jueves, 17 de septiembre de 2015

El mundo, ese viejo amigo

El mundo es grande. El mundo es ancho. Forzosamente en él tendríamos que perdernos. Y, sin embargo, hay lugares suyos con los que continuamente nos encontramos. Lugares a los que, de un modo u otro, por misteriosas razones, siempre acabamos llegando. Al final, más bien volviendo.
Es tan grande, tan ancho el mundo, tan lleno de sitios, que la lógica dicta que tendríamos que no repetir ninguno, a no ser que los buscásemos. Y, sin embargo, sin habérnoslo propuesto, en algunos, ya sean ajenos o lejanos, seguimos desembocando una y otra vez, tarde o temprano. Supongo que será porque en ciertas partes de la tierra hay imanes ocultos que, sin que lo sepas, te eligieron a ti, sin que tú los eligieras a ellos, como escenarios que se prestan a que tu historia se represente en sus tablas. Y así se va creando tu propio mapa de coordenadas. La primera vez que los pisas, ni lo intuyes. Después, siempre los reconoces. Y te alegras cuando vuelves a verlos. No en vano, gracias a ellos, el mundo deja de ser inabarcable y pasa a convertirse en un viejo amigo con el que te tropiezas de cuando en cuando.
Playas de Maro.

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