viernes, 23 de marzo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog Lecturas a la luz de las velas

http://lecturasalaluzdelasvelas.blogspot.com.es/2018/03/el-color-de-la-luz.html

Nos encontramos ante una novela de corte intimista y romántico, ambientada en la España de la guerra civil, el París de los años veinte, la Segunda Guerra Mundial y el Nueva York actual, aunque en gran medida está muy alejada de los estereotipos de la novela romántica. Es decir, los protagonistas no siguen los cánones que establece este tipo de novela para su consecución y porque además la trama es mucho más profunda, el lenguaje es mucho más cuidado y la estructura está mucho más elaborada.
        En ella, se plantea una historia de amor descarnado, imposible; es una historia de amor contada con destreza, ternura y sin almíbar, el ideal de romance juvenil imposible que perdura en la memoria para siempre.
        Marta Quintín en una entrevista concedida a El País indica que en su novela “Quería explorar aquel amor que es algo imposible”, y desde luego puedo afirmar rotundamente que lo ha conseguido.
          La protagonista, Blanca Luz, es una empresaria de éxito obsesionada por el dinero, una persona voluble, caprichosa, egoísta, en definitiva aborrecible la mayor de las veces. Frente a ella hay una joven periodista que a través de los distintos escenarios y distintos encuentros que le son narrados, va tirando de los hilos necesarios para entender por qué la adjudicación de un cuadro en una subasta es tan importante para nuestra protagonista.
        A lo largo de toda la novela encontramos que este cuadro, un objeto inanimado, es el hilo conductor físico de las pasiones, de las tragedias, y del gran enigma que sobrevuela a lo largo del libro.
Con una redacción excelente, un profuso y rico  vocabulario, (aunque para mi gusto  quizás en algunos pasajes sea un poco excesivo el uso de adjetivos y metáforas), desde que comenzamos su lectura tenemos la justa medida de la dimensión poética de la novela. El esquema y el desarrollo del mismo a lo largo del libro está muy bien organizado, muy cuidado, de forma que aunque haya una alternancia de tiempos históricos, el lector no se siente perdido de ninguna ocasión.
Me ha encantado la presencia tan importante que tiene el mundo del arte en la novela. Pocas veces podemos llegar a conocer parcelas de la cultura a través de los años de una manera tan precisa y detallada como nos la cuenta Marta Quintín en esta historia.
Todo hace referencia al arte, he remarcado una frase que me ha gustado especialmente, y es cuando la periodista afirma:  “me había regalado una experiencia más surrealista que un Dalí”.
A este respecto, me ha sorprendido muy gratamente la referencia a la comuna parisina de La Ruche (La Colmena) que fue una escuela libertaria francesa, laica y autogestionada, que existió entre 1904 y 1917. En ella, trataban de conseguir una instrucción general junto a una enseñanza técnica y profesional en comercio y en arte, principalmente; y estaba prohibida cualquier forma de autoridad. Tan importante eran las aulas como los talleres, que están perfectamente retratados en la novela.
            En concreto, encontrarme con Marc Chagall en mitad de la lectura, ha sido un placer. Además de que me gusta mucho su obra, recuerdo con especial cariño la novela de Rosario Raro, “Volver a Canfranc”, en la que también hacía acto de presencia, esta vez huyendo de los nazis a través del túnel de la estación compartida con Francia durante la contienda de la Segunda Guerra.
Existe una clara diferenciación del lenguaje dependiendo de la parte de la historia que está contando la autora. Así dependiendo de la época en la que estemos situados en el tiempo, nos encontramos con dos maneras diferentes de expresarse los protagonistas. Una más actual, cuando la historia se sitúa en el presente, con la periodista (una mujer joven que se implica tanto en la historia que llega a perder el sentido de la realidad) haciendo sus indagaciones a través de una Blanca Luz ya mayor; y la antigua, cuando la historia del pasado que tanto atormenta a Blanca Luz se va desarrollando de forma que hablan de acuerdo a los cánones de la época.
La etapa de la Guerra Civil Española también está reflejada, aunque someramente, pero sí es verdad que hay una velada crítica al régimen de Franco y a la corrupción existente al acabar la guerra. Expone muy bien el proyecto republicano sobre una educación social y augura el terrible futuro que le espera al panorama cultural español en la etapa de la dictadura.
Los personajes están muy bien desarrollados, sobre todos los principales, con sus luces y sus sombras; repletos de pasiones, alegrías y angustias. Por una vez, y desde mi punto de vista nos encontramos ante una protagonista femenina que nos va a complicar la vida. No me ha gustado la personalidad de Blanca Luz. Me da muchísima pena Martín Pendragón, y este ha sido sin duda mi personaje preferido, al haber empatizado con él desde el principio.
Toda la novela nos plantea un amor imposible. ¿Por culpa de él? ¿Por culpa de ella?, ¿Por culpa de los mundos que los separan y a la vez los acercan?. Grandes preguntas que nos iremos haciendo a lo largo de la lectura, y que resolveremos dependiendo de la forma que tengamos de ver las cosas. Yo resumiría el espíritu del libro como un alegato a la pérdida o a la renuncia, lleno de definiciones preciosas sobre el amor y  también terribles sobre el desamor.
En el grupo de Yinkaneras hemos disfrutado muchísimo con esta lectura, y nos ha dado pie  a tuitear verdaderas obras de arte, entre fotografías preciosas que hemos ido encontrado por la red y las frases tan sugerentes que hemos podido entresacar del libro.
Hay un momento en la lectura en la que me he encontrado con la parte que da sentido al título. Descubrir la relación de los títulos con las obras siempre me fascina (sé que es una manía) y cuando lo he descubierto en esta novela, ha sido como una sensación maravillosa de estar dentro de la novela, en su mismo corazón.
Hay también una parte epistolar, llena de cartas de ida y vuelta, que me ha resultado fantástica, y por supuesto la cita de Bécquer “cuando me lo contaron sentí…. “ me ha sorprendido mucho, por ser del poeta, y por definir tan precisa y exquisitamente el momento en el que se utiliza.
Como veréis hay mucho sentimiento a flor de piel, muchas sensaciones que nos han impactado y creo que a todos los que la leáis os pasará igual. Auguro un futuro literario muy brillante para esta autora, ya veréis, tiempo al tiempo. La seguiremos de cerca.

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