domingo, 26 de febrero de 2012

Cuento neoyorquino del rascacielos perdido

7 de febrero.
El Empire State se fue ocultando poco a poco tras un crespón de niebla. Al principio, nadie lo notó, pero, poco a poco, los parroquianos de Manhattan comenzaron a preguntarse en voz alta: "¿Dónde diablos está el Empire State?". Él escuchaba las cábalas acerca de su desaparición, pero guardaba un respetuoso silencio. El motivo era tan inverosímil que de nada valdría darlo. A fin de cuentas, él siempre había sido el galán de esa película que es Nueva York. Era el cabeza de cartel. Ese honor sólo se lo había disputado el Chrysler. Bueno, y otras dos, pero que ya ni siquiera estaban en pie. Por eso nadie iba a creerle. ¿De qué serviría entonces explicarles que al Empire State le había entrado el miedo escénico?

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