En
Nueva York, el eje de de traslación se disloca un poco. Acabas de
entrevistar a Miquel Barceló y estás intentando guardar el trípode en
una funda estrecha sin que se te caiga la cámara y con una grabadora
entre los dientes, a punto de tragarte las pilas porque la tapa está
suelta, cuando, de pronto, por tu lado pasa un rostro familiar, que has
visto en centenares de ocasiones y en la intimidad de
tu salón. Por eso, sientes el impulso instintivo de dedicarle un saludo
con la cabeza equivalente al "eh, colega, ¿qué pasa?" que le
prodigarías a un compañero de facultad con el que te toparas por el
pasillo. Pero tu cerebro sigue trabajando y te sisea: "que no, boba, que
es uno de los actores que protagoniza esas series que emite Antena 3
para pasar la adolescencia y sus secuelas". (Según averiguo más tarde, en
una ardua tarea de documentación, Maxi Iglesias se llama el pavo, y
salía en "Física o química", donde era conocido como Cabano, y en la más
reciente "Toledo", en la que interpretaba a Martín. Vamos, toda una
celebrity, ¡y yo con estos pelos!). Y, en unas milésimas de segundo, tu
cerebro, que está hecho todo un campeón, te elabora un razonamiento
cartesiano de caerse pa'trás: "Tú no conoces a este tío en persona. Este
tío sale en la televisión. Tú no sales en la televisión. Ergo, este tío
no te conoce a ti. Martita, hija, céntrate. En los anillos de Saturnos
se orbita bien, pero bájate a la Tierra, anda. Y, sobre todo, no lo
olvides, criatura: abstente de saludar. Que estás más guapa".
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