jueves, 9 de agosto de 2012

Sexo en Nueva York (cuando no eres Carrie Bradshaw)

Ayer tuve que dar la noticia de que en Nueva York iban a regalar 10.000 vibradores, que serían dispensados en los típicos carritos de perritos calientes que hay en cada esquina de la ciudad (el de marketing se curró la asociación de conceptos y tal). Bueno, escribir sobre vibradores es una forma de ganarse la vida como otra cualquiera. Intuí que por esta cobertura no me haría merecedora del Pulitzer, pero en fin, también cumplía cierta función social suministrando esta información para una clase específica de necesitados. Sin embargo, equiparándose en trascendencia a los temas que sí reciben este premio, hoy tuve que volver a escribir sobre ello (noticia más leída de elmundo.es, como no podía ser menos), porque el asunto trajo cola. Concretamente, largas colas, de hasta 300 personas que se congregaron ante los llamados carritos del placer (debidamente identificados, para evitar malentendidos), ansiosas por conseguir gratis un vibrador que normalmente cuesta 40 dólares. En una ciudad donde ser soltero o divorciado no es un estado civil sino un genotipo, mentar un vibrador es lo mismo que decir fiesta asegurada. ¿Y qué pasó? Pues que el alcalde Bloomberg se la aguó a más de uno. Cuando sólo llevaban 40 minutos repartiendo los juguetitos, las autoridades obligaron a los carritos a echar el cierre, porque no tenían los permisos pertinentes y porque se habían formado unas aglomeraciones que dificultaban el tránsito de los viandantes no viciosos. Vamos, un coitus interruptus en toda regla. Varios ciudadanos señalaron con disgusto que Niñera Bloomberg, como se ha apodado al alcalde por sus medidas excesivamente intervencionistas para la liberal mentalidad americana, ya les ha prohibido fumar, beber coca-colas tamaño extra grande... ¡y ahora esto! "Tengo 57 años. ¡Debería poder tener un vibrador", lamentaba una de las afectadas insatisfechas.No sé si la carrera del ex-demócrata se recuperará de este gatillazo. A fin de cuentas, nada hay tan imperdonable como que te dejen a medias.




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