martes, 29 de noviembre de 2022

Presentación de "La llave de las estrellas" en Madrid

 ¡Madrileños de origen y de adopción! Esta vez, sois vosotros los convocados para la presentación de #LaLlaveDeLasEstrellas, que se celebrará el próximo martes en la Librería Lé.

Y, a propósito de eso, os contaré algo, que, al fin y al cabo, es de lo que se trata. Resulta que, hace muchos años, en concreto siete (uno arriba, uno abajo), cuando todavía no había publicado "El color de la luz" y aún no pasaba de quimera que alguna vez fuese a lograrlo, yo cruzaba a diario por delante de la citada librería, en su antigua ubicación de Castellana. Iba camino de un trabajo que no me gustaba demasiado, y mi único aliciente para levantarme por las mañanas residía en esa pasión que llevaba cultivando toda la vida y que quizás —soñaba— terminaría conduciéndome a un lugar que de verdad mereciese la pena, que guardase algún sentido para mí. Solo tenía un par de manuscritos y ninguna certeza, pero en esa esperanza me refugiaba contra viento y marea. Para darle solidez, para cristalizarla, lo formulaba en los términos de la siguiente promesa: "Un día no muy lejano, mis libros estarán expuestos en este escaparate". Y así, bajo este augurio autoconfeccionado, me insuflaba ánimos y seguía el trayecto un poco más contenta. Desde entonces, han transcurrido siete años (uno arriba, uno abajo). Acabo de publicar mi cuarta novela. Y unas semanas atrás, mi editorial, HarperCollins Ibérica, sin saber nada acerca de esta historia, me hizo una propuesta: "¿Te parece que la presentación en Madrid se celebre en la librería Lé?".
No pude más que sonreír.
Y sí, lo único capaz de ensancharme esa sonrisa sería que me acompañarais en este sueño cumplido, en este círculo que por fin se cierra.








jueves, 24 de noviembre de 2022

Reseña sobre "La llave de las estrellas" en el Periódico de Aragón

 La propia Marta Quintín (Zaragoza, 1989) admite que su nueva novela tiene un punto punk. Así que nadie espere encontrar en 'La llave de las estrellas' (Harper Collins Ibérica) un denso tratado de historia a la vieja usanza. Tampoco una de esas obras que, aunque con sello reciente, vienen marcadas con la caspa del relato monocorde que empalman un hecho histórico con otro con la excepción de pequeñas salpicaduras, ya sean en forma de anécdotas impactantes y supuestamente reales, polvos metidos con calzador o llamativas desgracias. 

Muy al contrario, estamos ante un texto ágil, cercano, intenso y descarnado. Moderno. Pegado a los tiempos que corren por mucho que parte del mismo se desarrolle en el siglo XV. Un libro que sin que apenas te des cuenta te mira a los ojos y directamente te interroga qué es lo primero que harías si te tuvieras que ir de tu casa con una patada en el culo, para dejarte caer en manos de un destino con aspecto de zozobra (que se lo pregunten por ejemplo a los millones de refugiados que existen actualmente en el mundo). Respuesta: lo primero, llevarte las llaves. Quién sabe si algún día puedes regresar.

La diáspora de 1492 

Al menos eso es lo que hicieron miles de judíos expulsados por los Reyes Católicos de las coronas de Aragón y Casilla en 1492. De Sefarad. Y ahí es donde hallamos la semilla del nuevo trabajo de Marta Quintín. Por cierto, nunca mejor traída aquí la palabra 'trabajo', ya que la autora zaragozana demuestra haberse esforzado, y mucho, con el objetivo de empaparse de la cultura judía y el éxodo sefardí antes de empezar a alinear letras con tino, ritmo, dulzura, crudeza y un manejo quirúrgico del vocabulario. 

