jueves, 16 de mayo de 2013

Viejos amigos

Llevo toda la tarde escribiendo a mano. Algo bueno ha de tener que se me estropee el ordenador: reencontrarme con mi propia letra.
Como con ese viejo amigo con el que has quedado, al que hace tanto tiempo que no ves, y ante el cual te muestras receloso en un primer momento, porque sabes que tal vez sean suficientes unos pocos minutos para darte cuenta de que los dos, o tal vez sólo uno (pero con eso ya basta), habéis cambiado tanto que ya no tenéis nada que deciros, que ya no os entendéis. Y qué alegría cuando, tras el primer saludo forzado, notas que, sin apenas esfuerzo, le habéis vuelto a coger el tranquillo a eso de estar a gusto el uno con el otro. Y te acuerdas de por qué te cayó bien cuando le conociste, de por qué os hicisteis amigos.
 
A esa pregunta me respondí yo misma con unos versos hace unos años, cuando me acusaban de estar chapada a la antigua por el apego al manuscrito y mi desdén por el Word. Son muy simples y dicen así:
 
"Amanuense me llaman porque todavía escribo a pelo. Me gusta sentir el papel. Mancharme de tinta los dedos". No hay más.
Hoy me he acordado de cuánto me gustaba. Y, lo que es mejor: me he dado cuenta de que me sigue gustando. Será que ni yo ni mi amiga la caligrafía hemos cambiado tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario