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La joven escritora Marta
Quintín acaba de publicar
su segunda novela, ‘El
color de la luz’, una historia
de pinturas y cuadros con las
subastas de arte como telón de
fondo. Blanca Luz Miranda es una
empresaria de éxito y su objetivo
consiste en amasar una gran fortuna
para comprar arte. La adquisición
en una subasta de Nueva
York de uno de los cuadros más
inquietantes del pintor Martín
Pendragón cumplirá el sueño de
esta anciana de ojos enigmáticos.
- El argumento de su novela
se fraguó cuando usted
trabajaba en Nueva York.
El 2 de mayo de 2012, la casa de
subastas Sotheby’s vendió la última
versión de ‘El grito’, de
Edvard Munch, que quedaba en
manos privadas por casi 120
millones de dólares. Se batió el
récord de lo pagado nunca por un
cuadro. A mí, como corresponsal
de la agencia Efe en Nueva York,
me tocó cubrirlo y estaba aquella
noche en la redacción, ya vacía,
escribiendo la noticia con verdadera
emoción, y de pronto, entre
tecleo y tecleo, me di cuenta de
que allí dormía el germen de una
historia. Me pregunté si detrás de
ese precio astronómico podía latir
el empeño personal de alguien
que deseara ese cuadro a toda
costa y no sólo conseguirlo, sino
recuperarlo. A raíz de esa premisa
tan concreta, el resto vino solo.
Era, sencillamente, la historia que
necesitaba contar.
-¿Ha conseguido descubrir
por qué una persona puede
llegar a pagar 120 millones
de dólares por un cuadro?
Habitualmente se debe a motivos
puramente especulativos. Al
final, el del arte no deja de ser un
mercado como cualquier otro, en
el que se pretende hacer negocio.
Sin embargo, las novelas están
para ir un poquito más allá, para
hacer posible lo descabellado,
para darle una vuelta a la tuerca,
para que el mundo no resulte tan
prosaico, y eso es lo que traté de
hacer con la mía: aventurar una
hipótesis mucho más romántica e
improbable pero que puede ser
igual de válida a la hora de explicar
una adquisición como ésta.
¿Por qué no? Muchas veces, la
realidad supera a la ficción. Así
que, quién sabe. Los motivos profundos
de cada persona son
insondables.
-Su novela tiene ficción pero
también realidad
Sí, en ella entrelazo el devenir de
unos personajes ficticios cuya historia
de amor es el hilo conductor
y la médula espinal de la novela,
con un telón de fondo histórico,
como son el París de los años
veinte, en el que recojo anécdotas
reales de los artistas que protagonizaron
esa época de bohemia y
vanguardia, recreando el ambiente
en el que vivían, o la Guerra
Civil española, de la que doy pinceladas,
o la Segunda Guerra
Mundial, especialmente la resistencia
del París ocupado por los
nazis, en el contexto del expolio a
los judíos de obras de arte.
-La labor de documentación
que ha tenido que realizar
habrá sido importante...
Es importante ser lo más riguroso
posible, así que tuve que documentarme
bastante para recrear
las distintas etapas históricas. Sin
embargo, fue al mismo tiempo una
labor muy placentera, ya que el
arte es un tema que me apasiona,
e investigar sobre él para esta
novela me permitió descubrir
anécdotas deliciosas de pintores
como Chagall, Soutine, y de otros
personajes más desconocidos para
el gran público, como la galerista
Jeanne Bucher.
- Pese a su juventud, ya ha
visto publicado su segunda
novela y tiene ya una tercera
en camino.
Escribo desde siempre, desde
niña. Es mi vocación, no me entiendo
haciendo otra cosa. Precisamente
en 2012, el año en que estuve en
Nueva York, tuve la oportunidad de
publicar allí mi primera novela,
Dime una palabra, aunque ‘El color
de la luz’ es la primera en la que
cuento con el respaldo de una editorial
grande, que me permite llegar
a muchos lectores. Ha sido un
paso muy grande y un sueño hecho
realidad. Y la tercera está escrita.
¡Veremos qué pasa con ella!
-¿Quiénes son sus escritores
de cabecera?
No tengo un escritor de cabecera
como tal, pero me gustan mucho
escritoras como Carmen Martín
Gaite y Ana María Matute.
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