Un escrupuloso ejercicio de documentación que no hace sino hablar muy bien de una escritora cuyo principio número uno pasa por mantener siempre un sincero respeto (y adoración) por la literatura. Para Marta Quintín esto no es un juego, una diversión, un capricho, una afición o una manera de salir en la tele o en los periódicos. Ni siquiera la forma de sacarle partido a ese don que la distingue desde que era esa chiquilla que aún no sabía escribir pero sí recitar. Para Marta, esto es su vida. Por eso, solo la honradez propia de las cosas bien hechas y el sacrificio personal que destilan cada una de las páginas del libro ya devuelven con creces el 'precio de la entrada'. 

'La llave de las estrellas' es la conjugación de dos relatos que viajan separados por cientos de años, aunque abocados a converger. Uno por el último tercio del siglo XV. Otro por los primeros años del XXI. A cada lado emerge la fuerza de sendas mujeres (y también la de sus respectivas amigas) que comparten apellido, religión, energías, avatares y no pocos sufrimientos, cada una en su época. La novela te lleva y te trae una y otra vez del pasado a la actualidad con una cadencia inusitada que te dispara la curiosidad por conocer dónde está la conexión, qué pasa con la llave. Qué casa abre. Dónde se junta todo.

Toda la ficción se apoya en hechos reales (genial la alusión a la operación de cataratas de Juan II, padre de Fernando el Católico) con la habilidad de una trapecista y el aderezo de la descripción certera y minuciosa, que siempre ha sido uno de los puntos fuertes de Marta Quintín, quien anteriormente ha publicado 'Dime una palabra' (Urpi Editores, 2012), 'El color de la luz' (Suma de letras, 2018) y 'La tortuga que huía del jaguar' (Versátil, 2019), con la que ganó el Premio Valencia Nova de Narrativa.

Personajes llenos de vida

En todos los casos sorprende la capacidad de la zaragozana para dotar de vida a los respectivos protagonistas de sus novelas, pero esta vez se ha superado a sí misma. Con este último libro en la mano, donde por cierto ni el sexo ni tampoco la lujuria saben de calzadores, parece que Vida y Rebeca Benveniste van a entrar por la puerta de casa de un momento a otro. Tanto, que al pasar la última página el cuerpo pide más, una continuación, un 'spin off', lo que sea antes que dejar a estas dos mujeres o a sus estirpes descansando inmóviles en la librería hasta que llegue la hora de decirle a tu hijo o hija: «Te aconsejo este. Es un trueno». 

Las dos narraciones se desarrollan en Alpartazgo, un pueblo ficticio de la provincia de Zaragoza, a orillas del Jalón, que como Macondo tiene la virtud de no ser especialmente de nadie para que todo el mundo pueda hacerlo suyo al leer la novela. De ahí parten o llegan los caminos de leche y miel de las protagonistas, expresión de poso judío empleada desde mucho tiempo atrás para describir o desear un recorrido vital fructífero. El mismo que ya recorre desde hace tiempo la autora de 'La llave de las estrellas'.  

https://www.elperiodicodearagon.com/cultura/2022/11/23/camino-leche-miel-marta-quintin-78969448.html




martes, 15 de noviembre de 2022

Presentación de "La llave de las estrellas" en Zaragoza

Qué tarde de emociones la de ayer presentando #LaLlaveDeLasEstrellas en Zaragoza junto a Fran Osambela. Mil gracias a los que me acompañasteis. Por llenar la sala y el alma.








viernes, 11 de noviembre de 2022

Entrevista sobre "La llave de las estrellas" en Top Cultural

 Top Cultural

La escritora Marta Quintín (Zaragoza, 1989) ha recorrido ya un camino literario no largo, pero sí intenso y reconocido con varios premios. La publicación, ahora, de La llave de las estrellas en HarperCollins Ibérica es, al menos en eso confía, una oportunidad de llegar a más público y de consolidar su carrera. La última palabra la tienen los lectores.

 P. No es el de la crisis griega un escenario muy visitado por los autores españoles. ¿Qué la llevó a situar allí el inicio de su novela?

