sábado, 30 de mayo de 2015

Loukanikos, Lavapiés, lentejas

Diréis que menuda pelma la tía esta, que ya está otra vez hablando de perros, pero qué se le va a hacer: es un ejercicio que estimo muy saludable y que practico de vez en cuando para desengrasar y recuperar fe en la humanidad. Y hoy os voy a contar sobre Loukanikos. Era un can que estuvo en primera fila en un sinnúmero de protestas en Atenas, en los años más crudos de la crisis. Se alineó en el bando de los manifestantes y, allí donde hubiera un jaleo con tintes de reivindicación, allí que estaba, descaradamente encarado con los anti-disturbios, este rubio cuyo nombre significa "salchicha", por lo que se lo dejaremos en griego, que suena más elegante. El caso es que tragó bastante gas lacrimógeno, ya sea porque le daban comida, afecto, o porque simplemente se trataba de un perro jaranero, con querencia por el follón. En cualquier caso, era un chucho valiente, qué diantres. Si los cánidos son el epítome de la lealtad, que suelen rendir al amo, este espécimen fue leal a una causa. Un idealista más entre tantos otros, que haberlos haylos en todas las especies, de todas las patas y por todos esos caminos de la Mancha, que a ver quién me rebate que a Rocinante no se le tuvo que pegar por fuerza algo del tinglado que tenía su dueño en la cabeza, hirviéndole bajo la bacía de barbero.
Bueno, pues no soy yo la única fan de Loukanikos, que, por cierto, murió el año pasado. Ya había oído hablar de su existencia, pero ayer, sin buscarlo, me encontré cenando en un bar de Lavapiés (qué no tendrá ese barrio) que homenajea al perrete de marras. Allí me zampé una hamburguesa de lentejas. También las tenían de avena y de frijoles negros. Osaréis decirme que no es idealismo atreverse con una hamburguesa de leguminosas y que, encima, te salga bien la jugada y esté buena.



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