viernes, 23 de marzo de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog A 440 Hercios

http://a440hercios.blogspot.com.es/2018/03/seis-finos-trazos-sobre-el-color-de-la_22.html?spref=tw

Más allá de la historia de amor entre un apasionado en la práctica y una práctica apasionada, «El color de la luz» es un maduro y trabajado puzle existencial. Pasión y pragmatismo entrecruzan sus miradas en una novela donde el devenir de los acontecimientos y el origen de las actitudes quedan perfectamente encuadrados en su época. Un maravilloso retrato que nos muestra toda la gama de colores del arte y del amor, en resumen, de la vida.

Mis seis finos trazos sobre esta novela serán, solo eso, sutiles pinceladas de aquello que más me ha llamado la atención durante su lectura. Aquello que, por impactante y una vez cerrado el libro, Marta Quintín ha conseguido pintar en mis recuerdos: la luz...

La luz

El título de la novela y el nombre de la protagonista femenina, Blanca Luz, se prestan a un juego literario donde el análisis cromático de unos ojos se extrapolará al amor y, finalmente, la luz que contienen y que proyectan en el que los contempla quedará plasmada en una obra pictórica. ¡La emoción en una creación artística!

La creación artística

No hay personajes secundarios cuando su finalidad es la de homenajear a todos aquellos que reconocen el talento en otros, lo admiran y trabajan para que se desarrolle: Francisco Miranda, padre de Blanca Luz, enorme personaje y ¡enorme su creadora!

Las reflexiones sobre el origen de la inspiración y las fuentes de las que se nutre, el talento o el proceso creativo son continuas y certeras. Aplicables a cualquier actividad artística, pero concentradas aquí en la literatura y, sobre todo, en la pintura.

La pintura

Sin serlo al uso, el gran protagonista, el hilo conductor de la novela es una tela: UN CUADRO. A través del arte al que pertenece, la pintura, viviremos el inicio, el desarrollo y, lo más fascinante, la perpetuidad de una historia amor.

El amor

En el más amplio sentido de la palabra: el primero, el perdido, el añorado, el conveniente, el filio-parental, el amor al arte y, en general, a la cultura.

La cultura

Tengo que destacar dos magníficas «realidades» que la autora ha incluido en la novela coloreando así la trama con gran acierto.

Por una parte menciona y desarrolla, sucintamente, la solidaridad cultural durante la II República Española: las bibliotecas ambulantes.

Por otra, viviremos «la huida» de un artista hacia la libertad y el conocimiento que ofrecía en aquel momento la Ville Lumière. Y allí, como no podía ser de otra manera, lo sitúa a su llegada en La Ruche: un símbolo, un lugar de intercambio, una ciudad de artistas y, en cuanto a la vida, un estilo y algo más.

El estilo y algo más

Una escritura, en los inicios, que se asemeja a los impetuosidad de los primeros escarceos amorosos. Capítulo a capítulo, como en el amor consolidado, va ganando sosiego y calidez.

El magnetismo del color blanco se intensifica cuanto más se avanza  y llegados a un punto no se puede parar de leer. Un blanco lleno de vida que nunca ciega y siempre ilumina, despertando las ansias de existir en mayúsculas, de sentir sin reflexionar y de acumular experiencias desde la pasión.

Una novela, en definitiva, que contiene una gran máxima: vivid en paz con vuestros instintos para que llegado el ineludible adiós podáis despediros como una gran artista, como Marta Quintín...

Pinté todos y cada uno de mis días con «El color de la luz»

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