jueves, 14 de junio de 2018

De pronto, verde


Es lo que tenemos los pésimos jardineros. Que, con nuestras malas artes y peores mañas, seríamos capaces de convertir a una ceiba milenaria en un arbusto esmirriado. Y de secar a un cactus. 

Qué desventura no le aguardaba, por tanto, a un pobre kalanchoe, que llegó a casa todo reventón, de un verde en el que daba gloria cuasi reflejarse, de puro lustre; que, incluso, en sus buenos días (cuando todavía no andaba a merced de las zarpas equivocadas), cuenta la leyenda que alumbró flores rosas; y que, oh casualidad, en cuanto quedó encomendado bajo la protección dudosa que ofrecemos los pésimos jardineros, comenzó a ver cómo esas mismas hojas resplandecientes se mustiaban irremediablemente, se retraían, se les ponían gachos el haz y el envés, y se cubrían de una capa negra mohosa que daba bastante lástima y, a qué engañarnos, también mucha grima. 

Hubo que cortarle todas las ramas, una a una, pero no se tiró la maceta. Ahí quedó el kalanchoe, despojado, mutilado, a la espera (loca esperanza) de que, algún día, le viniese la inspiración y renaciera.
Se ha pasado más dos meses en un estado catatónico, imperturbable en su aspecto desolado. Yo, desde luego, ya lo daba por desahuciado, no abrigaba la más mínima duda sobre su condición de cadáver, una víctima más de la larga y vergonzante estirpe de los pésimos jardineros, que me señalaba y me culpaba con sus ramas descarnadas, y únicamente la pereza me impidió tirarlo, o más bien, no saber dónde dejarlo. Dime, Bécquer, cuando las plantas se mueren (o las matan los pésimos jardineros), ¿sabes tú adónde van?
El caso es que, al parecer, a espaldas de mi escepticismo y bajo la capa de tierra, estaban ocurriendo cosas, porque el otro día sorprendí, brotando de ese esqueleto demacrado... ¡pum!, ¡el milagro!
Esos botones verdes abriéndose camino me emocionaron más de lo que jamás habría imaginado. Podría soltar ahora mismo una filosofada muy sesuda y lacrimógena sobre la vida que aguanta, que se aferra, que pugna, que es tenaz, que surge cuando menos te lo esperas.
Pero, a riesgo de parecer una taza de Mr. Wonderful, me limitaré a decir: Eh, que no se os olvide, si este kalanchoe ha podido, ¡vosotros podéis!
A pesar de los pesares. Incluso a pesar de los pésimos jardineros.
Pd: doy permiso a Mr Wonderful para que estampe esta foto en una de sus tazas. Es la autoayuda hecha planta.


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