martes, 2 de abril de 2013

La luz del cuento

Hay quien dice (de seguro algún idealista de ésos que vagan por los caminos) que la palabra surgió para alumbrar. Que es una especie de antorcha. Que lo que se dice queda, de pronto, bajo un foco: visible y claro. Pero, últimamente, la palabra tiene mala prensa. Y la tiene, en especial, la palabra que proviene precisamente de la prensa. Al parecer, ha mutado su función (porque todos los bienes inmensos pueden convertirse en males igual de grandes, en función del filo de la navaja por el que se cojan). Al parecer, ahora la palabra sirve para tergiversar, engañar, manipular... para oscurecer, en definitiva. Pues yo lo refuto. Voy a hacer un poco de apostolado, y os digo que no. Os lo digo porque a mí me lo ha dicho un señor de 83 años (y digo yo que la experiencia que acumula sobre su cabeza es un grado, por mucho que él me haya confesado con humildad que no tiene estudios). Este señor, como digo, ha llamado a la emisora para preguntar sobre un tema que no viene al caso. He cogido, hemos intercambiado dos frases, y me ha interpelado diciendo: "Ah, ¿tú eres la de los cuentos?". Efectiviwonder. La misma que viste y calza. Y el señor me ha dicho: "Pues sigue así, porque tus cuentos me iluminan". Me ha llamado mucho la atención que empleara ese verbo, y he estado a punto de caer en el vicio de los escépticos, diciéndome "¡qué rimbombante y exagerado es este señor!". Pero él, como si oliera mi incredulidad, ha insistido: "Sí, me iluminan". Y entonces ha añadido: "Soy ciego".
Y ahí sí que he pillado a la palabra cayendo en una limitación. Porque, ante eso, sí que no se podía decir nada más.

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