domingo, 9 de junio de 2013

Una entrevista que sabe a cuerno quemado

Hojeando el XL Semanal del domingo pasado me he topado con una entrevista a la actriz Asunción Balaguer, esta señora de cara entrañable y voz dulce y aplomada, a la que presentan diciendo que "está viviendo una nueva juventud" ya que "a sus 87 años no para de trabajar y de recibir premios, el último: el Max de teatro". Sin duda, hay enjundia para una entrevista. ¿Cuál será el secreto de esta anciana cuasi nonagenaria a la que le llueven las ofertas laborales? No en vano, de todos es sabido que, a la mayoría de los actores, los papeles les empiezan a escasear (en el mejor de los casos les ofrecerán personajes estereotipados o de segunda fila), precisamente en el momento en el que las carnes comienzan a perder su turgencia, por mucho fuste o relumbrón que haya tenido su nombre en el pasado. 

Empiezo a leer la entrevista y mi asombro y mi indignación crecen a medida que salto de pregunta en pregunta. Cuando termino, hago un recuento: de un cuestionario de 34 preguntas, 25 versaban sobre un mismo tema: las infidelidades del difunto esposo de la artista, el también actor Paco Rabal. Sólo dos aludían a su carrera.

En primer lugar: pobre y reduccionista es una entrevista que se centra tan abrumadoramente en un único ámbito de la vida del entrevistado. El recurso al monotema sólo es justificable si la importancia de la materia es equiparable a la de "cuestión de Estado". Pero, que yo sepa, la ligereza de cascos de un señor no afecta ni a la seguridad nacional, ni cambiará el curso de la humanidad, ni arroja las claves para erradicar el hambre en el mundo ni contribuirá en modo alguno a curar el cáncer. No es que haya que fingir que Paco Rabal no estuvo en la vida de Asunción Balaguer. Si quieres una entrevista que profundice en aspectos personales, vale. Hazle tres o cuatro preguntas al respecto. ¡No dediques a este escabroso asunto tres cuartas partes de la entrevista! O, si eso es lo que vas a ofrecer al lector, sé consecuente y no presentes a Asunción Balaguer como actriz. Ten el coraje de titular: "Asunción Balaguer, cornuda".

En segundo lugar: existen publicaciones concebidas expresamente para abordar el tema de los compañeros de cama. Con el Diez Minutos, el Semana y compañía es suficiente. Vale que una entrevista con este enfoque venda, y que por eso los editores hayan consentido en reproducirla. Pero no es el lugar. Que una revista de prestigio y vocación informativa rigurosa se ponga al nivel de lectura de peluquería la desacredita y degrada. Estás invadiendo targets ajenos y decepcionando a tu nicho de mercado, querida. Y eso también es peligroso para las ventas.

En tercer lugar: hay personas a las que sólo se puede entrevistar sobre sus cuitas de alcoba porque en eso radica su interés informativo. Los laureles de su currículum se cifran en haberse acostado con alguien (o alguienes) y que los demás nos enteremos. Punto. No es el caso de Asunción Balaguer. Obviar facetas de su vida como su carrera, su talento o que se aprenda guiones a una edad en la que la mayoría de personas juegan al mus en una residencia, es desperdiciar la "chicha" de tu entrevistado. Me atrevo a decir más: lo estás insultando.

En cuarto lugar: con tu interrogatorio (verdaderamente implacable, ya que en un momento dado acorralan a Asunción Balaguer bombardeándola con una serie de inquisiciones impertinentes y marujonas como: "¿Cree que Paco Rabal ha dejado más hijos por el mundo?"/"¿Es que algo ha oído o le consta?"/"Una vez dijo que a Paco le había perdonado todo menos una cosa que no le iba a perdonar nunca. ¿Es esta?"/"¿Nunca ha querido seguir ese tema? ¿Conocer?"/"Le contó que tenía un hijo y que..."/"¿Y no lo conoce?"/"¿Y sus hijos tampoco?"... y un machacón etcétera etcétera) estás haciendo sangre en una herida que, sin duda alguna, es dolorosa. Buitre.

En quinto lugar: Asunción Balaguer contesta pacientemente a un cuestionario que, reconozcámoslo, no se le habría planteado a ningún hombre. En caso de que alguien hubiera tenido la peregrina idea de preguntarle insistentemente a un varón por su cornamenta, el susodicho se habría levantado (y con razón), en mitad de la entrevista, acusando al periodista de poco profesional y reivindicando que él había ido allí a hablar de su libro. Y el que quiera saber más, que se vaya a Salamanca.

En sexto lugar: al final de la entrevista, tienen la desfachatez de preguntarle a Asunción Balaguer si "hay algún día que pase sin hablar de él (de Paco Rabal)". ¡Pero por Dios! ¡Cómo va a lograrlo la pobre mujer habiendo en el mundo periodistas como tú! 

En definitiva, que esta entrevista no resiste la más mínima crítica, ni en el aspecto profesional, ni en el humano ni en la lucha por la conquista de la igualdad entre sexos. Vuelvo al principio para saber quién es el lumbreras que la ha pergeñado y compruebo que el autor es una mujer. Bravo. Tiremos piedras contra nuestro propio tejado. Un retroceso empaquetado como quien no quiere la cosa en una revista dominguera. Me quedo triste y un poco descorazonada, porque, pese a todos los avances, nada habrá cambiado realmente mientras el setenta y cinco por ciento de la entrevista a una mujer trate sobre la bragueta alegre de su marido. Desengáñate, Asunción Balaguer. Por muchos méritos que hagas, una mujer engañada es una carnaza demasiado apetitosa como para no hincarle el diente a base de bien.

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