lunes, 16 de noviembre de 2015

Luz, sangre, cielo

Se la encontraron en los bulevares una noche de viernes. Se la toparon de frente sin haber quedado con ella. La cita tuvo lugar antes de tiempo. Siempre se muere a deshora cuando se muere injustamente.
La vieron y le preguntaron: "¿Quién eres tú?"
Ella respondió: "C'est la mort".
Y como la entendieron, supieron que, en esta ocasión, había venido a por ellos. Y entonces sólo pudieron cantar.
"Te entregamos lo único que los seres humanos tenemos: el blanco de la luz, el rojo de la sangre, el azul del cielo".
"¿La luz de las verdades supremas?"
"No, la que solamente puede encenderse en tus ojos cuando sonríes y cuando lloras"
"¿La sangre derramada?"
"No, la que te mantiene el alma viva y caliente el cuerpo"
"¿El cielo al que te prometen ir a cambio de tu miedo?"
"No, el que ya tienes aquí en la tierra cada vez que alguien te dice 'te quiero'".
Después de cantar, se callaron. Después del canto, vino el rezo. El que se reza para pedir por un credo universal. El que predica que todos los hombres se dejen vivir en paz. Ése es mi credo.
El de la luz. La sangre. El cielo.

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