martes, 19 de febrero de 2019

Tortilla neozelandesa

Se había enamorado sin remedio de una patata. No veía el día en que pudiera conocerla, charlar, acaso (oh, estremecimiento delicioso) mezclarse con ella. 

Le habían advertido sin embargo que no había caso, que eran incompatibles, que no tenía chance ninguna. Pero, obvio, no estaba todo perdido. 

Siempre podía quedarse callado entre aquellos pelones con más suerte y papeletas. Quietico. A ver si colaba.




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