viernes, 31 de mayo de 2013

miércoles, 29 de mayo de 2013

Fiasco de fisco

Y mira que a mí no me gusta lloriquear en plan Diario de Patricia por aquello del sentido del pudor, y que hay gente acuciada por problemas reales y tal y cual, pero es lo que tiene que, de tarde en tarde, se te hinchen las narices y se te caliente la pluma. Y oye, como de momento escribir es gratis... Porque, al parecer, es una de las pocas cosas que, hoy por hoy, salen al mismo precio que el aire (sí, lo sé, topicazo de abuela rácana, qué le vamos a hacer), a tenor de mi primer encontronazo con Hacienda. No soy una experta en el sistema fiscal español, desconozco sus intríngulis, sobre qué criterios está diseñado, pero así, a ojo de buen cubero y de españolita de a pie, afirmaría que es un fiasco. Me tiro a la piscina y lo digo. Me da un poco de reparo no documentarme y formular juicios tan a la ligera, a peso mierda, porque me han enseñado que un buen profesional no prescinde del rigor. Pero qué queréis que os diga. También me están enseñando a marchas forzadas que hacer las cosas bien en este país no es que sea ninguna panacea. En primer lugar, porque la palabra meritocracia aquí no la conocen más que en la RAE. Y en segundo, porque cuando haces las cosas bien, te expones, no sólo a que no lo reconozcan, sino a que te penalicen por ello. Me explico. Pon, en un hipotético caso, que eres la primera de tu promoción y te dan un premio pongamos que de 3.000 euros por tu expediente. Pues oyes (me diréis), ¿ves como sí reconocen el esfuerzo y el trabajo bien hecho? ¿A qué vienes a quejarte, cascarrabias? Que parece que hoy no has vivido tu momento All-Bran.
Muy bien. Lo reconocen. Pero lo gravan. De 3.000 euros, rebañan 640. Excelente incentivo. Y bueno, piensas que ya has cumplido como contribuyente y ciudadana de bien y que aquí estamos en paz y que allá gloria. Pero no, amiguitos. Los impuestos siempre llaman dos veces. Toca hacer la declaración de la renta. En principio, me correspondería pagar 50 euros, pero como mi salario de becaria no llega a la cuantía mínima a partir de la cual esta deliciosa cita con el fisco se vuelve obligatoria, pienso que me voy a escaquear. Pero no. Lista. Que te pasas de lista. El Gran Hermano es más listo que tú, y su ojo avizor se ha pispado de que eres una chica esforzada que recibe premios y que, por tanto, puedes cargar sobre tus espaldas un trocito de este país y sus añejas y honorables tradiciones de sobres abultados y contabilidades B. Así que se quedan con 120 euros más. Eso te pasa por estudiar. Pero que no acaba allí la cosa. Qué va. Ya que te has visto obligada a hacer la declaración de la renta, pues, de paso y ya que estamos, has de efectuar el pago del citado billete de 50, que, en principio, habrías podido eludir por cobrar la friolera de 700 euros al mes en este tu tercer año como becaria ad infinitum (recordemos que sin cotizar y sin derecho a paro, pero sí con suerte). Ay, sí, los becarios... esos seres entrañables que tienen que oír de labios de sus jefes (en broma, por supuesto) que lo mejor es no tomar café con ellos, porque, de lo contrario, corres el riesgo de cogerles cariño como a los perros y luego se marchan... y fíjate qué lástima. Basado en hechos reales.

Conclusión: en este país, los perros hacen declaración de la renta. Y no les sale a devolver. Pues eso, sistema, que encantada de conocerte. Disculparás que no te mueva el rabo.

Radio polifacética

La radio depara llamadas verdaderamente curiosas, que denotan que los oyentes albergan la firme convicción de que somos una especie de farmacia de guardia que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Como aquella mujer que me pidió que le enviara la partitura de una canción que acabábamos de poner, para que su nieto la tocara con el violín (lo que me llevó a pensar que quizás la buena señora creía que somos los virtuosos periodistas los que interpretamos las melodías aquí mismito en el estudio, sobre la marcha y sin despeinarnos), o aquella que me tuvo veinte minutos contándome que estaba deprimida, los dolores que le provocaba su periodo menstrual y que luego indagó sobre mi origen y me dijo que siempre había soñado con llamarse Marta, o aquella conmovedora confesión de un ciego que me dijo que los cuentos de los miércoles le iluminan... o la última, de esta misma mañana. Un señor me ha pedido que le dijera el título de alguna canción (y lo reproduzco fonéticamente) de "Tailor Shittt". Y que fuera alguna de su primera etapa. Tras deducir que se estaba refiriendo a Taylor Swift, he indagado y le he dicho que "Love Story" era un buen exponente de la discografía de la chavala. Como he visto que el inglés no era lo suyo, se lo he deletreado. Y se ha quedado más contento que unas castañuelas. Pues nada. A mandar. Aquí seguimos. Para lo que se tercie.

martes, 21 de mayo de 2013

Ars bene dicendi

Tremendamente fan de señoras que van a reuniones municipales abiertas a la ciudadanía en las que expertos contratados para ello les van a explicar qué se va a hacer en su barrio, valiéndose de sustantivos de más de cuatro sílabas y verbos terminados en -izar (tematizar, contabilizar, sistematizar, visualizar y cía), y que salen hora y media después preguntándose unas a otras: "Bueno, y entonces, ¿en qué hemos quedado?".

