miércoles, 3 de febrero de 2016

Drama de un solo acto

Ciudad europea. Da igual cuál. Una plaza. Cerca del puerto. Un hombre. De raza caucásica. Rubio. Ojos verdes. Con buena planta, que diría aquél. Lleva una niña cogida de la mano. De unos siete años. Morena. Pelo largo. Ojos grandes. Muy grandes.
Ciudadanos arbitrarios desperdigados por los bancos. Uno de pie, junto a una farola. Consultando un periódico.
La niña da un tirón y se suelta de la mano del hombre caucásico. Se queda parada. Unos metros más atrás. En mitad de la plaza. Los ciudadanos arbitrarios se sonríen.

CIUDADANO 1: Qué graciosa es.
CIUDADANO 2: Le salió rebelde al papá.

El hombre caucásico se para a su vez. Gira la cabeza. La llama. Con dulzura.

HOMBRE CAUCÁSICO: Ven, anda.

La niña titubea. Aparta la cara. Mira a su alrededor. Un hombre arábigo. Andrajoso. Barba larga. Ojos desesperados. Muy desesperados.
Se acerca por detrás de la niña. La coge en volandas. La atrapa a traición. Ella empieza a llorar. Él echa a correr. Muy deprisa. Al hombre caucásico se le demuda el rostro. A los ciudadanos arbitrarios, también.

CIUDADANO 1: ¡Se lleva a la niña! (A voces)
CIUDADANO 2: ¡Que alguien lo detenga! (Chillando)

El hombre arábigo corre. Como si en ello le fuera la vida. El lector de la farola suelta su periódico. Roza una manga del fugitivo. Para detenerlo. Él se zafa. Sigue corriendo. Varios ciudadanos arbitrarios comienzan a perseguirlo. Continúan gritando.

CIUDADANO 1: ¡Que no se escape!
CIUDADANO 2: ¡Ha robado una niña! ¡Delante de las narices de su padre!

Un coche de policía. Tuerce una esquina. Atraído por la algarabía. Se apean dos agentes. Porra en ristre. Semblante preocupado. Ceño fruncido. Los ciudadanos arbitrarios los exhortan.

CIUDADANO 1: ¡Allá va el malhechor! ¡Ha secuestrado a una niña!
CIUDADANO 2: ¡Hagan algo! ¡Rápido!

Los agentes de policía corren tras el captor. Y los ciudadanos arbitrarios corren tras ellos. Ya son multitud. El hombre arábigo no para. No tiene resuello. Y sí alas en los pies. Agarra a la niña muy fuerte entre sus brazos.

POLICÍA 1: ¡Deténgase! (Fuera de sí)
POLICÍA 2: ¡Es una orden! (A voz en cuello)

El hombre arábigo no les hace caso. De hecho, aprieta más el paso. Los ciudadanos arbitrarios se encolerizan. Los agentes de policía ven su autoridad en entredicho.

CIUDADANO 1: ¿Es que no van a hacer nada?
POLICÍA 2: ¡¡Suelte a esa niña!!

El policía 1 saca el arma reglamentaria. La amartilla. Apunta. Dispara. El traficante de personas caucásico hace rato que se ha escabullido con su buena planta entre el tumulto. El verdadero padre de la niña siria yace en el suelo con una bala partiéndole el corazón y con ella llorando entre sus brazos.




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