domingo, 24 de febrero de 2013

La nieta de don Antonio

Hoy, Fran Osambela, periodista en El Periódico de Aragón, habla de "Dime una palabra" en su columna dominical. Por eso es el responsable de que me haya puesto roja-encarná en domingo. 

 http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/la-patria_833299.html

Pero voy a contar la trastienda de esta columna titulada "La Patria". Fran Osambela conoce a la familia de mi madre desde hace muchos años, aunque yo no tenga el gusto de conocerle a él. Se enteró de que servidora había escrito una novela, se hizo con un ejemplar y, tras leerla, decidió que le dedicaría su espacio semanal. Para informarse mejor, me llamó y mantuvimos una conversación en la que se explicó en los siguientes términos: "Supe que la nieta de don Antonio había escrito una novela y, sencillamente, ¡tenía que leerla! Porque sí, por el simple hecho de que lleves el apellido Maza. Pero es que luego empecé a leerla y... ¡ostras, cómo escribe la nieta de don Antonio!".

He de admitir que me llenó de orgullo eso de "¡ostras, cómo escribe la nieta de don Antonio!". Oír esa frase, que enuncia el sueño de una vida, sienta genial, para qué nos vamos a engañar. Pero tampoco os engaño si os digo, que, más que ese chute de heroína al ego, puramente circunstancial, lo que en verdad me enorgulleció fue que se refirieran a mí usando el apelativo de "la nieta de don Antonio". Ese don Antonio que sé que, a su vez, hoy habría reventado de orgullo si hubiese leído la columna. Pero es que él es uno de los que más culpa tiene en que eso haya ocurrido. Al César lo que es del César.

Porque "Dime una palabra" versa sobre la identidad, y yo sére muchas cosas, pero una de las más esenciales, una de las que más me definen, es la de ser nieta de don Antonio. Un hombre que supo hacer que un renacuajo como yo se sintiera alguien muy especial e importante cuando le oía comentar (a él, un señor de setenta y tantos años cargado de autoridad) "¡qué cabecica tiene esta chica!", para, acto seguido, decirme "chupita, dame el CD".
Y así, cada vez que nos veíamos, tozábamos la cabeza como dos cabras cómplices, para intercambiar ese supuesto CD que mi abuelo se inventó y que contenía secretos que sólo nos incumbían a mí y a él. Por eso, don Antonio Maza (estés donde estés, que yo ya sé que desde allí me cuidas), muchas gracias. Gracias por emplear 18 años de tu vida en grabarme ese CD. No sabes cómo me está sirviendo. Fue el mejor regalo que me pudiste hacer.

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