R. Al documentarme sobre la diáspora que sufrieron los sefardíes cuando los expulsaron de la Península Ibérica en 1492, averigüé que Grecia había sido uno de los destinos escogidos más frecuentes, que gran parte de los expulsados se habían asentado allí. Y, paradojas de la historia, ahora, la crisis económica del año 2012 se había cebado especialmente con ese país, y mucha gente se estaba enfrentando al problema de los desahucios, de la pérdida de sus hogares. Me pareció que encajaba a la perfección ese viaje de ida y vuelta: una tierra de acogida de la que, sin embargo, cinco siglos después, te tienes que marchar porque igualmente te han echado de tu casa, y te ves obligado a regresar al punto de partida.

P. Luego lleva a su protagonista hasta Alpartazgo, un pueblo aragonés que no existe, pero ¿se inspiró en alguno?

R. Me gustó la idea de universalizarlo, que pudiera ser todos los pueblos y, a la vez, ninguno. Una especie de Macondo, de Comala. De todas formas, uso algún topónimo real, como el río Jalón, que permite situarlo más o menos por la zona de Calatayud…

P. Un tercer salto nos lleva al pasado sefardí de la protagonista. ¿De dónde nace su interés por esa época y esa herencia?

R. Del hecho de que se trate de una gran desconocida, de que hayamos aniquilado ese acervo cultural que nos constituyó como pueblo, igual que el cristiano, el musulmán, el romano, el visigodo… Es una forma de reivindicar nuestras raíces y aceptarlas como parte de nosotros. Fue una colosal injusticia que le arrebataran su hogar a tantas personas por el simple hecho de ser quienes eran, y recordarlo constituye la mejor reparación.

P. En la novela trenza dos historias, separadas por el tiempo y unidas por una llave. Que la llave sea la clave es más que un capricho personal, ¿no?

R. La génesis de la historia descansa en la llave. De hecho, sin ella, no me habría puesto a escribir. Fue el detonante: enterarme de que muchos de los sefardíes, al marcharse, se llevaron consigo las llaves de sus casas, con el convencimiento de que tarde o temprano volverían. Caer en la cuenta de que el ser humano no puede renunciar a esa esperanza, la del regreso, me conmovió en lo más profundo, y supe que tenía que contar esta historia.

P. Ir del presente al pasado y volver, ¿qué ventajas literarias supone respecto a un relato en un solo plano temporal?

R. En este caso, permite constatar cómo la historia no cambia tanto, cómo algunos temas se perpetúan a través del tiempo, y las pulsiones más humanas se conservan intactas. El desarraigo, las migraciones, tener que abandonar todo lo que amas en un momento dado, la nostalgia, la necesidad de empezar de cero, de sobreponerte cuando la vida se tuerce, los juegos del azar y de la suerte, la importancia de la amistad… Todo eso jamás pierde vigencia.

P. Hay en la novela insignes apellidos aragoneses. De Lanuza, por ejemplo…

R. Bueno, intenté empaparme de muchos detalles, ya sea en los apellidos, los usos y costumbres, las profesiones, los remedios médicos que aplicaban… para recrear la época y el entorno con la mayor verosimilitud posible y que el lector se sintiera transportado en el tiempo.

P. Usted es periodista. ¿En qué medida esa profesión, y su desempeño laboral, condicionan su manera de escribir?

R. Han contribuido a un proceso de depuración de mi escritura, que antes resultaba mucho más barroca y preciosista. Y también me han ayudado a identificar dónde late el nervio de una historia, qué nos puede interesar como lectores, interpelarnos.

P. Esta es una historia de mujeres. ¿Queda mucho por contar?

R. Por supuesto. Las mujeres siempre se han movido en los márgenes de la historia, en esa historia que se silencia, que no trasciende. De hecho, lo verifiqué de primera mano en el proceso de documentación: me resultaba mucho más difícil entresacar datos que se refirieran a la existencia cotidiana de las mujeres, a cómo vivían, a qué se dedicaban, lo que sentían, cómo se relacionaban… Hay una gran laguna en torno a ellas, por eso es tan importante empezar a reflotarlas a través del relato.