sábado, 23 de febrero de 2013

Hacerse mayor en una red social

Hoy me he despertado filósofa y me he puesto a pensar en Tuenti. Pienso en Tuenti y me pongo a hablar de ello en Facebook. Elocuente. Y lo que pienso es ¿por qué se llama Tuenti una red social que dejas de usar en cuanto empiezas esa década de la vida? ¿Se trata de un error de manual en la identificación del target? ¿Eran sus creadores unos amantes de ese tropo denominado paradoja? ¿Se creyeron que Tuenti era el homólogo cibernético del País de Nunca Jamás y al final Campanilla les salió rana? Como digo, he pensado en Tuenti, pero ni siquiera me he tomado la molestia de meterme. Nada hay más deprimente que una red social sin sociedad. Sé que el contador de visitas seguirá en formol como un reloj al que se le acabó la pila, que no me esperará ningún sobrecito verde de esos que te hacían reventar de la emoción hace apenas dos años (qué rápido se mueren las redes sociales: un año en la vida de una persona=siete años en la vida de un perro=el tiempo suficiente para que una red social imprescindible se convierta en un residuo del que te avergüenzas pensando "qué chungo era yo en mis tiempos mozos"). Y tampoco me voy a meter porque lo que antes eran páginas y páginas de actualizaciones de mis amigos, acumuladas en apenas unos minutos, ahora se limitarían a los avisos sobre mi hermana. Que aproveche sus últimos telediarios como usuaria, que Tuenti tiene fecha de caducidad: los veinte años, que, como bien dice Gardel, no son nada.

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