, me explico: la primera parte se hace densa y algo aburrida por una excesiva utilización de adjetivos y descripciones, algo que va desapareciendo conforme va avanzando la obra, adquiriendo soltura y más ligereza. Pienso que quizá el lector pueda verse apabullado por el comienzo y abandone la lectura perdiéndose así una buena historia. Si ese mismo estilo se hubiese apreciado desde el principio creo que podría haberse convertido en un plus. Como siempre se trata de una apreciación particular.

En cuanto a los personajes, tengo que reconocer que la protagonista me ha caído mal desde el principio me ha parecido una persona egoísta y manipuladora a la que en más de una ocasión me hubiese gustado zarandear para ver si entraba en razón y se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Y el que más me ha llegado y que creo que hubiese dado más juego es uno de los secundarios, Chema, el compañero de Martín en la escuela, que se convertirá en su mejor amigo. Creo que es el único que se salva y que actúa con sinceridad y naturalidad frente a las personalidades apabullantes del resto de actores.

En conclusión, un libro que merece la pena disfrutar y paladear que cuenta una historia intimista, que tarda un poco en desarrollarse y por tanto hay que darle una oportunidad hasta el final que es donde estalla en todo su esplendor."

martes, 20 de marzo de 2018

Entrevista sobre "El color de la luz" en Actúa Aragón

http://actuaragon.es/?p=4794


Marta Quintín nació en Zaragoza y una de sus aficiones desde pequeña ha sido contar cuentos. Esta afición le hizo ganar en varias ocasiones el premio Tomás Seral y Casas de relato corto y otros que ha recogido como periodista en la agencia Efe, la Cadena Ser y la NASA española.

Tras mucho trabajo y tras una experiencia personal decide escribir El color de la luz. Una novela intimista que platea una historia de amor imposible por la propia naturaleza humana, por la inseguridad y el miedo. Además, invita al lector a explorar diversos tiempos y lugares en donde el arte tiene un lugar fundamental.



