Las piar cara de perro se caracterizan porque en su juventud pretendieron hacer
carrera en el mundo del gorilaje de discoteca, pero no cultivaron
suficiente músculo y no las dejaron. Para resarcirse, intentan
reproducir las técnicas de sargentona de la Gestapo en cócteles y
desfiles de moda. Les han asignado una pequeña parcelita de poder y
están encantadas de explotarla. Y que no se cantee ni el tato. Siempre
tienen una restricción o un inconveniente en la boca, así que acaban
siendo un soberano fastidio. Y, consecuentemente, intentas pasártelas
por el pito del sereno para que no dificulten en exceso tu trabajo. Una
piar está para hacerte más llevadera la vida o para complicártela. Y
estas individuas han optado por joder la marrana. Cuando te sorprenden
en flagrante delito, ingeniándotelas para burlar su autoridad, te
espetan "miss, no", con una sonrisa helada con la que quieren decirte
mucho más: "Oye, tía, no te araño la cara aquí mismo porque perjudicaría
la imagen de mis representados, pero como insistas en desobedecer las
normas, tú y yo nos veremos en la calle (en la duodécima avenida, que es
más chunga) al rayar el alba. Tráete padrinos. Como arma, elijo los
tacones, y que sepas que no tengo miedo a pelear en el barro". Entonces,
tú recoges el guante que te han cruzado por la cara y replicas "acepto
el duelo", señalando con un imperceptible pero elocuente movimiento de
cejas el trípode de la cámara de vídeo, para especificar que ésa es el
arma de tu elección. "Y, aquí donde me ves, fui tiradora de jabalina en
mis años mozos", añades en ese desafío telepático. ¿Resultado? Que las
piar vaca-burras van y, sistemáticamente, se me achantan. Perro policía
ladrador, poco...
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