martes, 23 de octubre de 2012

La vuelta de tuerca que cierra el círculo

Hará unos dos años, un buen amigo me prestó un libro, "Dublinesca", de Enrique Vila-Matas. Es uno de estos libros que te provocan diarrea mental. Una rayada metaliteraria de esas, con escritores dentro de la propia novela, con un personaje que era el mismísimo Paul Auster, con sueños premonitorios y ciudades que son puntales de la trama llenos de significado, como el Dublín al que remite el título. Pero también Nueva York, que es vivida como una obsesión por el protagonista, quien está convencido de que, cuando llegue a ella, alcanzará la verdadera felicidad. 

Por aquel entonces, a mí me dieron la beca que me permitiría pasar un año en una ciudad del mapamundi que aún no tenía nombre. Conjeturé con mi amigo sobre posibles destinos y perfilé Nueva York como primera opción, aunque manifesté mis dudas acerca de que fuera posible. 
-Claro que sí, Marta. Nueva York. Tienes que ir a Nueva York. ¡Como en "Dublinesca"! ¡Está claro!

Dos años después, efectivamente, estoy en la ciudad de los rascacielos. La coincidencia, que hasta cierto punto era plausible, podría haber acabado aquí y no tendría más el asunto. Pero lo verdaderamente delirante es que la vida llegue entonces, se arremangue el mono de faena y, empuñando unos alicates, le dé a la historia una nueva vuelta de tuerca, sin reparos. Cuando menos te lo esperas. Porque lo que ni en mis más locos sueños habría imaginado hace dos años es que pasaría una tarde en Nueva York en la presentación de la traducción al inglés de aquella novela, con el propio autor, Vila-Matas, y con uno de sus personajes: el mismísimo Paul Auster, encarnado y en cuerpo presente.

 Ignoro cuántos planetas habrán tenido que alinearse para que ocurriera, pero a esto es a lo que llaman cerrar el círculo. Y es la clase de historia de azares, casualidades y destinos que sólo podría aparecer sin desentono en cierta novela: una titulada "Dublinesca".

2 comentarios: