viernes, 23 de marzo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Leyendo vivo mil vidas

https://leyendovivomilvidas.com/2018/03/23/el-color-de-la-luz-marta-quintin-maza/

La historia comienza, cuando una periodista que está cubriendo una subasta de cuadros en Nueva York, se queda perpleja por la cantidad que una anciana ha pagado por una obra de arte de Martín Pendragón, un cuadro ya de por si impresionante, una:

“…explosión de colorido incandescente, recogida en trazos gruesos, embalsada en rugosas lágrimas de pintura, acotada por una sombra que bien podía ser la de una mujer, que, sin embargo, se veía arrollada y desfigurada sin remedio por una llamarada de pasión hecha de luz, día y fuego.”

Pero sobre todo lo que más le impacta es la anciana cuando se levanta y coge el cuadro:

“Lo que me impresionó fue otra cosa. La imagen de aquella mujer, avanzando con una mezcla de premura y altanería por el pasillo, mientras asía la tabla con un ansia contenida, anticipándose a todos. El modo en que sus dedos la aferraron, con firmeza, pero asegurándose de dejar impresa una caricia. Y su mirada. Aquel fulgor que había prendido en sus ojos relucientes, circundados por las arrugas, pero que en aquel momento resumían la esencia y el brillo de la vida, como los de un niño que acaba de descubrir el mar o una camada de cachorros.”

Decide que tiene que contar la historia que está detrás de ese cuadro y al final consigue que Blanca Luz Miranda (la rica anciana ya propietaria del cuadro) le cuente “su” historia, basándose en “su” memoria, ya que como bien dice antes de empezar a narrarla:

“…nuestra amiga la memoria…, un ente frágil y misterioso que siempre se ve obligado a recordar en solitario, por lo que se apoya en cosas que jamás sucedieron, en otras de las que no se acuerda, y en algunas más que es imposible llegar a saber.”

Y eso hace: contar la historia de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragón, desde que se conocieron – siendo unos jóvenes, cuando él era un estudiante de pintura, en la casa de su padre, D. Francisco Miranda, ubicada en una ciudad sin nombre del norte de España, con otros dos aprendices, Eduardo y Chema – hasta la actualidad.

Un tercio del libro lo ocupa en esa historia amor juvenil, donde la autora utiliza un ritmo lento y un lenguaje extremadamente culto, acorde con la época en la que se encuentran, principios del siglo XX, que nos hace disfrutar aún más de ese primer amor.

Con la marcha de Martín a París, comienzan una serie de encuentros y desencuentros que no voy a contar, para que los descubráis vosotros. Sí que os puedo decir, que con Martín nos adentraremos en el París del arte, a la Ruche, la colmena llena de artistas, donde la autora nos lleva magistralmente. Y con Blanca Luz a la España del fin de la República, incluso a la guerra civil, aunque de forma más breve.

Y nuestro cuadro, el tercer protagonista, que llega como un regalo de cumpleaños a las manos de Blanca Luz, desaparece de su vida y al fin, lo vuelve a recuperar en la famosa subasta.

“Era un cuadro desbordante, que dolía cuando se lo contemplaba, porque en él había un alma atrapada. Un alma que se había quedado a vivir allí, expuesta, tendida, sin piel.”

Es una historia narrada a varias voces, en tercera persona cuando Blanca Luz le cuenta la historia a la periodista-escritora (de la que nunca llegamos a saber el nombre), en primera, en los párrafos en que la periodista sale de la historia para volver al presente, a las conversaciones con Blanca Luz y a parte de sus indagaciones, y epistolar, mediante las cartas entre Chema y Martín, que Blanca Luz conservaba.

A medida que pasa el tiempo, el lenguaje va variando, haciéndose más actual y el ritmo poco a poco también aumenta.

Tiene unos personajes impresionantes. Además de Blanca Luz y Martín, tenemos a nuestra periodista-escritora, que se va poniendo poco a poco de parte de Martín, al bueno del Sr. Miranda, que con su actividad en la República enseñando arte nos deja entrever esa época y ver su generosidad, a Eduardo, el marido de Blanca Luz (para mí un ser anodino) y Gabrielle (la pragmática mujer de Martín) y sobre todo Chema, el amigo para todo, hasta el final, quien le acompañó en todo momento, de quien Martín dice:

“Hace falta ser muy generoso para eso, y querer mucho y de verdad a la persona por la que te alegras. Aunque pocas veces nos lo reconozcamos, resulta más complicado perdonar el éxito que el fracaso. Y él lo hizo…”

CONCLUSIÓN
Habrá quien lea el libro y no crea que sea un amor verdadero, o que no entiendan a Blanca Luz, o crean que es una persona voluble. Yo no lo creo así.

Aunque se separen una y otra vez, aunque se dejen preguntas por hacer, aunque Blanca Luz no se atreva a preguntarle si algún día la volverá a pintar, al final ella le dice que no ha vuelto a querer como a él y él le confiesa que:

“Todos afirman que he creado obras maravillosas. Pero la más hermosa de todas fue quererte…”

Para mí no es una novela romántica, aunque haya amor. Es una NOVELA, que, aunque como a todas, podamos poner sus peros, porque criticar es muy fácil, es hermosa y maravillosamente escrita, de principio a fin.

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