martes, 13 de febrero de 2018

Reseña de "El color de la luz" en el blog El búho entre libros

No me pone mala nota. ¡Gracias!

http://www.elbuhoentrelibros.com/2018/02/el-color-de-la-luz-marta-quintin.html


EL COLOR DE LA LUZ 

«Esta no es una historia de amores legendarios ni de héroes. Me temo que solamente es una historia de personas débiles, que se equivocan, a veces se arrepienten, pero que no por eso recuperan lo que perdieron«. (Página 417)

Probablemente esa frase, puesta en boca de uno de los protagonistas de la novela, nos defina exactamente qué es El color de la luz. Porque más que una historia sobre el arte, sobre la pintura, sobre la búsqueda de una imagen que plasmar sobre un lienzo, sea simplemente eso: una historia de amor. El amor de dos personas que se conocen desde muy jóvenes, ese primer amor que arrasa todo lo que se pone a su paso. Un amor que como ellos mismos dicen es una excelente idea en el papel y un desastre en la práctica. Un amor imposible.
Porque tal vez el papel de las musas sea sólo ese: ser fuente de inspiración, motor de una búsqueda, que en este caso es el color, el color del amor. Pero ¿qué pasa cuando una musa es sólo una musa? ¿Estará dispuesta a ocupar un papel secundario en la vida, siempre dispuesta a estar un paso por detrás del arte?
Porque ahí es donde radica toda la raíz del libro: la imposibilidad de no ser lo primero en la vida del otro y la no aceptación de dicho hecho.
«-Pues sí, Martín, soy débil, muy débil. Siempre he sabido que tú tenías una pasión a la que yo jamás podría igualarme. Tú amas la pintura, y ella te ha dado la fuerza y la valentía precisas para que puedas hacer y soportar cualquier cosa. Por eso, yo sé que con ella te basta y te sobra para ser feliz. Que está por encima de todo y de todos. Y eso me aterra». (Página 371)

Museo del Prado (Madrid)
Una historia que se nos narra en dos planos: el de la actualidad, en el que la protagonista de la novela va narrando a una periodista su vida, que no es otra que la de su amor a un pintor que logró la fama mundial y por otra dicha historia narrada desde el momento en que se conocieron.
Junto a Martín Pendragón y Blanca Luz Miranda, los protagonistas de esta historia de amor, hay un protagonista más: un cuadro. El cuadro por el que Blanca ha pagado un dineral. Porque tener ese cuadro supone cerrar una historia y una herida abierta hace muchos años:
«Era un cuadro desbordante, que dolía cuando se lo contemplaba, porque en él había un alma atrapada. Un alma que se había quedado a vivir allí, expuesta, tendida, sin piel. Vestida solo con unos colores que estaban rotos, derramados, pero que, quizá por eso, fulgían con un resplandor más rutilante que el de las piedras preciosas. No podía decirse que fuera bonito. De hecho, no se podía decir nada de él.  Eso era lo más terrible, lo que resultaba perturbador». (Página 232)

Una historia que nos permitirá recorrer buena parte del siglo XX y que nos llevará desde una ciudad del norte de España a París, Madrid y Nueva York, con la historia del siglo XX como telón de fondo, desde la guerra civil española hasta la segunda guerra mundial.


IMPRESIÓN PERSONAL

El color de la luz es una historia que a mí me ha atrapado desde las primeras páginas, gracias sin duda a sus personajes, a que es una historia que nos va narrando paso a paso su evolución, la de unos personajes que son poco más que unos niños, hasta que llegan a la complejidad mental de los adultos.
Quizás el secreto de esta novela no resida solo en la historia, sino en sus personajes. Porque no se trata solo de Martín y de Blanca, los dos grandes protagonistas, sino de todos aquellos que les acompañan en esta aventura, desde Francisco, el padre de Blanca y profesor de Martín, pasando por sus dos compañeros de estudios: Eduardo y Chema.
La historia de la periodista encargada de escribir la historia de Blanca, permite dar mayor agilidad a la novela, entre otras cosas porque esos capítulos son cortos y por otra, porque permite algunos giros narrativos. Porque lo cierto es que los recuerdos pueden ser muy mentirosos. O tal vez la mentira no esté en lo que recordamos sino en como manipulamos dichos recuerdos para crear una historia a nuestra medida.

El color de la luz va creciendo en intensidad narrativa a medida que avanza la novela. ¿Perfecta? No. En su contra pesa en algunos momentos el exceso de descripciones o lo extenso de las mismas. Lo cual no me ha supuesto un obstáculo para disfrutar de una historia singular.

Termino con una cita del libro: 
«-En nuestra vida, como en la paleta del pintor, solo hay un color que da sentido a la vida y al arte: el color del amor.
-Una vez creí saber cuál era ese color: ¡el de la luz!» (Página 183)

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