Magnífica presentación en el Instituto
Cervantes. Mil gracias a todos los que vinisteis (y a los que no
pudisteis también), porque me hicisteis pasar una gran tarde conversando
de literatura. Gracias a Javier Rioyo y Walter Ventosilla
por las, en verdad, hermosas palabras que dijisteis de mí (me
emocionaron muchísimo), y al auditorio (qué alegría que estuviera
compuesto de caras amigas cuyos nombres
sabía) por preguntar y escuchar con tanto interés y cariño durante más
de una hora. Fue un placer. Si tuviera que responder al título de la
novela y decir una palabra, sólo podría decir "gracias". Es la palabra
que últimamente no se me cae de la boca. Y es lo mejor que te puede
pasar en la vida. Porque es indicativa de la clase de gente que tienes
la suerte de conocer. Así que, por decirla una vez más, no me va a pasar
nada: gracias.
La primera cobertura que hice este año fue en el Cervantes, y, para llegar allí, me perdí (aún no dominaba eso del West y el East). Si me hubieran dicho que, doce meses después, estaría allí firmando ejemplares de una novela, habría dicho: amigo, sueñas bonito, pero sueñas demasiado. Bueno, otro círculo que se cierra. Y la ligera sospecha de que el verbo soñar y el adverbio demasiado no congenian en la misma frase.
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