Dicen que las carreras de Comunicación son de pinta y colorea porque comunicar es fácil. Quizás tengan razón. Lo difícil es comunicar y que las señoras de las que soy fan se enteren de algo.

domingo, 19 de mayo de 2013

Nuevo final de línea

Apuuuf. Última palabra escrita. 200 folios más en el mundo. Abrazo de despedida a los personajes. Les diría que ha sido un placer conocerlos, compartir un año de mi vida con ellos. Y también me gustaría decirles, a ser posible con la voz del querido Constantino Romero, que no soy Darth Vader, pero sí su madre, y que he intentado contar su historia lo mejor que he podido, pero que ya es hora de que me dejen tranquila. En lugar de eso, los dejo en la incubadora, sin mirarlos mucho. No sé si son guapos o feos. Supongo que ni guapos ni feos. Supongo que lo único que se podría decir de ellos con casi toda seguridad es que se parecen a mí. Por eso no los miro. Por eso salgo de la habitación y cierro la puerta. Sin hacer ruido para no despertarlos. Para que no sepan que me he marchado. Para que no se enteren de que ya no estoy, y de que hasta aquí hemos llegado.

jueves, 16 de mayo de 2013

Viejos amigos

Llevo toda la tarde escribiendo a mano. Algo bueno ha de tener que se me estropee el ordenador: reencontrarme con mi propia letra.
Como con ese viejo amigo con el que has quedado, al que hace tanto tiempo que no ves, y ante el cual te muestras receloso en un primer momento, porque sabes que tal vez sean suficientes unos pocos minutos para darte cuenta de que los dos, o tal vez sólo uno (pero con eso ya basta), habéis cambiado tanto que ya no tenéis nada que deciros, que ya no os entendéis. Y qué alegría cuando, tras el primer saludo forzado, notas que, sin apenas esfuerzo, le habéis vuelto a coger el tranquillo a eso de estar a gusto el uno con el otro. Y te acuerdas de por qué te cayó bien cuando le conociste, de por qué os hicisteis amigos.
 
A esa pregunta me respondí yo misma con unos versos hace unos años, cuando me acusaban de estar chapada a la antigua por el apego al manuscrito y mi desdén por el Word. Son muy simples y dicen así:
 
"Amanuense me llaman porque todavía escribo a pelo. Me gusta sentir el papel. Mancharme de tinta los dedos". No hay más.
Hoy me he acordado de cuánto me gustaba. Y, lo que es mejor: me he dado cuenta de que me sigue gustando. Será que ni yo ni mi amiga la caligrafía hemos cambiado tanto.

En las vueltas y revueltas de Euskadi


Cuatrocientos ertzainas, trece de ellos con contusiones, dos detenidos, un pueblo congregado en un puente. Algunos en las márgenes del río Artibai. Otros, sentados en la pasarela cuya estructura metálica han hecho peligrar por el sobrepeso.... Todo para evitar el arresto de una mujer: Urtza Alkorta, condenada por la Audiencia Nacional a cinco años de cárcel por colaborar con ETA. La mayoría de los vecinos no querían hablar. Una se ha negado mientras una lágrima se le descolgaba del párpado. Pero sí coreaban consignas: "No nos moverán" (en eukera), "Torturadores", "Perros", "El PNV lo hace por dinero, nosotros por amor" (no he logrado averiguar qué diablos querían decir con eso) y "Urtza, el pueblo está contigo". En esto último ha abundado una señora que sí se ha pronunciado: "Urtza es una chica maja, soltera". Dato crucial. Me ha explicado que llevaban cinco noches al raso, concentrados en el puente, por si la Ertzaintza aparecía en cualquier momento. Los jóvenes no se habían movido desde el viernes. Los mayores sí se iban a dormir, pero disponían de una sirena que, ante la menor sospecha, "llamaba al pueblo". Y el pueblo acudía, "así fueran las tres o las cuatro de la madrugada". La policía no ha sido tan intempestiva. Han llegado a las siete de la mañana. Han desalojado a los ocupantes del puente uno a uno. Algunos se resistían más que la media y los sacaban a rastras. A ésos, la concurrencia los jaleaba más. Pero fiscalizaban a todos. En cuanto se alzaba una porra, cundían los pitidos y los "eh, eh, eh", mientras se evocaba el nombre de Íñigo Cabacas. En primera línea de cordón policial se ha producido un revuelo, un conato de carga, la gente se arremolina, retrocede apresuradamente, una mujer rompe a llorar histéricamente, unas abuelas se encaran con los agentes, arrogantes en su indefensión. Precisamente por su indefensión. "Que no llevamos armas, ¿eh? Que no llevamos nada". Y les enseñan las manos. Las mismas manos que han sostenido en alto los vecinos cuando los agentes, tras detener finalmente a Alkorta, se han replegado tras sus escudos hacia los treinta furgones con los que habían tomado el pueblo. Otra vez cánticos, lemas y una marcha hasta la salida de Ondárroa. Uno de los chicos desalojados de la pasarela, amigo de Alkorta, atendía a los medios. No estaba seguro de poder responder con fluidez a preguntas en castellano. Pero en castellano ha dicho que valoran positivamente cómo se ha unido el pueblo y que ésos son los métodos que van a usar de ahora en adelante cuando ocurra algo similar en otro lugar del País Vasco. Me he querido asegurar. "¿Qué métodos? ¿Resistencia pacífica?". E inmediatamente ha contestado: "Sí".