viernes, 7 de agosto de 2015

La suerte

Salgo del supermercado. Tras la compra de la semana, al fondo de mi cartera queda un billete arrugado y mohíno, muy poca cosa él, de 5 euros. Cinco machacantes que no me llegan para sufragar un billete de autobús que tengo que comprar mañana muy temprano, por lo que no podré entregarme a las transacciones financieras. Cuando dormir es la prioridad no hay tiempo para andar trasteando con cajeros, ergo tengo que ir hasta allí ahora, acarreando una pesada bolsa, y es tarde, y quiero llegar al fin a mi casa para terminar la semana, y mi querida sucursal está a diez minutos de camino, pienso con un fastidiado resoplido interno. Y según lo voy rumiando, me percato de que el universo tenía un rato libre y se ha dedicado a conspirar para que el cajero venga a mí: en mitad de la acera reposa un hermoso billete de 10 euros sumido en el más absoluto de los desamparos, esperando que lo adopten como agua de mayo. Claro que sí, bonito, ¡ven con mamá!
Y éste es uno de los momentos en los que piensas que no es que tengas una flor en el culo, sino que allí te crece el jardín entero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario