domingo, 10 de mayo de 2015

Historias callejeras

Si nos fijáramos detenidamente en la palma de nuestra mano, descubriríamos alguna línea que jamás habíamos visto. Y aunque tengamos más que vividas según qué calles, en ellas siempre hay sorpresas al acecho que nos pueden saltar de pronto a primera línea de playa. Cómo no reparamos en ese detalle antes. Con lo curioso que es. Hagámonos cruces por despistados.
Yo, en una de mis andanzas por las inmediaciones de mi home, sweet home, he venido a enterarme más de un año después de instalarme en Madrid de que existe una calleja que ostenta este nombre:




Inmediatamente se me han disparado todas las alertas. ¿Quiénes son esos cuatro amigos? ¿Tienen nombres y apellidos? ¿O son los cuatro amigos de los que todos hemos formado parte alguna vez? Intuyo que esta nomenclatura del callejero madrileño se refiere a unas personas en concreto, con rostros e historias bien perfiladas, ya que, de lo contrario, ¿de dónde sacan esa especificación numérica? ¿Por qué cuatro y no cinco o 27? En ese caso, ¿cuál es la identidad que se esconde tras ellos? Y, sobre todo, ¿qué hicieron esas cuatro personas para merecer una calle que rinde homenaje precisamente a su amistad como cualidad definitoria, como atributo a reseñar? ¿Dieron la vida los unos por los otros? ¿Eran todos hombres? ¿Había alguna mujer en el grupo que los volvió locos hasta que decidieron que mejor quedar como amigos, cada uno en su casa y Dios en la de todos? ¿Se traicionarían alguna vez? ¿A qué adversidades hicieron frente juntos? ¿Su amistad se remontaba hasta los remotos días de la infancia? ¿Siguieron siendo amigos hasta el final, o se separarían sus destinos en algún momento?

Demasiadas preguntas, que, tras una búsqueda superficial en Santo Google Omnisciente, se quedan sin respuesta. No existe información aparente sobre esta calle y las personas a las que remite. En cierto modo, deseo que no exista explicación. Seguiré en su busca, por aquello del rigor, pero tampoco insistiré: me parece una opción bastante más sexy tener que inventarme la historia ante la falta de referencias. Me están empujando a ello. Qué remedio.
Como aperitivo, hilando, hilando, me ha dado por pensar que, tal vez, los Cuatro Caminos y los Cuatro Vientos de Madrid, estación y aeropuerto respectivamente, sean en realidad cada uno de los caminos divergentes que acabaron tomando los amigos, empujados por vientos distintos. Tal vez. Quién sabe.

PD. Días después, un amigo al que hice partícipe de esta incipiente investigación, me hizo llegar un dato bastante revelador. Otra calle madrileña cuyo nombre constituye una pieza más del puzzle a formar: ahora ya sé que uno de los amigos se quedó sin pez.


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