domingo, 26 de febrero de 2012

Cuento neoyorquino del corcho

4 de febrero
"Porque en los peores naufragios siempre hay un corcho para que salgan a flote los que no quieren ahogarse".

No podía ser de otra manera. Ella tocó fondo en el mismo fondo de la ciudad. Había descendido hacia las profundidades, por todas las capas del dolor, hasta llegar al andén del metro. Y allí, rodeada de los desconocidos que volvían a casa, rompió a llorar. Lloró abrazada a un trípode. Un trípode y un maletín para portátiles al que le faltaba una de las varillas del asa. Un maletín manco y asimétrico. Una inmejorable metáfora de cómo se sentía ella. Manca y asimétrica. Pero entonces llegó el tren, e iba hacia la parte alta de la ciudad. Lo cogió y dejó que la arrastrara para arriba, para arriba, para arriba... Hasta la 145, desde la 42. El corcho tuvo más de cien calles para ascender. Claro. Para algo estaba en Nueva York.

1 comentario: