-Qué difícil es escribir una historia de amor, ¿no?... ¿Me
pasas la mozzarella, por favor?
-¿A qué te refieres? -le replicó él pasándosela.
-Pues a que el papel soporta fatal, fatal la felicidad. Al
menos, sin caer en lo ñoño, en la cursilería... En cambio, los corazones rotos,
¡ay! los corazones rotos... ¿Le has puesto las tiras de cebolla? "Qué
corto fue el amor y qué largo el olvido", ya sabes. Lo sueltas y quedas
sublime. Frases tan redondas, tan rotundas...
-El desamor es lapidario.
-Uy, sí. Súper lapidario.
-Pero, oye, también hay cosas sobre el amor muy logradas.
Cosas literarias, me refiero. ¿El horno está ya?
-Creo que sí... No, aún le falta un poco... Sí, claro,
también hay cosas muy bien escritas sobre gente que se quiere bien. Pero me he
dado cuenta de que resultan mucho más difíciles; hay que esforzarse más. Para
que queden verosímiles por lo menos. "Te querré para siempre"...
¿Quién se cree eso?... Creo que ya está suficientemente caliente. Pásame la
masa.
-Cuida que no se escurra el tomate por ese lado. Ya,
supongo... además es lo que dicen, ¿no? Eso de que, mientras aún te crees el
para siempre, te dedicas a aprovecharlo, a disfrutarlo...
-Sí, ¿no? A hacer acopio, acumular reservas...
-Exacto, como los osos cuando hibernan, para cuando llegue
la mala racha... ¿Está al máximo?
-Sí, lo he puesto a tope. Pues... sí, supongo que sí. Cuando
eres feliz, lo vives; y luego ya, cuando todo el invento se jode, pues entonces
viene el tiempo del análisis, de la introspección, de hacerse la autopsia hasta
el infinito para ver qué falló... Y entonces ¡voilá! ¡Empezamos a crear,
señores! ¡Llegó el momento de las musas!
-Ja ja ja ja. Anda, missis melodrama, vigila que no se queme,
que aún nos quedamos hoy sin cenar...
-Que sí... Que todavía no huele, pesao. Pero míralo así: cuando
estamos destrozados somos capaces de escribir manuales de autoayuda para
ahorrarnos la terapia, poemas, elegías, la gran novela americana y la madre que
la parió... qué sé yo... Pero en cambio, escribir sobre estar enamorado...
Buff, ahí va mi consejo de esta noche: si eres artista, que nadie te haga la
putada de quererte, o vas apañado... Mira, ya se está empezando a poner
doradita.
-Ja ja ja, bendito problema... Por eso será que todos los
cuentos se acaban justo después de las perdices.
-Obvio. Porque ya no se les ocurre qué más contar. Si es que
ya lo dijo Tolstoi...
-Oye, yo la sacaría ya, que el queso está empezando a
hervir. Pero no te quemes, coge la manopla... espera, ya lo hago yo. Eso es,
así... ¿Qué dijo ese ruso, a ver?
-Pues dijo... Anda, échale un poquito de... de eso, de lo
verde... ya sabes.
-Albahaca.
-Eso. Al-ba-ha-ca. Que te miro el culo y se me van los
sustantivos.
-Ya te voy a dar sustantivos yo a ti...
-Pues dijo aquello de que las familias desgraciadas lo son cada una a su manera, mientras que las afortunadas se parecen todas entre sí, y por supuesto no tiene ningún interés hablar de ellas. Pues con las parejas pasa ídem de ídem. Por eso es tan difícil contar una buena historia de amor. Yo, al menos, me declaro desde ahora y para siempre totalmente incapaz.
-Pues dijo aquello de que las familias desgraciadas lo son cada una a su manera, mientras que las afortunadas se parecen todas entre sí, y por supuesto no tiene ningún interés hablar de ellas. Pues con las parejas pasa ídem de ídem. Por eso es tan difícil contar una buena historia de amor. Yo, al menos, me declaro desde ahora y para siempre totalmente incapaz.
-Ya... Bueno, pues qué le vamos a hacer... aún te queda
tener un hijo y plantar un árbol. ¿Oye, la albahaca la guardabas en esta
estanterí...? Un momento, un momento, miren qué nos trajo la marea... ¿Y estas
galletas de coco que tienes aquí tan escondidas? Mis preferidas... Pero si tú
no soportas el coco. ¿Desde cuándo las compras?
Y se encogió de hombros.
-Desde que vienes tú.
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