viernes, 2 de marzo de 2012

Divina periodística comedia

10 de febrero.

Empieza la Semana de la Moda en Nueva York. Ayer me tocó cubrir un desfile con el que famosas como Gloria Estefan pretendían concienciar sobre la importancia de que las mujeres prevengan las enfermedades cardiacas (primera causa de muerte entre las latinas). ¿Balance? Podéis verlo en imágenes:


¿La trastienda? Cuatro horas kafkianas de "señorita, usted no está acreditada", "oiga, sí", "ah, pues es verdad, pero sólo para el backstage", "oiga, no"... total, para que al final te dejen pasar igual. Eso sí, para presenciar quince minutos escasos de lucimiento de palmito. Pero ellas eran divertidas, preciosas, los vestidos espectaculares, así que se les perdona todo. Incluso tener que volver a la Redacción, en cuanto terminó el show, a las nueve de la noche, para montar el vídeo. Y para hacerlo, tuve que coger el metro. Y literalmente, hacerlo supuso descender al inframundo, en picado, desde las alturas del glamour. Ni Dante lo habría hecho más rápido. Alguien había potado todo el vagón. Rectifico. No "había", porque seguía haciéndolo. Y eso me regaló una de las mejores definiciones del periodismo que me han dado en mucho tiempo. Los periodistas cruzamos del cielo al infierno con tanta naturalidad que al purgatorio no le da ni tiempo a enterarse de que pasamos.
Y, sin embargo, quizás el purgatorio sea nuestro sitio, porque, por mucho que deambulemos por cielo e infierno, al final no nos quedamos a vivir en ninguno de los dos.

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