viernes, 2 de enero de 2015

La singularidad de 2015

La verdad sea dicha, a estas horas ando un poco desconcertada. Pensaba que todo el mundo iba a apresurarse en señalar lo obvio, porque hay verdades absolutas que se imponen por sí mismas y obran el milagro de poner de acuerdo a la humanidad, y de generar mágicas corrientes de amor y concordia y sintonía, y de aumentar las ventas de Paulo Coelho... y no. Nada. Ando a caballo entre la sorpresa y la decepción, para qué nos vamos a engañar. Esperaba más de la humanidad en su conjunto. Se conoce que el planeta entero está tan afanado en publicar en su muro de Facebook esos resúmenes biográficos (algunos diríase que hagiográficos más bien) con los que autoacariciarse el lomo, que nadie ha perdido unos insignificantes segundos de su tiempo en darle valor a lo evidente. A lo esencial. Así que nada: seguid a lo vuestro. En vista de que nadie lo dice, tendré que decirlo yo.
¿En serio no os habéis percatado de que 2015 es el único año de este siglo (EL ÚNICO, COMO SI ESO FUERA MOCO DE PAVO) acabado en 5 con el que no se va a poder hacer LA rima (sí, ésa en la que todos estáis pensando y que no pienso repetir pero que, por si quedaban dudas, habla de culos y de hincar cosas).
Pues eso: que, con semejantes credenciales, puede que 2015 vaya a ser un año malo para la poesía, pero lo que es seguro es que va a ser especial (o, cuando menos, especialito, de los de echarles de comer aparte). ¿Qué mejor excusa para disfrutarlo? Sed felices.

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