domingo, 21 de octubre de 2012

Lleva poesía en el llavero

Cuando me declaro fan absoluta del metro de Nueva York, la gente me mira con una sonrisita forzada, sin atreverse a clasificarme todavía en la categoría de los locos o los bromistas, a la espera de constatar por qué cauces prosigue la conversación. No les culpo. El metro de Nueva York es mugriento, las ratas campan por sus respetos, y los pasajeros son excéntricos, están tarados o exhiben una fealdad que "impacta", según una compañera mía. Feos de impacto. Pero hoy me he llevado una alegría mañanera que me ha dado una razón más para que me guste. 

He comprobado, con el alborozo del niño al que le sale un cromo sin repetir o premio en la caja de cereales, que este mes me ha tocado una tarjeta de metro con un poema al dorso. Acceder al metro con poesía. ¿Bonito, no? No puedo evitar pensar que equivale al "ábrete Sésamo" con el que Alí Babá y sus 40 ladrones penetraban en la cueva del tesoro. O a la respuesta que hay que dar al acertijo planteado por la Esfinge para que te franquee la entrada a Tebas. Ahora ya sé, y vosotros también, que para que se te abran las puertas del metro de Nueva York hay que recitar un poema llamado "Noche de lluvia", escrito por Aracelis Girmay en 1977 y que dice así:


"Lluvia que clavas la tierra,
que con tus infinitas piernas 
clavas la tierra, que con tus caras de plata 
tocas mis caras, me caso contigo. Y abro
todas las ventanas de mi casa para oír
tus millones de versiones salvajes
del si si si sí si"

Cuando se me acabe la metro card de este mes, la guardaré, y será uno de los mejores souvenirs que me llevaré de Nueva York. A fin de cuentas, tal vez sirva para abrir otras puertas.

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