Me la encontré cuando ella salía de los bajos de un coche aparcado en una rúa de Harlem. No pude evitar preguntarle, con aire regañón:
-¿Qué hace una ardilla como tú en un sitio como éste? ¿No estás un poco lejos de casa?
-Mira quién fue a hablar. Una maña que está a 10.000 kilómetros de la suya -me replicó con sarcasmo, riéndose en mi cara.
Me la quedé mirando, ofendida por su descaro. Parpadeé. Despacio, le pegué un sorbo a mi bourbon. Y opté por decirle lo que se merecía:
-¡Touché!
¡Qué maja la ardilla!
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