Pregunta.- El color de la luz es un libro que está cautivando a todas los lectores, ¿en qué te inspiraste?
Respuesta.- En el año 2012 estaba trabajando en la Agencia EFE de corresponsal y me tocaba cubrir periódicamente las subastas de arte que tenían lugar en la ciudad. Ese año salía a la venta la última versión de El grito de Edvard Munch. Un cuadro tan icónico salía a la venta y me tocó cubrir esa subasta que batió el récord de cotización de lo que se había pagado nunca por un cuadro, 120 millones de dólares. En ese momento vi que allí había una buena historia de preguntarme por qué alguien puede pagar semejante cantidad por una obra de arte. Habitualmente suele ser por motivos económicos y especulativos, pero le di una vuelta de tuerca para que pudiera haber un empeño personal de no solo conseguir sino recobrar un cuadro a toda costa porque en algún momento de su vida le perteneciera, lo perdiera por algún azar y quisiera recobrarlo a cualquier precio.
Esa es un poco la chispa de inspiración que me hizo comenzar. El motivo que me llevó a que sea una anciana la que puja por el cuadro es por una historia de amor que transita por todo el siglo XX. Esos encuentros y desencuentros de ella y del autor de ese cuadro en diferentes ambientaciones como es el París de los años XX, con toda su efervescencia cultural y artística, la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial y del París ocupado por los nazis fueron otra parte de la inspiración.
P.- En este caso también es una periodista la que lleva el hilo conductor de la novela
R.- Lo de la periodista es un poco por analogía. La coloqué en la misma situación en la que estaba yo aquella noche porque creo que le daba más riqueza a la novela. Quería que fuera una persona que lo viera desde fuera y ve que hay un misterio de alguien que quiere el cuadro a toda costa y se dedica a investigar. En este caso, como ella es periodista pide una entrevista con la anciana, Blanca Luz Miranda.
Al principio la periodista estaba más desdibujada porque era como una excusa para empezar la novela, pero luego me aconsejaron que le diera más peso, que ella tuviera su propia trama y que se fuera entrelazando con los dos protagonistas. Efectivamente creo que le da más frescura, dinamismo, más vivacidad y, al final la periodista se acaba convirtiendo en un contrapunto de la anciana. Las conversaciones que hay entre ellas tienen un punto de humor que hace más interesante la relación entre ellas dándole más riqueza y profundidad a la novela.
P.- La historia narra un amor imposible entre los protagonistas
R.- Sí, efectivamente lo que quería reflejar era una historia de desamor, que fuera imposible por la propia naturaleza humana de los protagonistas. No tanto un objeto externo que les impidiera estar juntos como puede ser una diferencia de clase social o un padre que se opone sino que fueran sus propios miedos e inseguridades los que boicotearan su relación continuamente.
P.- A pesar de los diferentes personajes podemos decir que la verdadera protagonista es Blanca Luz Miranda
R.- Ella al final es la que conduce toda la novela. Además, quería que fuera un personaje complejocon la que al lector, al principio, le costara simpatizar, pero no quería ahorrarle ese esfuerzo porque quería que fuera muy débil, muy humana, realista, que tuviera las inconsistencias y las incoherencias que al final creo que tenemos todos. Es un personaje que creo que no deja indiferente. Aunque es una relación de amor y odio con el lector despierta pasiones en él haciendo que no le sea indiferente lo que le pase. Blanca Luz Miranda es una mujer caprichosa, voluble que a veces puede resultar un poco aborrecible.
El otro gran protagonista es Martín que es un personaje igual más coherente, de una pieza. Luego el que actúa de hilo conductor es el cuadro que ella compra en la subasta y del que Martín es autor. Este hilo conductor vertebra un poco toda la historia.
P.- A lo largo de la historia se viaja por diferentes épocas y ambientaciones todas ellas relacionadas con el mundo del arte
R.- Sí, quería un poco que al final fuera la excusa para conocer los avatares del mundo artístico a lo largo del siglo XX, en momentos determinados en los que el enlace por un motivo o por otro han tenido su importancia en la historia. Sobre todo en los años XX, en el París aquel de efervescencia cultural en donde se ocultaron muchos artistas que fueron protagonistas de la vanguardia artística, en donde se enseñaron muchas cosas que no se habían visto y creo que recrear ese mundo bohemio tenía mucho encanto y toda la vida comunal de ellos que vivían un poco como hippies.
Quería enseñar las nuevas corrientes artísticas con toda la camaradería que los unía, todas las aventuras, las anécdotas que he introducido, que muchas de ellas son reales y de las cuales me he tenido que documentar para darle a la novela una mayor consistencia. La verdad que me iba encontrando anécdotas que eran realmente deliciosas de pintores como Chagall, que es mi pintor favorito, o Soutine.
También, paso por el París ocupado por los nazis de los años 40 en donde la resistencia francesa se organizó y, por ejemplo, hablo de una mujer que se llama Jeanne Bucher que es menos conocida por el gran público. Me apetecía rendirle un homenaje en la novela porque es una galerista muy valiente que se puso el mundo por montera y se dedicó a esconder obras que iban a ser requisadas por los nazis y a dar cobijo a pintores a los que veía en la cuerda floja. También, paso por la Guerra Civil Española en donde toco, un poco, la estrechez económica que pasaba la gente. Entonces, sí que aparecen como un telón de fondo porque nunca llega a ser una novela histórica, pero sí que es parte de la novela.
P.- Para poder abarcar todos estos temas has pasado por una fase de documentación, ¿cómo ha sido?
R.- A mí el arte es un tema que me gusta mucho. Es una labor que hay que hacer con mucho rigor, pero que me fue muy amena porque como es un tema del que me gusta pues me enteraba de cosas que me hacían mucha gracia. Además, todo iba encajando con las exigencias narrativas de la propia novela. La verdad que disfruté mucho del proceso porque descubría anécdotas ya no tanto de la pintura sino de la propia vida de los artistas que yo creo que la da mucho colorido a la historia. El lector puede disfrutar de eso y a la vez que disfruta y se entretiene aprende cosas. La documentación sí que requirió su esfuerzo y trabajo, pero estuvo muy bien.
P.- Una de las partes más difíciles a la hora de escribir un libro es elegir el título. En tu caso, ¿cómo surgió?
R.- El título me vino como un fogonazo a la mente, nunca mejor dicho se hizo la luz, se me encendió la bombilla. El título no es lo primero que pongo, al final la novela tiene que desarrollarse para adquirir su propio carácter y darse título a sí misma. Un día recuerdo que estaba en el metro de Nueva York y subiendo unas escaleras mecánicas me vino El color de la luz y me di cuenta de que tenía que ser ese título. Hay veces que tú piensas un título y luego la editorial piensa que no es el mejor, pero, la verdad, en este caso todo el mundo pensó que era bastante apropiado.
P.- ¿Qué buscabas transmitir con la novela?
R.- Por un lado, quería transmitir la historia del amor imposible por las propias carencias y limitaciones de los personajes. Por otro lado, muy unido con esto la idea del arte como un refugio, como una redención que a pesar de las limitaciones humanas y todas las miserias de los personajes al final el arte los eleva por encima de ellos mismos. Es como un bastión en el que pueden estar por encima del dolor, de sus pequeñas miserias y los hace mejores. Hablamos del arte como esperanza de que el ser humano puede crear cosas bonitas, bellas, valiosas que está por encima de los que crean el arte y también como salvación, como un bálsamo que cura heridas y que nos deja al final estar en paz con nosotros mismos.
P.- Dejamos el libro un poco de lado para imaginarnos que en este caso eres tú la persona que va a pujar por un cuadro en una subasta, ¿cuál sería ese cuadro?
R.- Pujaría por cualquiera de Chagall que obviamente sale en la novela y es mi pintor favorito. Por cualquiera de los suyos pujaría sin dudar o por alguno de Picasso que también me gusta mucho. Por estos dos pintores pujaría gustosamente.
P.- ¿Qué libro recomendarías a los lectores?
R.-  Mi libro favorito y el que me gustaría escribir es Olvidado rey Gudú de Ana María Matute es un libro que me encanta y que recomiendo a todo el mundo que se lo lea. Aunque cualquiera de Ana María Matute me parece una buena recomendación.