miércoles, 10 de diciembre de 2014

Cuento belga de "¿Qué me pongo en Navidad?"

Y aconteció que llegó la Navidad a Bruselas y la torre del Ayuntamiento se fue a comprar un traje con el que engalanarse para pasar las fiestas luciendo especial y hermosa. Volvió a la Grand Place a última hora de la tarde, cargada de bolsas por donde se le salían los ropajes. Había comprado el mismo modelo indumentario en distintos colores y se dispuso a probárselos todos delante del abeto que habían plantado en medio de la plaza a comienzos de aquel diciembre. Aunque la torre del Ayuntamiento aparentase indiferencia, era su más ferviente deseo impresionar a aquel árbol gallardo, ya que había comenzado a fraguarse un particular sentimiento por él en lo más profundo de sus cimientos. Y así fue como dieron comienzo las probatinas.
-Oiga, Abeto, ¿qué te parece este atuendo lila? Me queda como un guante, ¿verdad? 


Y es tan femenino, tan favorecedor, tan luminoso... Aunque tal vez resulte algo cursi, ¿no te parece? Y un poco ostentoso. Sí, sin duda lo es. Así que desechémoslo y veamos cómo me cae este azul...  






Aquel dilema existencial y cromático pudo con ella, y la torre del Ayuntamiento entró en una profunda crisis de desaliento. La alta costura podía desmantelarle la vida a cualquiera. Y para acabar de empeorar la situación, el abeto de sus ojos estaba ahí, parado en mitad de la plaza, siendo testigo de cómo su airosa aguja tocaba fondo. Sin poder contener los sollozos, decidió, a la desesperada, involucrarlo en su desgracia pidiéndole consejo, de modo que le dijo entre hipidos, sorbiéndose los carámbanos:
-¿Con cuál me quedo Abeto? ¿Cuál me sienta mejor? Decídelo tú, que yo soy incapaz. Con todos me siento un adefesio...
Y el árbol de Navidad, que era un filósofo de la escuela de los pragmáticos, ahogando un bostezo que removió sus ramas cargadas de luces, dictaminó:
-Pues a mí como más me gustas es desnuda.
Y tras quedarse muy pensativa un momento, la torre del Ayuntamiento devolvió al día siguiente todos los ropajes y, muy digna, se quedó el resto de las navidades en piedra picada.

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