viernes, 22 de noviembre de 2013

Otra despedida en el camino a Ítaca

Grabo mi último Hora 25 y más que nunca digo "Gabon, buenas noches". Esto se acabó, amigos. Cuando llegué, hace once meses, mucha gente me preguntaba que cómo estaba, con cara de circunstancias y mucho tacto. El que emplearías con un enfermo terminal del que esperas que se rompa en cualquier momento. Claro... de Nueva York a Éibar... como que el cambio era brusco y tal. Demasiadas antípodas para el cuerpo. Once meses después, puedo decir con total sinceridad que no existen sitios pequeños. Sólo el error de creer que no se pueden vivir a lo grande. He sido profundamente feliz aquí y me llevo unos recuerdos inmejorables.

Me gusta haber tenido un trabajo en el que a las ocho de la mañana ya estaba hecha polvo. Porque reírse es mu' cansao. Y tú lo sabes, 
Juanma Cano Gutiérrez. Y tienes que vivir con ello.

Me gusta haber tenido unos oyentes a los que trataba con tanta confianza que, un día que me entró el antojo, llegué a pedirles en antena que me trajeran a la emisora un paquete de patatas fritas. Es verdad que ninguno lo hizo, así que acabé comprándomelas en un locutorio, que era lo único que había abierto a esa hora.

Me gusta, justo antes de comenzar el informativo, estar bailando en la pecera la música de los anuncios, y especialmente la del café Fortaleza (porque sí, hooooy va a ser un día grande, y todo va a salirme bien bien bien), y luego empezar a dar las noticias como si fuera una persona muy seria. Derrochando credibilidad.

Me gusta haber medio aprendido a leer varios apellidos vascos seguidos, de diecinueve sílabas cada uno, sabiendo de antemano que me voy a trabar a la mitad. Inevitablemente. Pero os voy a decir una cosa: si alguna vez logras llevar a buen puerto el asunto, ganas una reflexión teológica interesante: te acuestas pensando que Dios tal vez sí exista.

Me gusta haber tenido, no un apellido, sino un epíteto: Marta, la de los cuentos. Hoy he contado el último, el vigésimo noveno. Nos hemos quedado a las puertas de la treintena. Lo dejamos para la próxima. Lo más bonito ha sido constatar que el ser humano aprecia a los cuentistas, aunque para todo lo demás seamos unos inútiles. Y que con un cuento, como me dijo aquel radioyente ciego al que siempre recordaré, a alguien le puedes iluminar el día.

Me gustan los pinchos de los viernes en el Akara con Cristina Cerrillo, y las escapadas exprés de colchón hinchable a San Sebastián para seguir concursando con 
Belén Muñoz Sánchez.

Y, por último, me gusta que mi última noche en Éibar la vaya a pasar participando en un recital, armada con dos poemas. Uno, de mi propia cosecha. El otro, mi favorito de todos los tiempos. Ése que empieza diciendo "Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo". Y yo no puedo pedir nada mejor, porque un camino largo te trae a sitios como Éibar. A personas como las que he conocido aquí y que sé que son amigos Duracell. De esos que te duran y duran y duran. Jamás podré agradeceros suficientemente todo lo que me habéis dado. Aunque voy a intentarlo... y en euskera. No es que estos meses me hayan servido para aprender mucho, pero sí lo suficiente como para deciros 'eskerrik asko!'... o 'mila esker'.

Pues eso. Que mi viaje a Ítaca continúa. En el camino nos vemos.

PD: Y aquí os dejo un regalito con el que me han obsequiado hoy en la emisora y que me ha hecho una ilusión bárbara. Dos minutos que son más elocuentes que yo a la hora de resumir lo que ha sido mi estancia en la ciudad armera, para que lo entendáis si yo no he sabido explicarme. En esta grabación se ve (o se oye) lo mal que me lo he pasado.

http://www.ivoox.com/marta-quintin-radio-eibar-audios-mp3_rf_2578450_1.html



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