lunes, 4 de abril de 2016

El niño que nunca debió crecer

Aquella noche de domingo, Peter Pan voló hasta Acacias para buscar al niño que no debía crecer y llevárselo consigo al país de Nunca Jamás. 
Al llegar, abrió despacito una rendija en la ventana y se coló furtivamente en el dormitorio en sombras. A la luz de las farolas, vislumbró arrebujado bajo las mantas el bulto del niño que no debía crecer. Se acercó de puntillas y, cuando estuvo junto a la cama, alzó de un tirón la sábana, diciendo con una sonrisa de triunfo:
-¡Vente conmigo!
La consternación de Peter Pan fue absoluta cuando comprobó que en la camita yacía un mocoso de apenas cinco primaveras al que ya le crecía un frondoso bigote poblado de canas, y que le regañó agriamente por haber manchado con sus dedos el cristal para abrir la ventana. Peter Pan se fue esa noche de allí solo y derrotado, de regreso al país de Nunca Jamás. La madre del niño que nunca debió crecer se le había adelantado. Aquella misma mañana había arrojado a la calle todos sus juguetes de un solo plumazo.



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