
miércoles, 10 de octubre de 2012
El mejor amigo del hombre es el perro, y el mejor amigo del perro es Nueva York
Nueva
York es una ciudad que adora a los perros. Tal vez se deba al hecho de
que tanta gente esté sola en las arideces de la gran urbe, y estos
cuadrúpedos suplan las dosis de cariño humano. Sea como fuere, este
amor, como todo en esta ciudad que siempre lleva las cosas al extremo,
alcanza con frecuencia las proporciones grotescas del absurdo.
Sesiones de acupuntura para cánidos. Paseos en Rolls Royce conducidos por chófer de los de gorra de plato. Pero, en
otras ocasiones, este amor se manifiesta en gestos que van saliendo al
paso, sencillos, cotidianos, que no dejan de resultar conmovedores. Como
que algunos establecimientos dejen en su puerta un recipiente con agua
para que, mientras el dueño del perro hace dentro las gestiones de
marras y el canino espera fuera pacientemente, pueda beber a placer. O,
simplemente, que no les veten la entrada al transporte público. Y eso te
da la oportunidad de sentarte enfrente de un guapérrimo como éste que
te alegra la vuelta a casa en metro. Un pasajero más. Signo de una
civilización más avanzada.

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