Según la tradición búlgara, cuando llega la primavera, una abuela mitológica tocaya mía, la baba Marta, te ciñe una pulsera trenzada en rojo y blanco al tiempo que pides un deseo, que se cumplirá a condición de que tú se la pongas a la primera cigüeña o árbol en flor que veas. Yo estuve dándome de palos con la cigüeña un rato largo (no especificaré quién salió peor parada) y como finalmente entendí que nuestras diferencias eran irreconciliables, le prendí mi pulsera a este cerezo, que resultó de un natural más dócil y conformadico. Ahora, a esperar que, como él, el deseo florezca. De momento, en nombre de la baba Marta, os deseo una feliz primavera.